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Arde París

Ha nacido un nuevo clásico: la caída del PSG en la Champions League. Otro bucle al que acomodarse. Otra lección de vida para los chavales

A ver cómo le explico a mi sobrino de diez años que el equipo de Mbappé ha fracasado, que no importa quién salga en la portada del FIFA, que el Balón de Oro anda más perdido que el barco del arroz, que Neymar es el Pinocho de madera, que Adrenalyn no es la vida real. A ver cómo le explico que los cracks también pierden. Quizás me venga bien. El dinero no lo es todo, le diré. En su cabeza, sin embargo, no encajan los últimos hechos. ¿El PSG está fuera de la Champions? Pero si tiene diez millones de seguidores en Tik Tok. Pero si Mbappé tiene 95 de media. Pero si me regalaste la ’30’ de Messi por mi cumpleaños. No lo sé, muchacho. Tampoco sé por qué Alaba festejó un gol levantando una silla de madera. ¿Quién lo sabe? Lo que sí puedo decirte es que no es la primera vez que el fútbol me deja del revés, como si me hubiera tomado tres chupitos de cazalla. Lo siento, pero no tengo argumentos para alguien que todavía ve los partidos como si fueran películas de superhéroes. El final feliz no está garantizado.

Estás sorprendido, lo sé. Tienes la misma cara que yo cuando me veo una cana en el flequillo. Kylian tiene superpoderes, te lo compro, pero él sólo no puede conquistar Europa. Esto no es un cómic de Hulk. Creía que Messi también sería el ídolo de tu generación, que vería en ti mi juventud. El fútbol cambia, mi pelo también, pero el Real Madrid no. No se deshizo del cordón umbilical que lo conecta a la épica. Cómo cambiar eso. Cómo pintarle la cara a Juanito, a Santillana, a Benzema. Voy a abrir otra lata de cerveza mientras le doy la vuelta a la famosa frase de Gary Lineker; ‘en la Champions juegan once contra once y siempre gana el Real Madrid’. Esta la firmo yo, convencido de que este torneo es como un disco de Newton, un montón de colores que, al girar, solo dejan ver el blanco. Te diré una cosa, muchacho: el problema del PSG es que pretende aprobar sin estudiar. Con la chuleta. Con el resumen del Rincón del Vago. Viendo solo la última parte de la película. No conoce a los personajes. No dispone de ninguna pista que adivine el final. Le sobran artimañas, pero le falta honradez.

 

¿Y si gastamos ya todos los cartuchos? ¿Y si el fútbol ya nunca será una sorpresa? ¿Y si nos hemos pasado el juego?

 

Si copias, te acaban pillando. Qatar es un país lejano, inexperto en la asignatura de Historia del Fútbol Europeo. Creyó que podía armar un club a semejanza de los grandes y al final se quedó en una banda tributo. O ni eso. Puede que haya imitadores de Bob Dylan con más pasta que el propio Bob Dylan, pero ninguno con su voz. Me llega para la guitarra, pero no para una operación de cuerdas vocales. Haría falta una clonación, ‘rollo’ Black Mirror. El milagro imposible de Al Khelaifi. No basta con dinero, se necesita experiencia, rigor, cultura. Aprendí, desde el sofá, que las historias se repiten; el Madrid remonta, el Bayern golea, el Barça resurge, el Atleti resiste y el PSG cae. El pichichi del Mundial es alemán, el Chelsea tiene la media de altura más alta, el Valencia cambia de entrenador y el PSG gasta millonadas para nada. En la grada está Manolo el del Bombo, en el campo Joaquín y en el sofá tú y yo. Barbacoa para ti, cuatro quesos para mí. Voy un momento al baño mientras el PSG le saca un tornillo a mi sobrino, mientras el tipo que saca las bolas en el sorteo de la Champions es el mismo que en 2004, mientras un serbio cabecea, un argentino gambetea y un italiano se peina. ¿Y si gastamos ya todos los cartuchos? ¿Y si el fútbol ya nunca será una sorpresa? ¿Y si nos hemos pasado el juego?

Ha nacido un nuevo clásico: la caída del PSG en la Champions. Otro bucle al que acomodarse. Habrá que asumir que el fútbol es un disco rayado. De nuevo, “arde París”. Una frase que ya no lleva el interrogante. Desde 2011, “arde París” se afirma con contundencia. Otra vez Neymar en la hoguera, el entrenador en la diana y el jeque en el rincón de pensar. Otra vez la Torre Eiffel llorando por sus víctimas; estrellas adineradas, pero infelices, al fin y al cabo. Puede pasar, como en Space Jam, que los monsters naufraguen. Por eso remontó el Liverpool en Estambul. Por eso el Centenariazo. Por eso Bugs Bunny. Por eso vas a ponerte ahora a terminar los deberes. Porque vas a tener que esforzarte para aspirar a la gloria, por muchas monedas que metas en esa hucha de cerdito. La que guardas al lado del álbum de cromos. 

Por cierto, se te ha mojado. Fíjate. Neymar está empapado, Messi descolorido, Pochettino irreparable. Solo se ha salvado Mbappé, tu favorito, seco como un verano andaluz. Por miedo o por experiencia, los mayores ya no coleccionamos. Sé que, para vosotros, los chavales, el fútbol puede ser un dolor de cabeza, un destructor de mitos. Pero también una lección de vida. La primera.

 


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Fotografía de Imago.