La historia de Patricia empezó como comienzan todas las historias: soñando cuando se es niño, cuando aun no existen imposibles. Patricia soñaba de la misma manera que lo hacían todos: se veía vestida de corto en un estadio a rebosar mientrasempujaba un balón al fondo de una red. También solía volar cuando cerraba los ojos. Surcaba el cielo de su Onda, Castellón, natal y sobrevolaba el Mediterráneo, el Atlántico, cruzaba el charco y descubría un nuevo mundo. Patricia soñaba, a pesar de ver pasar el tiempo y notar cada vez más cerca ese momento en el que, casi por naturaleza, los sueños se abandonan y aquella realidad menos atractiva pero más funcional se apodera de nuestras vidas.
Esa realidad le dijo a Patricia que nunca se ganaría la vida siendo futbolista. Así que se aferró a las alas. Tras licenciarse en Comunicación Audiovisual empezó su carrera como piloto militar y en 2005 se convirtió en la primera y única mujer piloto de reactor del país. Su vida empezaba a suceder entre nubes, aviones y personalidades VIP a las que había que transportar con la mayor discreción posible. El Premio Women and Aviation el año 2008 y el de Mujer del Año 2010 reconocían un camino abierto a la figura femenina y también ponían de manifiesto el poco valor que Patricia da a todo aquello a lo que el resto de mortales llamamos ‘barreras’. “Nada de lo que he hecho ha sido para romper barreras. Mi idea nunca ha sido esa, si no simplemente ser lo que yo quería ser”, confiesa la valenciana. Algo tan natural como eso.
Entre tanto, el fútbol quedaría relegado a un segundo plano durante un tiempo, paliado entre partidos amateurs y esperando de nuevo su momento. No podía acabarse aquí un sueño infantil, y menos uno de Patricia Campos. “Estando en la Base de Rota quise jugar con el equipo americano de la Base. España no tenía equipo femenino, así que me convertí en la única española que jugaba con ellas”, explica Patricia. Y, entonces, sucedieron dos cosas: descubrió una nueva manera de entender el fútbol y encontró el camino para hacer de él algo que definiera su día a día. “La cultura americana es totalmente diferente. Aquí llevamos muchos más años jugando y tenemos más picardía, maldades”, relata, “Con ellas aprendí que lo importante es participar”, sentencia. Y poco después, una propuesta que cambiaría definitivamente el rumbo de la nave de Patricia. “Apareció la oportunidad de ser entrenadora en Estados Unidos y me fui”. Maletas a bordo y lista para aterrizar en un nuevo continente, donde se convertiría en la primera española en entrenar un equipo profesional femenino en EE.UU., el Carlsbad United de San Diego, California.
África, parada obligatoria
“Lo dejé todo y estoy de voluntaria desde febrero”. Patricia lo explica con la misma naturalidad con la que relata los últimos años de su vida. “Estando en California conocí el proyecto de Soccer Without Borders. No tenían voluntarios en Uganda así que, como hacía más falta allí que en otras partes, ese fue mi destino”, apunta. Y tres meses en Kampala dieron para mucho. “Cuando conocí a ese grupo de chicos no tenían ilusión ni esperanza para nada. Pero después de tres meses entrenando a un equipo masculino, uno de chicas y otro de mujeres y chicas con SIDA, muchos de ellos acabaron confesándome que soñaban con ser futbolistas o pilotos, y aprender español”, confiesa la soñadora de sueños, tal y como ella misma se define. Y también tiene una manera particular de definir el fútbol, ese arma capaz de integrar en África a mujeres enfermas, capaz de mediar entre tribus enfrentadas y hasta acabar con convicciones sociales bien arraigadas. “Me acuerdo mucho del poema que escribió Olivia antes de irme. Es una niña de 13 años y lucha contra el SIDA, enfermedad de la que, en el fondo, culpa a los blancos de haber llevado a Uganda. Tan distante como era ella al principio, en ese poema me confesó que yo para ella era una campeona”, confiesa, emocionada.
Por eso, por todo lo aprendido en África, América, en Rota y en su Onda natal, Patricia responde casi sin apenas dejar terminar la inquisición. “Que qué significa ‘fútbol’? Es el abrazo de un amigo incondicional, unos calcetines que te pones en invierno o, por qué no decirlo, un orgasmo que tienes con la persona que amas”. Mientras Patricia apura sus últimos días de vacaciones, espera impaciente conocer el destino de su próximo voluntariado, que llevará a cabo hasta que termine su excedencia.