El 26 de febrero de este mismo año, el fútbol británico se hacía eco de la vuelta de uno de los entrenadores más emblemáticos a los banquillos de la Premier: Brendan Rodgers. Pero esta vez, vestido de azul y no de ‘red’. Tres años en la liga escocesa y siete títulos con el Celtic de Glasgow fueron las credenciales del técnico para sustituir a Claude Puel en las filas del Leicester. Su estreno con los ‘foxes’ no fue el más idóneo: derrota por 2-1 en Watford. Pero, a partir de ese instante, cambió un estilo muy definido por el contragolpe, la verticalidad y el juego eléctrico, por otro más posicional, con largas posesiones y con una filosofía que los ingleses llaman el passing game. Una rara avisen una competición muy física y directa.
Pero para explicar cómo es la figura de Rodgers y porque ha sabido encajar en un equipo 100% estilo Premier, debemos remontarnos a sus orígenes. Pónganse cómodos, cojan algo para picar y siéntense a disfrutar de una de las figuras con más contrastes del mundo del fútbol. La figura de Brendan Rodgers.
Brendan Rodgers (Carnlough, 1973) es hijo de familias totalmente contrariadas por su ideas -primer contraste del texto- ya que su padre, Malachy, era católico, y su madre, Christina, protestante. Sin embargo, hace años, el primo de Rodgers, Nigel Worthington, dijo en una entrevista al The Sun que “el hecho de que sus padres fueran de orígenes distintos, nunca ha sido un problema para él. Decidieron criar a sus hijos dejando de lado los temas religiosos”.
La carrera futbolística del británico acabó antes de empezar -segunda contradicción-. Unos problemas graves en su rodilla harían que Brendan colgase las botas a la precoz edad de 20 años. No obstante, decidió ser entrenador para poder seguir ligado a los terrenos de juego y aplicar su idea futbolística. Amante de la escuela holandesa de la época y la figura de Cruyff en especial, Rodgers decidió empezar su senda en las categorías inferiores del Reading, club en el que había vestido de corto. Allí podría medir y desmedir, ajustar y reajustar, un estilo que deseaba liderar. Hasta que topó con José Mourinho.
Según el artículo publicado por nuestro compañero Miguel Quintana en Ecos del Balón, en un apartado llamado Liverpool FC (III): La idea de Brendan Rodgers, el luso incorporó al norirlandés en la academia del Chelsea, y de él aprendió “su manejo de un grupo de estrellas, la intensidad en los entrenamientos, la importancia de la preparación y, obviamente, aspectos de su libreto táctico”. Más adelante, el Watford se fijó en él y lo firmó. Pese al mal arranque, consiguieron mantener la categoría. Volvió al Reading durante seis meses, y en 2010 fichó por el Swansea City; el primer gran reto de Rodgers. Con un juego fluido, el bueno de Brendan supo adaptar sus jugadores a una filosofía que le llevaría a la gloria: no sólo consiguió el ascenso a Premier League, sino que, además, lo hizo batiendo un record histórico, consiguiendo un porcentaje ganador de un 54,54%. El más alto en toda la historia del club, con un balance de 30 victorias, 16 empates y sólo 9 derrotas en 55 partidos. Dos años en los que consiguió un ascenso y una merecida undécima posición en la tabla.
En Leicester, Brendan ha cambiado un estilo muy definido por el contragolpe, la verticalidad y el juego eléctrico, por otro más posicional, con largas posesiones y con una filosofía que los ingleses llaman el ‘passing game’
Visto su éxito, Rodgers dio el salto más importante de su carrera y fichó por el Liverpool FC en mayo del 2012. Era el revulsivo idóneo para sustituir a Kenny Dalglish, otro amante del passing game, pero el británico necesitaba un proyecto deportivo consistente y nuevas figuras que destacasen por su control del cuero en la medular. Cuando eso pasa, dijo Rodgers, “tienes un 79% de posibilidades de ganar”. Y así fue -pese a no destacar mucho en su primer año- cómo, en su segunda campaña, Rodgers impuso la posesión por encima del rival hasta en 32 ocasiones de 38 partidos de Premier. No obstante, sólo vio los tres puntos en el 34% de dichos partidos, dada su inestabilidad en las áreas. Cambió en innumerables ocasiones la formación táctica (lo más habitual era del 4-3-3 al 4-2-2-2) pero lo que realmente proliferó en la capacidad goleadora de los ‘reds’ fue la brillantez de jugadores como Luis Suárez o Steven Gerrard, y las incorporaciones estelares de Coutinho y Daniel Sturridge. En su segundo mandato, peleó hasta el final por el liderato, pero se tuvo que conformar con el segundo puesto, llegando a alcanzar el centenar de goles con una propuesta combinativa y ultraofensiva. En palabras del periodista deportivo, Julio Maldonado, no ganar un título de liga tras marcar más de cien goles “refleja bien la gran temporada de este Liverpool de Rodgers. Queda el estilo del entrenador ‘red’, de combinación, y a menudo también verticalidad y velocidad en la salida. Un Liverpool fenomenal sin premio máximo”. Pero a partir de ahí, la cosa fue decreciendo. El bajo rendimiento y la falta de puntos, llevó a la destitución del británico en octubre del 2015.
Un año después, Rodgers firmó por el Celtic de Glasgow, equipo al que, todavía siendo fiel a su estilo como técnico, llevaría a conquistar hasta siete títulos en tres años. (El primer titulo del norirlandés con los ‘Hoops’, de hecho, coincidió con el centenar de trofeos acumulados por el Celtic. Llegar y besar el santo).
Y aterrizamos al presente. Está claro que la salida de Escocia, escoció, y mucho, en Glasgow. Pero con aires renovados, Rodgers ha prometido ofrecer a los aficionados del Leicester “un equipo con un futbol estético e intenso. Donde el colectivo siempre sea la fortaleza del club”, y que lo hará con jugadores “deseosos por aprender y que tengan hambre”. Y de momento, eso es lo que vemos. Con la salida de Harry Maguire, totalmente solapada por el buen rendimiento del turco Çaglar Söyüncü, la estabilidad de Jamie Vardy o la confirmación de James Maddison, y una sensación de equipo compacto, posicional y con pegada a la contra, Brendan Rodgers ha llevado al club a estar en posiciones europeas, habiendo jugado contra cuatro Top Six como el propio Liverpool, el Manchester United, el Chelsea o el Tottenham. Queda mucha liga por delante, pero [por qué no] con el ideario del entrenador y la calidad de los jugadores, el Leicester contiene muchos alicientes que podrían hacer soñar de nuevo al aficionado. Rodgers es, en sí, la contradicción más positiva por excelencia.