Las páginas de sociedad de los periódicos suelen hacerse eco de las bodas. La notoriedad de los contrayentes o una lista de invitados con nombres ilustres atraen la atención de los medios. Nada que pueda extrañar.
Lo que resulta más complicado es que esas informaciones abandonen la sección de crónica social para ocupar la portada del diario más leído del país. Justo eso es lo que logró una pareja de anónimos londinenses en 2016 con una decisión tan inconsciente como eficaz para la causa que nos ocupa: celebrar el banquete en el hotel en el que se concentraba la selección inglesa.
Rooney fue dándole a la lejía entre fotos y conversaciones banales hasta que, según algunos asistentes, se le puso “el rostro rojizo” y empezó a “hablar de una forma un tanto extraña”
En el vestíbulo, tomándose una pinta tras ganarle a Escocia, estaba Wayne Rooney. La música que se filtraba por la puerta de uno de los salones del establecimiento activó el sentido arácnido del entonces delantero del Manchester United. Se asomó a la fiesta vestido con el chándal de los Three Lions y empezó a saludar a los asistentes, que no se lo podían creer. De un lado, invitados futboleros con un par de copas de más alucinando con la aparición del ídolo; del otro, una nada desdeñable barra libre. It’s a match.
Rooney fue dándole a la lejía entre fotos y conversaciones banales hasta que, según algunos asistentes, se le puso “el rostro rojizo” y empezó a “hablar de una forma un tanto extraña”. Al día siguiente -no se podía saber- la imagen de un depauperado Rooney era portada de The Sun.
Este artículo está extraído del #Panenka103, un número que sigue disponible aquí
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Fotografía de Getty Images.