No se considera escritor pese a que acaba de publicar un libro. Jamás se dedicó al fútbol profesional pese a que dijera lo contrario cuando se fue a vivir a Alemania. Tanto puede tirar de humildad como de engaño. Manel Vidal Boix (Salt, 1989), que nunca supo qué camino tomar en la vida, recoge algunas de sus certezas a través del fútbol. Después de escribir guiones y monólogos, Vidal se estrena en el mundo editorial por la cacería del sector, pero también por su vocación literaria por explotar. El ‘sotanisme’, que nació como entretenimiento ‘culer’ y derivó en ideología entre muchos catalanes, está de enhorabuena. La pasada a l’espai, de esencia autobiográfica, es también una extensión de La Sotana, otro producto al que acudir cuando uno está cansado del entorno barcelonista, menguado y repetitivo. Otro trampolín para impulsarse hacia los mundos paralelos al fútbol.
¿Cómo llevas lo de conceder entrevistas?
No me molesta hablar. Lo que pasa en estas entrevistas de promo es que te acabas repitiendo. Esto lo llevo fatal. Pienso que estoy aburriendo a la gente.
Quizás te estás aburriendo más a ti mismo que a la gente.
Ya. Es más bien eso. Escucho mi voz todo el rato. Me estoy cansando de mí mismo.
¿A todos les pegas la misma chapa?
A ver, hay algunas preguntas diferentes. Pero normalmente se repiten.
Intentaré salir de la norma. De entrada, déjame decirte que me ha gustado mucho el libro.
Qué guay, muchas gracias.
Al terminarlo, he pensado que no deja de ser una autobiografía. Nos cuentas mucho sobre ti.
Sí. La editora me dijo que tenía que escribir un libro sobre fútbol en el que hablara de otras cosas. Y pensé: ‘vale, ahora te la enchufaré’. Hablaré de fútbol y de otras cosas que hace tiempo que quiero contar.
¿Ya lo tenías previsto, entonces?
Me apetecía desde hacía tiempo contar cosas mías que pueden ser interesantes y, sobre todo, divertidas. Todavía no sabía cómo. Así que aproveché la oportunidad.
El libro me ha parecido la unión de tus dos mundos: El Soterrani y La Sotana. Monólogos por un lado y comentarios futboleros por el otro.
Es verdad. No lo había pensado en esta estructura. La Sotana es ese espacio en el que hablamos de fútbol como a mí me gusta que se hable de fútbol. Y El Soterrani era ese espacio donde se hablaba de otras cosas que a mí me interesan igual o más que el fútbol.
En el libro, el fútbol es lo de menos y a la vez lo es todo. Ya no sé si es un punto de partida o más bien una excusa para hablar de todo.
Es un hilo conductor. Me permite ir y venir constantemente. Hay una dualidad. Por un lado, a veces me conviene usarlo como excusa para abrir otro tema. ¿Sabes cuando a un niño le enchufan la verdura escondida en un trozo de carne rebozada? Pues yo hago lo mismo con el fútbol. Como me siento cómodo en él, me veo capaz de usarlo para entrar en otro mundo.
Y por otro lado…
La otra parte consiste en hablar de fútbol sin nada más. Como tema central. A veces es el fútbol por el fútbol. Y me gusta que así sea. El fútbol es de las mejores herramientas que hay para sacar otros temas. Vuestra revista va un poco de esto, de tocar otros temas paralelos al fútbol. Pero a la vez, vuestra revista también es puro ‘furbo’; el juego, los futbolistas, los entrenadores, la calle.
Lo que nos mueve, en el fondo, es la pelota.
El fútbol nos sirve para hablar de otras cosas, sí, pero sobre todo nos sirve para hablar de fútbol, joder.
¿Quién te animó a escribir el libro? En los agradecimientos mencionas a tu editora, pero también a tu hermana.
Mi hermana Alba me ayudó a encararlo con más convencimiento. Recuerdo que quedé un día con ella para pasear por Barcelona, cosa que hacemos a menudo. En teoría, ya tenía que estar escribiendo el libro en aquel momento, pero me estaba costando mucho. Sin contarle nada, supongo que por esa conexión que hay entre hermanos, me desbloqueó un recuerdo de infancia. Me dijo: ‘De pequeño, después del cole, te ponías a escribir, decías que escribías libros, así que de algún modo siempre ha sido lo que has querido’.
