PUBLICIDAD

La decisión de Dani Parejo

El que 'no tenía sangre', el 'pecho frío', el que 'vagaba por el campo', ese es el que ha rescatado la temporada del Centenario del Valencia a base de personalidad

Se llegó a dudar hasta de su talento.

Y cuando se alcanza el punto en el que se llega a dudar del talento de un jugador tan irrebatiblemente talentoso como Daniel Parejo Muñoz es que hay algo que está fallando en todo lo que rodea a la figura del futbolista.

***

El primero que le falló a Parejo fue el propio Dani. Su capacidad innata para ordenar a sus compañeros sobre el campo contrastaba con sus problemas para ordenarse a sí mismo fuera del terreno de juego. Salidas inoportunas, críticas de la prensa y disculpas constantes ante la afición. Una y otra vez. Poco importaba que fuera en uno de sus días libres o que no estuviera haciendo nada negativo. A día de hoy, como si fuese parte de un castigo que la opinión pública le impone por su posición privilegiada, el futbolista antes que un ser humano tiene que parecer un profesional.

Así que, de forma justa o injusta, el talento de Parejo se encontraba perdido en un círculo vicioso que amenazaba con convertirle en un jugador maldito. Pero éste no terminó de devorarlo. Retrasó su impacto, sí, pero no terminó por devorarlo.

***

Sea como fuere, Dani no fue el único que le falló a Parejo. El futbolista es él y su contexto, por eso en la mayoría de casos es absurdo hablar de mejores y peores futbolistas. Siempre ‘depende’. Y además depende de agentes externos, como los compañeros, el entrenador o el club, que muchas veces escapan a su control.

Durante muchos años, demasiados, el Valencia no fue el club indicado para que nadie creciese o evolucionase a su amparo. El fútbol es un estado de ánimo y el ánimo del Valencia tenía un único color: el gris. La frustración empapaba cada centímetro de Mestalla y contagiaba a cada futbolista que se enfundase su ya centenaria camiseta. Ganar, a la larga, parecía imposible. En el mejor de los casos se iba empatando hasta la ineludible derrota final del proyecto.

Pero es que, además, a nivel deportivo tampoco ha sido un equipo capacitado para potenciar las virtudes y esconder los defectos de un jugador con tanto potencial como Dani Parejo. A los centrocampistas ya les conocemos. Dan lo mejor de sí una vez alcanzan los 27 o 28 años. Pasó con Xavi Hernández, pasó con Luka Modric y está pasando ahora con Miralem Pjanic. Hasta entonces son jugadores imperfectos que necesitan de apoyos para compensar lo que todavía no saben.

Se podría decir que los centrocampistas como Dani Parejo traen de serie el ‘qué’ y el ‘cómo’, pero es a través del tiempo cuando aprenden el ‘cuándo’, el ‘dónde’ y, sobre todo, ‘los porqués’. Pero durante ese proceso prácticamente nadie ayudó a Parejo. Sólo en la primera temporada de Nuno (14/15) tuvo un sostén táctico (Fuego, Mustafi y Otamendi) que le permitió tener más derechos que obligaciones. En el resto de temporadas, más allá de los meses de Valverde, donde el capitán general fue Ever Banega como mediapunta, un futbolista del que se podría escribir algo parecido, a Parejo se le pedía que fuese el centrocampista que todavía no era y que, incluso, quizás nunca llegaría a ser.

***

Y es aquí donde entra el tercer no de San Pedro: el de la afición. Consecuencia de sus problemas (extra)deportivos y de la inestabilidad táctica y emocional del Valencia, en Mestalla se llegó a dudar hasta del talento de Dani Parejo. Y cuando digo esto no me refiero a su calidad técnica. Basta con ver un partido para saber que el de Coslada torpe precisamente no es. No es tan sencillo el tema. La cuestión era descifrar qué había detrás de dicha calidad. Qué significaba y qué sentido podía tener.

