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La FA Cup del Wigan y los últimos cuentos de hadas

Fue el inesperado ganador de la FA Cup en 2013 y hoy lucha por no bajar a la League One. Junto a Joel Robles, reconstruimos el camino de un Wigan campeón

LONDON, ENGLAND - MAY 11: Wigan Athletic players celebrate victory with the trophy after the FA Cup with Budweiser Final between Manchester City and Wigan Athletic at Wembley Stadium on May 11, 2013 in London, England. (Photo by Shaun Botterill/Getty Images)

Es una verdad universal y dolorosa que en el fútbol de élite hay cada vez menos espacio para las sorpresas. Si hoy se proclamara vencedor de la Liga de Campeones el Steaua de Bucarest (que lo fue en 1986) o el Nottingham Forest (1979 y 1980) se hablaría de competición devaluada, se dedicarían más horas a tratar el fracaso de los favoritos que el mérito del campeón. 

Tan acostumbrados estamos ahora a que solo puedan ganar los gigantes que hasta nos resulta extraña una final de Copa del Rey entre Athletic de Bilbao y Real Sociedad, los dos mejores equipos vascos, fundadores de la Liga, con muchísimos años en Primera y siendo el club vizcaíno el segundo con más títulos en esta competición. 

Aunque cada vez menos, afortunadamente en los últimos años se han escrito cuentos de hadas que nos reconcilian con un deporte que si por algo se caracteriza es por su imprevisibilidad. Ahí tenemos al Leicester campeón de la Premier League en 2016, al Atalanta italiano, que está en cuartos de final de la Champions en su primera participación en el torneo, o el triunfo del Wigan Athletic en la FA Cup inglesa de la campaña 2012-13, una machada que vamos a recordar en las siguientes líneas. 

De cuarta a la Premier en diez años 

“Es un club muy familiar, muy especial, perfecto para jugar”, nos explica por teléfono desde su casa por la cuarentena el actual portero del Betis, Joel Robles, que fue el guardameta titular de aquella bonita historia. Para entender mejor la heroicidad de este sencillo equipo que representa a una ciudad del noroeste de Inglaterra, a unos 30 kilómetros de Mánchester y a 35 kilómetros de Liverpool, es necesario hacer un poco de zoom

Aunque está encajonada entre las dos urbes, Wigan mira más a los mancunianos que a los scousers y forma parte del condado de Gran Mánchester. Pese a que siempre ha contado con un equipo de fútbol -hubo otros antes de nuestro Wigan Athletic-, los laureles deportivos han correspondido una y otra vez al Wigan Warriors, el club más exitoso del campeonato inglés de rugby. 

Localidad de 80.000 habitantes rodeada de grandes ciudades, cercanía geográfica de equipos fundadores de la liga (Bolton, Everton, Blackburn Rovers, Burnley, Preston North End) y los transatlánticos Manchester United y Liverpool y además la competencia del rugby: el fútbol en Wigan se ha topado continuamente con grandes obstáculos y necesitó tiempo para consolidarse. Entre 1896 y 1931 aparecieron y desaparecieron varios clubes de fútbol en la localidad hasta la fundación de los actuales ‘Latics‘ en 1932: el Wigan United, el Wigan County, el Wigan Town y el Wigan Borough. Sin embargo, luego de varias décadas compitiendo en ligas regionales y locales, no fue hasta 1978 cuando el Athletic entró en la Football League, asomando por primera vez la cabeza en las divisiones nacionales. 

Tras unas temporadas entre la cuarta y tercera categoría del fútbol inglés, en 1995 haría su aparición el principal artífice de los éxitos que estaban a punto de llegar: Dave Whelan. Este empresario de Wigan, futbolista en los años 50 y 60, compró el club, que en ese momento competía en la cuarta categoría, en febrero de 1995 por unas 400.000 libras de entonces. Diez años después, en mayo de 2005, los ‘Latics‘ certificaban su ascenso a la Premier League al concluir en segunda posición en la Championship

Bournemouth no es Swindon 

El Wigan Athletic levantó la FA Cup en la campaña 2012-13, su octavo año en la élite del fútbol de las islas. Club menor pese a estar en el mejor momento de su historia, ningún seguidor de los ‘Latics‘ podía imaginar, en verano de 2012, lo que iba a suceder unos meses después. La secretaría técnica vivió un mercado estival complicado, incapaz de retener a nombres importantes como Victor Moses, Hugo Rodallega o Mohamed Diamé. Solo la contratación de Arouna Koné, sí, ese marfileño que triunfó en el Levante luego de ser invisible en el Sevilla, estuvo a la altura de los jugadores perdidos. Tras las altas y bajas, la columna vertebral de ese equipo la componían Maynor Figueroa en el centro de la zaga, James McCarthy en el centro del campo y el propio Koné en punta, a los que se unió Joel en la portería en el mercado invernal. Al mando de la plantilla repetía por cuarta temporada consecutiva el español Roberto Martínez. 

