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Arda Turan tira las botas

Simeone ordenó el caos del futbolista turco, que en el Atlético de Madrid interpretó todos los papeles, desde el jugador talentoso hasta el obrero currante

Turkey's midfielder Arda Turan smiles during a training session in Bandol on June 7, 2016 ahead of the Euro 2016 football tournament. / AFP / BULENT KILIC (Photo credit should read BULENT KILIC/AFP via Getty Images)

Era obligado el chascarrillo del titular. Fue la jugada más creativa sin balón que se ha visto en un campo. Más allá del chiste, cuesta ver al turco colgando las botas con delicadeza. Le pega más un lanzamiento, no violento como al asistente, sino más desganado. Como preguntándole a los zapatos por qué me habéis abandonado. Y luego una sonrisa de alivio porque hasta Arda Turan sabe que Arda Turan se retira ahora, pero ya se había ido hace tiempo. Si antes de jugar en el Atlético no era todavía un futbolista total, tampoco lo fue después, cuando, ya con el mito fabricado sobre el campo, se empeñó en sembrarlo fuera.

Tras la etapa ‘colchonera’ se acumularon malas decisiones. Le salió mal el plan o seguramente ni lo tenía. “Yo no maquino”, afirma el Joker interpretado por Heath Ledger. “Intento enseñar lo patético que es que intenten controlarlo todo. Soy un agente del caos”. Simeone ordenó ese caos. Fue las líneas del pentagrama de notas deslavazadas, el profesor que consiguió sacarle rédito al repetidor al que todos veían potencial. Y Arda viró de un cocinero estrella Michelin, selecto e inaccesible, a un camarero del bar Manolo, donde de repente sirvieron platos exquisitos.

Arda Turan interpretó todos los papeles en el circo coral del Atlético de Madrid. El resto armaba la estructura y sentaban a los asistentes mientras él domaba los leones, sacaba el conejo de la chistera y era el enano que hacía reír a todos. Al correr, si lo suyo era correr, agitaba los brazos cortitos, rollo tiranosaurio rex. Primero lucía el pelo rizado, como si llevara la nube mágica de Goku en la cabeza. Después se dejó las patillas de velcro y se rapó tipo Action Man de las nieves, Action Man que bucea con tiburones, Action Man ninja. Lo que hiciera falta. Era un elegido. Arda Turan nació un día que Dios estaba borracho.

 

Estaba clarísimo que le iba a ir bien, una de esas buenas decisiones en las que todo acaba torciéndose. Se le vino en contra la frase de correr menos porque y tanto que corrió poco

 

Licuó un equipo rocoso. Fue la leche en una salsa espesa. Era uno de esos futbolistas lentos que son rapidísimos. No hacía controles, hacía exorcismos. Nadie lo vio, pero en la mano llevaba un mando a distancia para detener las jugadas. En un mundo en el que empezaba a ir todo muy rápido, Turan se levantaba el último para embarcar en el avión, no adelantaba en las escaleras mecánicas y no escuchaba los audios a doble velocidad. Y además corría y se esforzaba como si fuera malísimo, como si no fuera el mejor del equipo, como si con sus taconazos, croquetas o caños no encontrara siempre la llave correcta. Pero Arda siempre fue más de ser perseguido que de perseguir.

Y se fue al Barça de Luis Enrique, que era un Red Bull para desayunar. Estaba clarísimo que le iba a ir bien, una de esas buenas decisiones en las que todo acaba torciéndose. Se le vino en contra la frase de correr menos porque y tanto que corrió poco. Y a partir de aquí se diluye el recuerdo del turco, diferente según el color de camiseta. Cuando lo mejor que le podía pasar a su película era que aparecieran los créditos, llegaron las tomas falsas: agresiones en un bar, fuera de forma y hasta coqueteo con las armas. Pero eso ya no tiene cabida aquí, porque Arda no había dejado el fútbol, pero el fútbol había dejado a Arda.

 


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Fotografía de Getty Images.