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Moneda al aire: Club Gimnàstic de Tarragona

Ilusión, decepción, orgullo, rabia, honor o negligencia administrativa son conceptos que definen aquellos clubes que una vez se atrevieron a soñar

Las leyes de la probabilidad en el deporte rey son una auténtica putada. Una medida que provoca incertidumbre ante un suceso o evento futuro debe ser comprendida con la mayor frialdad del mundo. O cara o cruz. O blanco o negro. No hay matices. Se pasa de la euforia total a la mayor desesperación. No obstante, el fútbol puede llegar a hacer cosas fascinantes. Recordemos una de las mayores citas declaradas por todo aquel que ha tocado un balón en su vida: “El fútbol unas veces te da y otras te quita”, y viceversa. Pero, ¿qué pasa cuando no es el balompié el único verdugo que decide de qué lado caerá la moneda? En esta saga, recordamos lo grandes que fueron en su día algunos equipos y cómo, poco a poco, su luz se fue apagando por una mala gestión de la entidad.

CLUB GIMNÀSTIC DE TARRAGONA

El último equipo en coger tanda de esta saga es el Nàstic de Tarragona. El 1 de marzo de 1886, el Café del Centro de la Rambla Nova desprendía un aroma especial, y entre continuas rondas de bebida y conversaciones alborotadas, surgió una idea revolucionaria. Era el preludio de lo que acabaría siendo la institución deportiva más antigua de España:

– “¿Y si creamos un club para hacer deporte?” – diría el lúcido.

– “No hay huevos” – respondería el cuñado de turno.

– “Sujétame la copa”.

Sin saber muy bien el porqué, esta es la imagen que ha creado mi subconsciente al saber que, como toda gran idea, la propuesta de crear un club deportivo se hizo en un bar entre doce jóvenes entusiastas. Como todos eran socios de un gimnasio, y el principal atractivo de la época era la gimnasia sueca, decidieron que el nombre de la nueva entidad sería Club Gimnasio. No se rebanaron los sesos, que digamos. Pero siete años después, cambiaron el nombre a Club Gimnástico de Tarragona, y en 1914 se constituyó la sección de fútbol, absorbiendo al otro equipo de la ciudad, el Club Olímpic. “Ser la entidad polideportiva más antigua de España es una etiqueta. Para mí, es más importante ser el club más representativo de la ciudad, y del territorio”, afirma Carles Cortés, periodista y exnarrador de los partidos del Nàstic en Ràdio Ciutat de Tarragona.

Tras las irremediables guerras que azotaron el continente europeo, en 1947, el equipo consiguió ascender a la élite del fútbol español. Un paso histórico pero efímero, ya que tan solo consiguieron establecerse durante tres años en la máxima categoría. No obstante, siempre se recordará la victoria ante el Real Madrid en el estreno del Nuevo Chamartín; era la primera -y única- vez que un equipo ganaba en el coliseo madridista en su primera visita. En 1950, el club entró en una situación económica delicada y descendió a Segunda. Tres años después, caería a Tercera, división en la que militó durante los siguientes 19 cursos. En la temporada 1971-72, volvió a la categoría de plata y se mantuvo allí durante cuatro años. Los inicios de los años 80, marcarían la peor época deportiva del conjunto ‘grana’. Con la creación de la Segunda B en 1977, el club divagó entre esta y la Tercera División. No fue hasta el cambio de siglo que el Gimnàstic conseguiría cambiar la dinámica y empezar una nueva etapa para intentar la proeza de volver a lo más alto.

‘VENI, VIDI, VICI’

Después de 22 años, en la temporada 2000-01, los tarraconenses regresaron a la categoría de plata del fútbol español, tras imponerse a Cádiz, Zamora y Amurrio en play-off. De nuevo, una gesta demasiado corta, porque volvieron a descender al año siguiente. Pero se empezaban a establecer las bases de un proyecto ilusionante: tras la transformación del club en Sociedad Anónima Deportiva, el Nàstic solo estuvo dos años en Segunda B: “Con el ascenso a Segunda en 2004, el equipo era seguido por miles de personas. Cuando nació lo que llamamos la ‘nasticmanía’, nos dimos cuenta que algo estaba cambiando. Hasta entonces, los niños iban al colegio con la camiseta del Barça y del Madrid. Pero cuando el equipo ascendió, empezaron a llevar la del Nàstic”, comenta Cortés.