‘Bob’ había debutado en el banquillo del Wigan en la campaña 2009-10 y amarrado la salvación en sus tres primeros cursos, algo sin duda meritorio en un club tan humilde, aunque nunca acabó por encima de la 15a posición. Cuando los clubes de la Premier entraron en liza en la FA Cup, a principios de enero de 2013, los ‘Latics‘ se encontraban en puestos de descenso, pero no cundía el pánico. Al fin y al cabo la afición era consciente de que la plantilla del Wigan no podía pelear por otra cosa que no fuera la permanencia. 

Después de encajar, el día de Año Nuevo, un contundente 0-4 a manos del Manchester United, el Wigan no pasó del 1-1 en su estreno en la FA Cup el 5 de enero contra el AFC Bournemouth, quien por entonces militaba en la League One, la tercera categoría del fútbol inglés. Los ‘Cherries‘ se adelantaron en el minuto 40 y no fue hasta el 70 cuando el español Jordi Gómez empató para los locales y forzó el replay. Fueron muchos los que torcieron el gesto: de acuerdo que esa copa no era la principal preocupación del club en aquellos instantes, pero tampoco era necesario repetir la eliminación del año anterior ante el Swindon, de cuarta división. Martínez introdujo nueve cambios aquel día con respecto a los once que formaron frente al United y no se mostró arrepentido de su decisión tras el pitido final: “Respeto la FA Cup, siento que aquí tenemos jóvenes con un futuro brillante pero nunca aceleraremos su desarrollo a menos que jueguen este tipo de competiciones. Luchar por la salvación no es el ambiente ideal para que los jóvenes muestren de lo que son capaces”, declaró el catalán. Faltaría poco para que su apuesta se demostrara acertada. 

El partido de desempate tuvo lugar diez días después. Sin brillantez, el Wigan ganó 0-1 gracias a un fallo del Bournemouth en el centro del campo y a dos lanzamientos al larguero de los locales. Pero no importaba: se había evitado revivir la humillación de Swindon y el cuadro norteño estaba en dieciseisavos de final, donde aguardaba el Macclesfield, un conjunto de quinta división. 

El año de ensueño de McManaman

Las primeras eliminatorias de las copas inglesas -y ahora también en la Copa del Rey- son una auténtica trampa para las escuadras de la élite. Durante tres o cuatro rondas tienen que medirse, con suplentes y canteranos, a equipos de categorías inferiores que alinean a sus onces de gala y con la barra de motivación llena. Pasar de ronda es una obligación para los grandes, lo que añade una presión a sus futbolistas que en cambio no sufren los clubes humildes, con nada que perder. Por esas razones, temporada tras temporada, asistimos a algún sorpresón, como vimos este año en nuestro país con la eliminación del Atlético de Madrid a manos de la Cultural Leonesa en dieciseisavos. Y por esos motivos el Wigan solo venció por 0-1 al Macclesfield después de que Gómez convirtiera un penalti a poco de comenzar el encuentro. Aquel día debutó bajo los palos Joel, cedido por el Atleti en el mercado invernal. 

Al dejar en el camino a Bournemouth y Macclesfield, el Wigan se plantó en octavos por segunda vez en su historia. Allí esperaba el Huddersfield, equipo de la Championship (segunda) que venía de eliminar al Charlton y al Leicester, de su misma división. Si bien en ese momento marchaban en penúltima posición en la Premier luego de caer 4-1 contra el Chelsea en la vigesimosexta fecha, los ‘Latics‘ cuajaron su mejor encuentro en lo que llevaban de torneo. Gran parte de la culpa fue del jugador de 21 años Callum McManaman. Este insolente extremo derecho empezó el curso jugando los minutos de la basura y encontró en la Copa de la Liga, y sobre todo en la FA Cup, los minutos para destacar, exhibir su potencial y ser clave para que el Wigan avanzara rondas. O en resumidas cuentas: lo que buscaba ‘Bob’ Martínez cuando fue criticado por alinear a muchos jóvenes en el estreno frente al Bournemouth. Con la confianza del míster, McManaman se convirtió en uno de los hombres más en forma del equipo y acabó haciéndose con la titularidad en las últimas diez jornadas del Wigan en la Premier, disputando también los 90 minutos de la final de la FA Cup contra el City. Lamentablemente, desde aquella prometedora temporada, el inglés no ha vuelto a mostrar su mejor versión y no ha terminado de encontrarse en el West Bromwich Albion, Sheffield Wednesday, Sunderland ni Luton Town, su actual club a los 28 años. 