Dani Parejo, como Koke, es un futbolista difícil de entender. Se te puede atravesar, porque no es un jugador que entre por la vista salvo en sus mejores días, y entonces comienzas a infravalorar lo que hace. A menudo, por ejemplo, se le ha acusado de sólo saber dar pases intrascendentes. A fin de cuentas es un jugador que, aunque siempre ha demostrado tener una gran llegada, destaca por su capacidad para gestionar y ordenar. Y el orden es aburrido. Tedioso. Sólo se valora en su justa medida cuando no está, como si el orden fuese el estado natural de un equipo y el desorden todo un acontecimiento imprevisto. Por eso con Parejo hasta hace bien poquito ocurría un fenómeno curioso: cuando el Valencia jugaba mal la culpa era suya, pero cuando jugaba bien los responsables eran otros. Y realmente lo que sucedía normalmente era lo contrario: cuando jugaba mal Dani Parejo en realidad era culpa del Valencia y cuando el Valencia jugaba bien era en gran parte responsabilidad de Parejo.

 

Si un lateral está sufriendo, Parejo se responsabiliza. Si el equipo está perdiendo metros, Parejo se responsabiliza. Si Rodrigo no está enganchando, Parejo se responsabiliza

 

***

Por suerte los años pasaron y las experiencias, lejos de reducirle, le han convertido en un mejor futbolista. Ya no es sólo un centrocampista capaz de ordenar y gestionar todo el juego con pelota, siendo capaz de destacar por su talento en los escenarios más grandes, como el Bernabéu o el Camp Nou, donde de hecho siempre brilló, sino que fruto de todos esos momentos en los que se sintió y le hicieron sentirse responsable de lo que sucedía en el Valencia, Parejo ha decidido hacerse cargo de todo lo que sucede a su alrededor. O lo que es lo mismo: ha decidido liderar.

Si un lateral está sufriendo, Parejo se responsabiliza. Si el equipo está perdiendo metros, Parejo se responsabiliza. Si Rodrigo no está enganchando, Parejo se responsabiliza. Si los extremos no aparecen, Parejo se responsabiliza. Y actúa. Aunque poco o nada tenga que ver con la raíz del problema. Eso ya no es excusa. Primero porque la culpa no le frena, sino que le activa, y segundo porque con su talento puede llegar a solucionar cualquier problema que esté sufriendo su equipo sobre el campo.

El que ‘no tenía sangre’, el ‘pecho frío’, el que ‘no sentía ni padecía nada’, el que ‘vagaba por el campo’, ese mismo es el que ha rescatado la temporada del Centenario del Valencia a base de personalidad. Porque como se ha dicho en más de una ocasión: poner huevos en el fútbol no es correr hacia todos lados como haría cualquier vulgar aficionado o periodista, ponerle huevos es pedir constantemente el balón cuando nadie lo quiere porque nadie sabe qué narices hacer con él.

Y hubo un momento del curso en el que el Valencia no sabía que hacer. Su juego no se traducía en resultados. Muchos futbolistas importantes estaban con la flechita para abajo. Y Marcelino García Toral necesitaba un tiempo que, quizás, no iba a tener. El Valencia comenzaba a sentirse maniatado. Frustrado. Otra vez. Pero con una diferencia respecto a anteriores etapas: ya no había a nadie a quien culpar más que al propio Valencia Club de Fútbol. Y esto era peligroso.

***

Fue entonces cuando Dani Parejo decidió actuar. Primero cogió el balón, empezó a juntar a sus compañeros, comenzó a lanzarles, a crearles espacios y a dirigirles más que a organizarles. Luego se apretó su brazalete, dio un paso adelante sin balón y no paró de correr hasta que pudo dar ese abrazo que físicamente recibió Marcelino García Toral pero que emocionalmente iba dirigido para todo el Valencia como club.

“Me niego a dar por perdida una temporada en enero… Eso no va conmigo ni con el espíritu de este equipo. Hay tiempo y muchas ganas de lograr los objetivos. Aquí no se rinde nadie. Yo creo en este equipo”. El día 13 de enero Daniel Parejo Muñoz se negó a dar por perdida la temporada. Y hoy, cuatro meses después, el Valencia está en la final de la Copa del Rey, en cuartos de final de la Europa League y muy cerca del cuarto puesto de La Liga. Si la temporada del Centenario del Valencia termina siendo memorable, cosa que ya debería ser por la cantidad de imágenes generadas durante el propio camino, será porque así lo decidió su capitán. Su líder. Dani Parejo.