¿O sea que de pequeño querías ser escritor?
Sí, tío. Durante un tiempo, cuando iba a Primaria, hacía esto. Mi hermana me ayudó a ver que lo que estaba haciendo no era una cosa absurda, un encargo, sino mi voluntad de cuando era pequeño.
Entiendo que, después de hablar con ella, la escritura comenzó a fluir.
Lo llevé mal de todas formas. No nos engañemos. Pero, aunque no lo haya gozado especialmente, tampoco te diré que ha sido una tortura. Cada vez que escucho a un escritor diciendo que lo pasa muy mal escribiendo, pienso: ‘pues tío, no lo hagas. Que sepas que tengo un amigo que trabaja en la fábrica de Haribo, la fábrica de chuches de Banyoles, y buscan gente’.
(Risas) ¿Has llegado a disfrutar de verdad en algún momento?
Lo disfruté justo cuando lo estaba terminando. Pensé: ‘vale, tendré un libro’. El proceso en sí ha sido bastante desagradable, la verdad.
Recuerdo que dijiste en La Sotana que habías remado mucho para llegar a este número de páginas.
Sí. Tengo un problema con los plazos. Soy incapaz de cumplirlos. Me he pasado todas las deadlines por el forro. Pero entiendo que les pasa a todos los escritores de Catalunya y del mundo.
¿Por qué lo entiendes así?
Cuando piensas que estás yendo tarde y te romperán el contrato, no tienes más cojones que ponerte a hacerlo de verdad. Creo que esa presión, esa deadline, es mentira. Por lo menos, en mi primera incursión en el mundo editorial, así me lo ha parecido.
“El fútbol nos sirve para hablar de otras cosas, sí, pero sobre todo nos sirve para hablar de fútbol, joder”
Por cierto, volviendo a los agradecimientos, me ha parecido divertido que nombres el diccionario de sinónimos de Softcatalà y que lo definas como una ‘estructura de estado’.
Es que lo es. Va muy bien. Y la peña que lo mueve es voluntaria. Ellos mismos han levantado esto y, por lo tanto, les tengo el máximo respeto, admiración y agradecimiento.
Es una herramienta que también uso mucho. Un buen sinónimo siempre me hace parecer más bueno de lo que soy.
Claro. A mí me pasa lo mismo. De vez en cuando, Softcatalà nos salva.
Aunque hayas tirado de muchos sinónimos, tengo que decirte que la lectura se me ha hecho auténtica, familiar, sin florituras. Leerte ha sido como escucharte hablar.
Me gusta que me lo digas porque era la intención. Le envié el libro a Anna Pazos y me dijo una cosa que me gustó mucho. Me dijo que, cuando lo leyó, le pareció que escribir es fácil. Lo consideré un gran halago.
Y más para un debutante.
Yo vengo de escribir guión, secciones, monólogos. En realidad he escrito un montón en los últimos años, pero siempre han sido textos pensados para ser leídos en voz alta. A veces por mí, en La Sotana o El Soterrani, y a veces por otros, en La Competència, con ‘els Òscars’. Mi forma de escribir está marcada por esto.
Te lanzo una de las frases que más me ha molado del libro: “Uno no es padre por el hecho de tener un hijo, igual que un pianista no lo es por el hecho de tener un piano”. La pregunta es: ¿ahora que has escrito un libro, te tenemos que considerar escritor?
No, sigue la lógica de la frase (risas). Aunque tampoco sé qué características te convierten en escritor.
Fumar mucho.
Exacto, y beber whisky a las once de la mañana.
Escribir una novela.
Supongo que sí. Crear una obra, al fin y al cabo. Aunque, a día de hoy, con la burbuja editorial que hay en este país, también te digo que un libro lo puede sacar cualquiera, igual que me ha pasado a mí.
¿Qué quieres decir?
Que lo he hecho siendo consciente de que, cuando llegas a cierto punto, es fácil que la oportunidad se te de. Podía pasar que se buscara mi nombre, o el de La Sotana, para un nuevo libro.
¿Eres lector?
Soy bastante mal lector. De niño leía muchísimo. Después lo abandoné y, en los últimos años, he recuperado otra vez el gusto por la lectura. Solo un poco, tampoco me he flipado.