Aquella tarde de febrero en Huddersfield, McManaman fue el encargado de abrir la lata en un partido que acabaría 1-4. 

El “toque diferente” de Jordi Gómez 

El Wigan Athletic ya estaba en cuartos de final de la FA Cup, su techo hasta 2013 y que solo lo había alcanzado en el curso 1986/1987, cuando siendo un equipo de tercera fue apeado por el Leeds United. En la ronda de los mejores ocho tendría enfrente a su primer rival de entidad: el Everton. En la que fue la última temporada de David Moyes en el banquillo ‘toffee‘, los azules habían encadenado convincentes actuaciones en la FA Cup hasta los octavos, donde necesitaron el replay para eliminar al Oldham Athletic de League One. Nada de eso asustó a unos ‘Latics‘ a los que les temblaba el pie en liga pero que se desataban en el torneo del KO. El mejor ejemplo de ello fue ese partido de cuartos de final: entre el minuto 30 y el 33 Figueroa, McManaman y Jordi Gómez marcaron los goles que cerraban la eliminatoria antes del descanso. Un huracán había pasado por Goodison Park y los aficionados del Everton abandonaron prematuramente el estadio para ponerse a cubierto. La diana de Gómez es para ver una y otra vez. Escorado en la banda izquierda, Shaun Maloney prolongó para Koné; el marfileño fue avanzando desde el costado haciendo bicicletas hasta poner la pelota a la corona del área para que el 14 del Wigan conectara un zurdazo ajustado al palo derecho del meta ‘toffee‘. 

El barcelonés estaba en uno de los mejores momentos de su carrera. Había llegado al DW Stadium en la temporada 2009-10 justo después de sumar 12 goles con el Swansea en Championship a las órdenes de Martínez. ‘Bob’ se lo llevó con él a Wigan y el mediocentro fue poco a poco volviéndose importante hasta disputar más de 40 partidos en la campaña 2012-13. Tras pasar por las categorías inferiores del Barcelona y del Espanyol, Gómez encontró en Reino Unido una opción para disfrutar de minutos, aprovechando el ‘boom‘ de jugadores españoles que desembarcaron en las islas en la primera década de siglo. Un centrocampista con “calidad, con una zurda que le metía ese toque diferente al equipo”, en palabras de Joel Robles. 

‘Bob’ Martínez, un wiganer más 

El Wigan no es el primer equipo en la historia del fútbol que mientras avanza y avanza rondas en copa o en competición europea tiene problemas para encadenar buenos momentos en el campeonato doméstico. Sirva como muestra el Real Madrid del curso 1999-00, ganador de la Liga de Campeones que sin embargo finalizó en quinta posición en Liga, una posición inaceptable en la ‘Casa Blanca’. 

Nunca antes en su historia los ‘Latics’ habían pisado unas semifinales de la FA Cup, pero su felicidad no era completa porque habían vuelto a caer a la zona roja de la Premier, de la que ya no saldrían, luego de su 1-1 contra el Queens Park Rangers en la trigesimosegunda fecha. Como explica Joel desde dentro, la permanencia “se nos fue complicando en los últimos seis, siete partidos. La FA Cup era lo que nos estaba dando mucha vidilla y mucha confianza de cara a la liga”, pero no fue suficiente. Los ‘wiganers‘ afrontaban el partido de sus vidas frente a un rival en principio asequible: el Milwall. El enemigo acérrimo del West Ham también había vivido su particular cuento de hadas en aquella FA Cup al acceder por quinta vez en su historia a semifinales, pero pocos le veían capaz de repetir su final de 2004 al ser un equipo de Championship. La otra semifinal medía al pujante Manchester City con el Chelsea. El resto de grandes de Inglaterra habían caído por el camino. El Arsenal se inclinó por la mínima ante el Blackburn en octavos, un poco peor que el Manchester United, quien cedió, replay mediante, frente al Chelsea. El Liverpool, que no atravesaba una buena época aquellos años, se vio sorprendido por el Oldham en dieciseisavos, mientras que el Tottenham fue eliminado por el Leeds (2a) en esa misma ronda. 

