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La tormenta de arena del Liverpool

Robertson y Alexander-Arnold ejemplifican como nadie los nuevos tiempos que corren en Anfield. Ambos laterales le devuelven a Klopp todo lo que éste les da

Liverpool defender Andrew Robertson (26) celebrates his goal 2-0 with Liverpool defender Trent Alexander-Arnold (66) during the Champions League match between Liverpool and FC Red Bull at Anfield, Liverpool, England on 2 October 2019. Photo Craig Galloway / ProSportsImages / DPPI

Como si de una tormenta de arena se tratara, cuando el Liverpool de Jürgen Klopp instala a sus dos laterales en el último tercio del campo y logra encadenar dos ataques consecutivos el rival sólo puede hacer una cosa: resguardarse y esperar. Una espera que se hace larga, a veces interminable, porque mientras los de arriba te descolocan, los del medio te aprietan y Van Dijk te ahoga, Andrew Robertson y Trent Alexander Arnold te empujan hasta colocarte al borde del precipicio.

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El escocés y el inglés se han convertido en muy poco tiempo en referentes de la posición, y en esto tiene mucho que ver, evidentemente, Jürgen Klopp. Basta con echar la vista atrás para recordar cómo el alemán ya hizo a escala algo muy parecido con Marcel Schmelzer y Lukasz Piszczek, dos buenos laterales que tras el apogeo del Dortmund ya nunca volvieron a parecer tan buenos, tan profundos y tan determinantes. Pero más allá de que el modelo de Klopp sea el paraíso para los laterales contemporáneos, lo cierto es que poco a poco tanto Robertson como sobre todo Alexander Arnold han logrado devolverle al sistema todo lo que éste les da.

Lo más impactante, también lo más visual, es el recorrido que aportan. Algo especialmente importante porque el Liverpool no juega con dos extremos, sino más bien con dos delanteros ligeramente escorados. Sadio Mané y Mohamed Salah pueden partir desde fuera en ocasiones para dar amplitud, pero su posición habitual se encuentra en el espacio entre central y lateral. Desde allí, influyendo a todos pero sin ser marcados específicamente por nadie, son mucho más peligrosos. Pueden soltarse y venir a recibir, pueden romper al espacio que libera Firmino o pueden atacar el segundo palo como hacen en innumerables ocasiones. Por tanto, para no hacer demasiado estrecho el campo, Klopp necesita que sus dos laterales hagan suyo todo el carril. Y lo hacen. Desde la salida hasta la finalización.

Esto es algo que, en mayor o menor medida, te pueden aportar muchos laterales modernos, pero Andrew y Trent tienen algo especial: su capacidad para repetir esfuerzos. Para ellos no importa el minuto que refleje el marcador, siempre pueden lanzar un sprint más, iniciar otra conducción u ofrecer una línea de pase extra. Y esto, que de por sí ya cuesta defenderlo en el minuto uno, en el 70 es inmanejable.

 

Andrew y Trent tienen algo especial: su capacidad para repetir esfuerzos. Para ellos no importa el minuto que refleje el marcador, siempre pueden lanzar un sprint más

 

Sobre todo porque, además, cuentan con una gran sensibilidad para encontrar a sus compañeros en el área. Más por calidad que por pura visión, algo en lo que seguro mejorarán con el paso de los años, como mismamente ha ido haciendo Jordi Alba, pero al final el resultado es parecido: encontrarles en el último tercio, ya sea en parado o al espacio, es crear una ocasión de gol.

Una ocasión de gol muy barata, además, pues al ritmo al que juega el Liverpool al contrario le cuesta llegar a apagar todos los incendios y en ese momento lo normal es recular, cerrarse y liberar los costados. Y en realidad esto es lo peor que puedes hacer ante el Liverpool. Y ya no por la ocasión de gol en sí, sino sobre todo porque son los pases a ambos laterales los que terminan por consolidar el dominio ‘red‘.

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¿Cuántas veces nos hemos planteado cómo carajo es posible que el Liverpool domine de tal manera el juego, tanto el balón como el espacio, con Fabinho, James Milner, Jordan Henderson o Georginio Wijnaldum conformando el centro del campo?

Venimos de una era donde no hemos parado de mirar al centro del campo. Allí estaba todo. Y de repente llega Jürgen Klopp y su Liverpool comienza a desmembrar contrarios con futbolistas que en teoría no jugarían en la mayoría de grandes del fútbol europeo. Y lo hacen con la pelota. Desde el balón. Con mucho ritmo y siendo muy verticales, sí, pero con el balón por bajo y con la capacidad de encadenar secuencias larguísimas en las que todos juegan bien, rápido y a pocos toques.

Obviamente en esto tiene mucho que ver todo lo que representa Jürgen Klopp. Su pizarra, su don para optimizar futbolistas y su carisma para convertir a los incrédulos en creyentes. Pero además hay que apuntar que tanto Robertson como sobre todo Alexander Arnold permiten constantemente que sus centrocampistas hagan lo que saben y no lo que les cuesta. No es que Trent se vista de centrocampista, no es Dani Alves, tampoco Marcelo, pero sí que con su recorrido, constancia, lectura posicional y habilidad para sumar pases ha terminado por descargar de responsabilidades a sus interiores. Y así, entre lo que no les pide Klopp, entre lo que aporta Trent como motor ofensivo y lo que siempre ha supuesto Roberto Firmino, los centrocampistas del Liverpool han conseguido dominar Europa.

Para explicar todo esto hay una jugada característica que viene definiendo al Liverpool de Klopp en los últimos meses: la diagonal sin balón de Henderson. Nos imaginamos el 4-3-3 ‘red‘ con los extremos por dentro y el resto en sus posiciones más lógicas. Con la defensa rival estrechándose al estar muy pendientes de que Firmino, Mané y Salah no les descosan por dentro, el pase hacia fuera suele ser muy sencillo. Henderson, como también podría ser Wijnaldum, encuentra a Trent Alexander Arnold por fuera. Este espera, fija y suelta a Salah para que el egipcio se la devuelva. Parece un pase inútil. No podía ir hacia ningún sitio ‘Mo’. Pero ese pase ha dado tiempo para que Henderson recorra todo el campo desde dentro hacia fuera, pueda recibir en la línea de cal y se produzca un obvio desajuste, pues donde antes había dos jugadores del Liverpool ahora hay tres.

Y, entonces, la tormenta de arena.