Oporto es una ciudad que atrapa, de esas en las que te imaginas viviendo nada más haber dado los primeros pasos por sus calles. No es una gran urbe como si lo puede llegar a ser Lisboa, pero se respira un ambiente sencillo. Oporto es tan preciosa como simple. Quizá en esa sencillez resida el secreto de su encanto. No me extraña que Pinto da Costa firme tantos futbolistas, todos ellos desearán vivir a orillas del Duero. Desde el primer momento uno siente qué club impera en la ciudad: FC Porto lo inunda todo. Esta percepción resulta lógica, ya que es el segundo club más laureado de Portugal, posee un importante poderío económico y es también un referente a nivel europeo. Hasta aquí el análisis racional que podría hacer cualquier persona sin necesidad de pisar su ciudad. De todas formas, no es el único equipo que reside en Oporto. En el barrio de Ramalde reside la camiseta dibujada cual tablero de ajedrez: el Boavista. Todo un clásico. Conocemos la existencia del Boavista porque posee un curioso estadio alejado del centro de la ciudad, y porque así lo dice la clasificación de la primera división portuguesa. De no ser por estos dos aspectos diríamos que en Oporto tan solo existe el Porto.
Relativamente cerca de la Casa de la Música, cita obligada, está el Estadio do Bessa, más o menos a unos veinte minutos andando. Ramalde es un territorio de la ciudad diferente del resto, alejada de las estrechas calles y de tanto turista. Se trata de una zona residencial de aparente mayor adquisición económica. No existen señalizaciones que hagan llegar hasta el estadio, ni una sola. Como mucho una rotonda algo lejos indica de forma tímida dónde puede llegar a estar el feudo del Boavista. Conforme uno se va acercando no vislumbra rastro alguno de su afición. Estamos ante un equipo que milita en la Primera División, que ha ganado varios títulos y tiene un terreno de juego con capacidad para 30.000 espectadores. Ni una sola bandera colgando de la ventana, ningún niño con la camiseta ajedrezada. ¿De verdad el Boavista es un club de Oporto? Tras la caminata, emerge un edificio extraño. Una especie de cubo, lo mismo podría ser una fábrica o unas viviendas de protección oficial. Pero no, ese cubo es el Estadio do Bessa.
En sus aledaños hay dos panteras bastante impresionantes. Las panteras, así es como son conocidos los futbolistas del Boavista. La primera posa amenazante desde el suelo, y la segunda escalando una alta torre de colores ajedrezados. Muy curioso. El estadio estaba cerrado, al igual que la tienda oficial del club. Un local en el que apenas se vendían unas pocas camisetas, mecheros y bufandas. Da la impresión de estar ante un equipo de la segunda división portuguesa y no frente a todo un campeón de liga. Desde una de las puertas contiguas se puede acceder a la zona de entrenamiento, esta sí estaba abierta. Unas instalaciones humildes en las que los más jóvenes jugaban con la pelota. Quiero creer que el ambiente sería bien distinto en la temporada 2000/2001, entonces fueron campeones de liga. Derrotaron a su eterno rival, a ese que acapara todos los focos. Ahora, más de una década después, ni desde la espigada Torre de los Clérigos se observa rastro alguno del Boavista. Impresiona mucho. Es un club ignorado hasta por las típicas tiendas de souvenirs, es más fácil encontrar una bufanda del Atlético de Madrid que del Boavista. De todas formas, es recomendable acudir al estadio ya que es muy diferente a la mayoría.
Do Dragao, sin embargo, es la grandeza personificada. Está situado en la zona de Campanha, posee una vistas privilegiadas de la ciudad. Todas las líneas de metro acuden al estadio, al contrario que ocurre con el Boavista. Se respira un ambiente de lugar importante, de club realmente grande. No es para menos, así lo atestiguan todos sus trofeos. Quizá sí esperaba algún que otro decorativo más fuera del estadio, aunque de todas formas es precioso. Se inauguró en 2003 durante un encuentro entre Porto y Barcelona. ¿Quién debutó aquel 16 de noviembre? Efectivamente, Leo Messi disputó sus primeros minutos como futbolista profesional en Do Dragao. La estructura es curiosa, da la sensación de que el césped está hundido y los asientos emergen hacia arriba. La tienda oficial del club no está mal, poseen todo tipo de merchandising, incluso es posible encontrar alguna que otra ganga. Es curioso que en los alrededores tampoco hubiera señales de sus aficionados, sin banderas colgando o pintadas en las paredes. Sí es cierto que en el centro de la ciudad, en la zona más turística, podemos encontrar indicios de que es el equipo grande de la ciudad. En días de partido sus aficionados se animan, es común ver a la gente con las camisetas y bufandas por las calles. Esta temporada no están precisamente contentos con los resultados que está logrando su equipo, y más de uno criticaba con dureza al argelino Brahimi.
¿Y qué será de los futuros aficionados del Boavista? Esta pregunta me vino muchas veces a la mente, no parece sencillo que los más jóvenes de la ciudad dejen de lado la camiseta del Porto por la ajedrezada. Si hasta en las fruterías no cesan las banderas, pósters e imágenes de los dragones. Es terrible para un club modesto tener que competir con un rival así, la captación de nuevos fans se hace una misión imposible. Imaginad que si esto sucede con un club modesto pero ganador, como es el Boavista, qué ocurrirá en otras ciudades donde el equipo modesto no habrá levantado una copa jamás en su historia.