El conjunto de Roberto Martínez soportó con personalidad la presión de ser favorito y no dio ninguna opción a los ‘Lions‘, venciendo por 0-2 en Wembley con tantos de Maloney y de McManaman. 81 años después de su fundación, el Wigan Athletic estaba a un triunfo de levantar su primer gran título y con un español en el banquillo. 

Si no hemos profundizado hasta ahora en la figura del técnico catalán es porque antes había que conocer en toda su complejidad el mérito de su hazaña. No, por supuesto que no le corresponde todo el mérito de aquella FA Cup, pero sin duda fue uno de los mayores artífices. ¿Que el Wigan descendió aquel mismo año? Sí. ¿Que con algún otro resultado hubiera repetido otra salvación agónica? También. Pero al final es obvio que aquel equipo estaba entre los cinco peores de la Premier League y aun así certificó su descenso en la penúltima jornada haciéndose por el camino con el primer y único gran entorchado de su palmarés. 

Cuando ‘Bob’ tomó las riendas del Wigan en 2009 ya era un hombre de la casa. Como jugador, Martínez fue uno de los primeros españoles en jugar en Inglaterra. En 1995, junto a sus compañeros en el filial del Zaragoza Jesús Seba e Isidro Díaz, puso rumbo a Wigan, donde les apodarían cariñosamente ‘The Three Amigos‘. Martínez, fino centrocampista, se ganó el corazón de los ‘wiganers‘ en los seis cursos que defendió su escudo. En 2001 dejó los ‘Latics‘ y pasó por varios equipos, entre ellos el Swansea, donde también dejó una profunda huella, antes de colgar las botas en 2007 en las filas del Chester. Ese mismo año comenzó su carrera en los banquillos con los ‘Swans‘ hasta que en 2009 Dave Whelan le telefoneó desde Wigan. Su triunfo en la FA Cup fue decisivo para que el Everton le contratara en 2013, asumiendo el complicado reemplazo de Moyes, preparador de los ‘Toffees‘ durante once temporadas. Desde 2016 dirige a la selección belga, con quien firmó una tercera posición en el Mundial 2018, tras caer en semifinales frente a Francia por la mínima. Esa medalla de bronce es la mejor posición de Bélgica en una Copa del Mundo. 

El héroe inesperado 

El Wigan no partía como favorito en aquella final. De hecho, ninguno de los once jugadores que alineó Martínez en Wembley había disputado nunca una final de la FA Cup, mientras que siete de los titulares del Manchester City ya habían ganado la de 2011. No obstante, Joel afirma que “Roberto tenía en su cabeza que íbamos a ganar. Él lo transmitió al equipo, hizo mucho trabajo mental durante la semana para el equipo, para que gestionase lo más fresco posible” el duelo. Tal vez fruto de ese convencimiento interior de su míster los ‘Latics‘ salieron a morder desde el pitido inicial aquel 11 de mayo de 2013, no habían llegado hasta ahí para especular. Un mes antes de la final, cuando ya sabía que el City sería su oponente en el partido por el título, el equipo de ‘Bob’ Martínez había perdido por la mínima en el Etihad disponiendo una alineación que causó muchos problemas a los locales. “Esa fue la noche en la que todos supimos que podríamos ganar la copa porque jugamos muy bien. Usamos la misma táctica en la final”, recordó cinco años después para la BBC el central Gary Caldwell. El técnico catalán formó con un 3-4-1-2, con Joel en la portería, Scharner, Alcaraz y Boyce de centrales, Espinoza y McArthur de carrileros, Jordi Gómez y McCarthy en el doble pivote con Maloney un poco más adelantado y Kóne en la punta del ataque junto al esforzado McManaman. El atacante inglés tuvo la primera gran ocasión a los nueve minutos con un disparo desde dentro del área que se marchó desviado. El City respondió con una oportunidad clarísima de Carlos Tévez, quien conectó desde el punto de penalti, cayéndose, un derechazo que Joel mandó a córner milagrosamente con el pie. La primera mitad no ofreció muchas más ocasiones, acaso otro disparo de McManaman y una nueva buena intervención de Robles tras un chut de Nasri. La táctica ‘anti-City’ había vuelto a probarse efectiva y el equipo había empezado a creer más desde el paradón de Joel a Tévez. El segundo tiempo fue menos espectacular que el primero, aunque McManaman siguió siendo un dolor de muelas para la defensa ‘skyblue’. De hecho fue él quien, conduciendo dos contragolpes, provocó las dos cartulinas amarillas a Pablo Zabaleta en la segunda parte. La roja al lateral argentino en el minuto 83 fue celebrada como un gol en la grada ‘wiganer‘ de Wembley: al igual que un león que acecha en la sabana a una cebra herida, el Wigan tenía la final donde quería. 