¿No hay ningún estilo o autor que te haya podido influenciar en el libro?
Mira, voy a citarte un libro que no he leído: Fiebre en las gradas, de Nick Hornby.
¿Y esto por qué?
Porque algunas personas me han dicho: ‘tío, has escrito Fiebre en las gradas a la catalana’. Y yo les digo: ‘imposible, no lo he podido plagiar porque no lo he leído’ (risas).
Cítame alguno que sí hayas leído.
Leí, no hace mucho, No digas nada, de Patrick Radden Keefe. Me he puesto muy pesado con este libro. Lo he recomendado muchísimo. A nivel de ritmo y nivel periodístico, está super bien escrito. Lo del ritmo, que sea ágil, lo quería para mi libro. Y te citaré otro: Léxico familiar, de Natalia Ginzburg. Me ha inspirado en los capítulos que tienen que ver con mi familia.
Tiras muy para atrás en el libro, recordando tu infancia. Hablas de tu abuelo como la persona que te transmitió el barcelonismo. En todas las familias tiene que haber una persona encargada de esta misión, ¿verdad?
Sí. Y en el caso del Barça todavía más, porque hay muchos vínculos entre el barcelonismo y otras cosas.
¿Qué cosas?
Catalanismo, etc.
¿Sucede sólo con el Barça?
Más que en ningún otro club, pero puede ocurrir en otros, claro. Tengo un amigo del Espanyol que su formación como ‘perico’ es muy parecida a la mía como ‘culer’. En mi caso fue por mi abuelo, por pura tradición familiar. Pero dentro del barcelonismo se mueven tantas esporas que uno se puede hacer ‘culer’ por mil motivos.
¿Nos flipamos mucho con el Barça?
Muchísimo. Lo sobre interpretamos mucho. Pero a mí me encanta que sea así. Tenemos que hacerlo.
Lo interpretamos como si fuera Catalunya.
Sí. Me acuerdo ahora de esa frase mítica de Vázquez Montalbán; “el Barça es el ejército no armado de Catalunyaa”. Es una frase muy bonita, pero, en realidad, lo que mola de los ejércitos es que estén armados. Cuando eres un país que no tiene ejército, te lo tienes que inventar. Y el Barça ocupa muchos espacios de un país que no tiene estructuras que otros sí tienen.
Te tiro otra frase del libro: “El fútbol es un perímetro cerrado donde el odio está igual de aceptado que el amor”. A los ‘culers’, qué les mueve más: ¿el odio o el amor?
A mí me mueve más el antimadridismo, no sé a los demás. Aunque me guste mucho mi yo ‘culer’, y lo cultivo, cuando el Madrid se juega el pase en una eliminatoria, me pongo igual de nervioso.
¿Hasta qué gol del Madrid aguantas?
Es una gran pregunta (risas). Hasta el segundo, creo.
Otra frase: “La complejidad y la riqueza de las conversaciones (públicas y privadas) que tenemos los catalanes no tienen nada que envidiar a las de ningún país del mundo”. ¿Qué te hace pensar que Catalunya es un país de conversaciones guays?
Lo he hablado mucho con un amigo, Albert Lloreta, que ha viajado mucho y habla un montón con la gente allá donde va. Dice que las mejores conversaciones se encuentran en Catalunya y en Grecia. Nuestra idiosincrasia tiene muchas capas. Hay muchas maneras de contar lo que ocurre aquí y lo que nos preocupa. Quizás es un poco chovinista, de mirarse el ombligo, pero nuestro nivel de conversación es inigualable.
“Si meto un gol guapo en la liguilla donde juego, me voy a acordar de él durante semanas. El fútbol te permite volver a ser un niño”
Nos encanta alargar la sobremesa.
Los catalanes somos pesadisimos hablando de nosotros mismos. Somos prácticamente argentinos. Todos los catalanes somos ‘catalonólogos’, gente que entiende de Catalunya, igual que los argentinos de Argentina.
A veces no sé si estamos hablando o nos estamos quejando. La política aquí siempre trae cola.
