Hay algo en la vida de Roberto López Ufarte que le lleva a traspasar fronteras: nació en Fez (Marruecos), donde sus padres se habían trasladado en busca de trabajo, y a los 12 años se fue con su familia a Pau. Al poco, le pidió a sus padres dejar Francia para irse a España. “Al principio pensé que lo mejor era Jaca, mucho más cerca, pero luego decidimos que fuera Irún. ¡Aún no sé cómo mis padres me permitieron irme!”, recuerda ahora. Empezó a jugar en la playa y fue ahí donde la Real Sociedad lo captó. “Querían fichar a seis niños, pero yo dije que no. Era prematuro. Al final, los otros cinco no cuajaron en la Real y yo fiché poco después”. Lo hizo previo paso por el histórico Real Unión.
La Real era su destino más lógico, pese a las dudas del propio Roberto: nacido en Marruecos y sin raíces vascas (de madre andaluza y padre catalán), pensaba que nunca podría jugar en Atocha. Pero se había formado en Irún, a tiro de piedra, así que no hubo problema. Corría 1975 y ya era uno de los jugadores con más futuro del país: mientras agonizaba Franco, la selección española juvenil disputó el mundial de la categoría en Mónaco, y la habilidad de López Ufarte cautivó incluso al príncipe Rainero. “¿Quién es ese pequeño diablo?”, preguntó desde el palco. José María García captó el comentario y bautizó así a Roberto.
Habilidoso, elegante, zurdo cerrado, era un ‘jugón’ de los de antes, el ’11’ de toda la vida, el más talentoso de aquella Real inolvidable dirigida por Ormaetxea. A Roberto lo quiso fichar el Barça por petición expresa de Maradona, pero el derecho de retención lo hizo imposible. En cambio, salió del equipo con la llegada de Toshack y con destino al primer Atlético de Jesús Gil. Solo duró una temporada. Jugó un año en el Betis antes de colgar las botas y sacarse el título de entrenador. Curiosamente, fue Toshack quien le llamó para ayudarle en su segunda etapa en la Real. Más tarde vendría un exitoso paso por el Real Unión como director deportivo y la propuesta de convertirse en coach de entrenadores en Vanuatu, un archipiélago del Pacífico, donde estuvo un año. Luego, López Ufarte volvió a compartir banquillo con Toshack, en el WAC de Casablanca. “Hacía 40 años que no pisaba Marruecos. Cuando fui a Fez, curiosamente, me di cuenta de que el portal de la casa donde nací es el número 11”. El dorsal de las diabluras.