El cuento de hadas habría quedado redondo si McManaman hubiera marcado el tanto de la victoria. El chaval de Huyton que inicia la temporada sin minutos. El suplente que llama la atención en las primeras rondas de copa. El inexperto que no deja de destacar y se adueña de la titularidad. El futbolista de 21 años que disputa los 90 minutos de la final de la FA Cup y es nombrado mejor jugador del partido. Pero para decepción de los periodistas presentes en aquel momento, y que años después volvemos a narrar esta historia, el cuento no acabó así. No obstante, como Dios aprieta pero no ahoga, nos regaló otro relato de caída a los infiernos con oportuno auge en el momento 

preciso. En el minuto 91, Maloney botó un córner desde el lado derecho. Al primer palo, el centrocampista Ben Watson, que había saltado al terreno de juego diez minutos antes, se adelantó a Rodwell y remató fuerte de cabeza para alojar el balón en el palo opuesto de la portería guardada por Joe Hart. La locura, la incredulidad, lo imposible, lo demasiado bonito para ser cierto para una afición que no creía ser merecedora de estas alegrías. Todo ese torbellino de emociones gracias al remate de un jugador que seis meses antes, en noviembre de 2012, se había roto la pierna. “Si ves el gol a cámara lenta, Ben despegó desde la pierna que se había roto”, señaló el preparador físico Gaz Piper a la BBC en el mismo reportaje en el que habló Caldwell. “Cuando empecé a trabajar con él ni siquiera podía andar. Pasó mucho tiempo trabajando en su salto así que fue apropiado que recibiera su premio por trabajar tan duro en esas pequeñas cosas que muchos jugadores dan por hecho”

Emmerson Boyce, el portador del brazalete del Wigan aquella tarde, y el capitán Caldwell, que no pudo disputar el partido por molestias físicas, fueron los encargados de elevar el trofeo al cielo de Londres luego del 1-0, el resultado con el que se ganan las finales. La FA Cup, el torneo de fútbol más antiguo del mundo, estrenaba ganador. 

Un sueño que se acaba 

Tan solo tres días después de su gesta los jugadores volvieron a la dura realidad de la Premier League. Solo faltaban dos enfrentamientos y los ‘Latics‘, en antepenúltima posición, debían ganar ambos para mantener viva la esperanza de permanecer en primera. Pero aunque celebraron la FA Cup con refrescos en lugar de champán sabiendo lo que les aguardaba, desde el pitido inicial contra el Arsenal, su rival en la 37a fecha, se hizo evidente que las piernas de los de Roberto Martínez no estaban para salir victoriosas de aquel encuentro a vida o muerte. Los ‘Gunners‘ vencieron 4-1 en el Emirates y ponían punto final a la aventura de ocho años del Wigan entre los 20 mejores clubes de Inglaterra. 

Al año siguiente, en segunda, disputaron la fase de grupos de la Europa League y rozaron el regreso a la élite al disputar el play-off de ascenso, pero fueron superados por el QPR. A partir de aquel intento fallido, y ya sin Dave Whelan al frente del club y sin los jugadores que integraron aquella plantilla, los ‘Latics‘ se han convertido en un equipo ascensor entre la segunda y la tercera categorías, sin llegar a estabilizarse en ninguna de ellas. 

“Me dio mucha lástima bajar a la Championship porque aparte de que teníamos un gran equipo, un gran entrenador, yo sé que si nos hubiésemos mantenido en Premier League el Wigan iba a tener un futuro tremendo, por la gestión que estaban haciendo”, lamenta Joel. 

Antes del parón impuesto por la crisis del coronavirus figuraban en la vigésima posición de la segunda división, dos puestos por encima del descenso. Los objetivos han cambiado radicalmente en Wigan; consolidarse en Championship se ha convertido en su principal aspiración para, a medio plazo, intentar una reaparición en la Premier. Para volver a soñar como aquel 2013. Para que los cuentos de hadas vuelvan a tener a Wigan como protagonista.

 


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Fotografía de Getty Images.