Tras un inicio algo dudoso donde el equipo no acababa de arrancar, la ciudad no perdió la confianza en los jugadores, y empezaron a haber desplazamientos masivos por todos los estadios rivales: “Los mejores recuerdos te los dan los aspectos sociales, como el gran desplazamiento a Lleida o las fiestas de los ascensos en la Plaça de la Font”, rubrica el periodista en referencia a la zona más icónica de la ciudad. A falta de tres jornadas para concluir la temporada 2005-06, el Nàstic visitaba el Estadio Chapín de Jerez de la Frontera con la ilusión de conseguir, al menos, un punto que certificaría el ascenso matemático. Pitido final, 0-0, y un sueño hecho realidad. El club tarraconense volvía, tras 56 largos años, a Primera División.

 

¿Cuál es el mayor éxtasis que has vivido en Can Nàstic?

El ascenso en Jerez de la Frontera. Tuve el privilegio de narrarlo en SER Catalunya y se cumplía un sueño personal que tenía de pequeño: subir a Primera. Era impensable y se consiguió. A Chapín nos llegaba el ambiente de la Plaça de la Font, y cuando regresamos el día siguiente y vivimos la celebración, nos quedamos sin palabras. Nunca lo olvidaremos y nunca volverá a ser igual.

¿Añoras el derbi de la provincia? 

Rotundamente, sí. Creo que las rivalidades son muy bonitas bien llevadas y el derbi incluso es necesario después de lo vivido durante las últimas temporadas. Más allá de ser un derbi, nos pone más en el mapa del fútbol estatal. Ahora, lo hemos perdido todo o casi todo, por un lado y por el otro.

IDAS Y VENIDAS; SUBIDAS Y BAJADAS

El sueño del conjunto ‘grana’ acabó antes de poder disfrutarlo. Solo un año en Primera, colista, y a 12 puntos de la salvación. La aventura dejó por su paso una crisis financiera que casi lleva al club a la desaparición. La masa social dejó de creer y la entidad acumuló una deuda de diez millones de euros. En 2012, descendió a Segunda B, donde se mantuvo tres años, pero fueron temporadas mágicas donde siempre se luchó por el ascenso. Después de la frustrada final del play-off ante el Llagostera -donde perdieron en el último segundo-, en 2015, recuperaron su billete para la categoría de plata como líderes indiscutibles del Grupo III. En el primer año en Segunda, hicieron del Nou Estadi un fortín donde solamente Alcorcón y Lugo se llevaron la victoria, pero se quedaron a tres puntos del ascenso directo. Las siguientes tres campañas, el equipo no rindió, y se temía volver a descender. Finalmente, el año pasado se culminó la tragedia junto a sus vecinos e íntimos rivales, el Reus Deportiu. “Creo que se veía venir y no sorprendió a nadie. Las cosas en las últimas temporadas no salían bien y se estuvo en el filo de la navaja siempre. Y al final, te acabas cortando”, afirma Cortés.

 

Este año es uno de los equipos con más presupuesto y con una de las plantillas de más calidad de Segunda B. Aun así, está decepcionando bastante. ¿Qué crees que es lo que falla?

Es difícil definir qué le pasa al equipo. Seguramente tendríamos que saber primero lo que le está ocurriendo al club. La pregunta es más amplia y tiene que ver con una línea a seguir global y no puntual. Cuando pasan decenas de jugadores, varios entrenadores y directores deportivos durante cuatro años, no puede ser que todos sean malos.

¿Han cambiado los objetivos que se propusieron a principio de temporada?

Cambiar no lo sé. De momento deben reconducir el barco y asentar al equipo en la categoría. Hay tiempo para todo, pero de momento no se puede poner más presión de la que hay, que es mucha. Cuando el equipo gane partidos y recupere una confianza que ahora no tiene, se deberá analizar cómo está y ver si se llega a tiempo de conseguir los objetivos iniciales.

 


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Fotografía de Marc Ventura