Vivimos un momento político en el cual interesa que lo que se diga aquí sea poco interesante, y que las cosas interesantes pasen en Madrid. Me molesta cuando algún colega me dice que los catalanes somos muy pesados, que nunca estamos contentos. Pienso: ‘joder, tenemos unas conversaciones de puta madre, disfruta de la sobremesa’. Y, además, tenemos la capacidad, más de lo que creemos, de pasárnoslo bien. Eso es lo más importante.
En el libro hablas de la selección catalana y sus partidos míticos de los 90 y los 2000. Cuesta creer que vuelva a repetirse un ciclo como aquel, ¿verdad?
Fue una llamarada que no terminó de hacer fuego.
Ni siquiera se reavivó durante los años de auge del independentismo.
Ya. Creo que no lo explico en el capítulo, pero voy a intentar hacerlo ahora, aunque seguro que no me saldrá bien.
Por favor.
Como ‘el procés’ iba bien, y estábamos muy calientes con la idea de la independencia, no queríamos tener ningún tipo de conversación autonómica. Y, en esta línea, el hecho de tener una selección catalana sin ser un estado, lo veíamos como poca cosa. Internamente, pensábamos: ‘cuando tengamos un estado, ya tendremos una selección’.
Viajemos ahora a Alemania, donde viviste cuatro años. Allí te inventaste la historia de que eras jugador profesional. Y te quedaste tan ancho.
Fue así, cien por cien (risas). Me inventé que había jugado en Tercera, y era muy fácil de comprobar que era imposible.
¿Ha sido una de tus mentiras que más ilusión te hubiera hecho que fuese verdad?
La verdad es que sí. Me gusta bastante la pregunta porque es así realmente. Muchas de las mentiras que he dicho han sido para salir del paso, y esta no. Esta fue una mentira aspiracional, por decirlo de alguna manera.
Y en cierto modo funcionó. Tuvo su recorrido.
Jugué un tiempo allí, en el fútbol amateur. Y sí, mi mentira tuvo su recorrido hasta que lo dejó de tener. Lo bueno es que, durante un período corto de mi vida, el hecho de que mi sueño de ser futbolista profesional pudiera ser cierto, se cumplió, aunque fuera de una forma muy metafórica (risas).
A muchos nos mueve la frustración de no haber sido futbolistas. Por eso después terminamos escribiendo sobre fútbol, o haciéndonos entrenadores de chavales, por el hecho de situarnos lo más cerca posible de nuestro sueño de infancia.
Hay muchos periodistas que son futbolistas frustrados, es verdad. Gente que juega la liga de medios de fútbol sala y se lo toma como si fuera la Champions League. Hay una frase muy buena de Ramon Besa, que creo que dijo en el podcast Desobediència Cruyffista: “el fútbol es nuestro retorno semanal a la infancia”.
Totalmente cierta.
Si meto un gol guapo en la liguilla donde juego, me voy a acordar de él durante semanas. La frase de Besa es rimbombante, pero es cierta. El fútbol te permite volver a ser un niño. Cuando juega el Barça y cuando juegas tú.
Tú que has jugado en el fútbol amateur, en Catalunya y en Alemania, ¿qué crees que hay que tener, a diferencia del fútbol de élite, para destacar en ese mundo?
Creo que, por muchas vueltas que le demos, hay una cosa que te hace destacar a cualquier nivel: meter goles. He visto jugadores que se han ganado la vida jugando a fútbol y que solo tenían esto. Lewandowski ahora mismo, por ejemplo. Hay otras armas más allá del gol. En el fútbol amateur funciona muy bien el hecho de ser espabilado, montar las cenas, ser el alma de la fiesta, hacer las coñas.
Hablemos del Camp Nou. En el libro cuentas que ir al ‘estadi’ era como ir a misa.
Sí, era una experiencia religiosa. Me encantaba. Tampoco fui tantas veces, pero en todas ellas tuve la misma sensación. Tengo ganas de que esta generación regrese al Camp Nou. Y si finalmente se hace la despedida de Messi cuando se inaugure el campo, moveré cielo y tierra por estar ahí. Montjuic, como segundo estadio, cumple, pero poco más. No hay nada como el Camp Nou.
Hay mucho debate acerca de la grada de animación. ¿Tú la echas en falta?
Tiene poco que ver con nosotros. El Camp Nou tiene personalidad propia. Se adapta a lo que ocurre en el terreno de juego. Esto es imbatible. Y volverá cuando terminen las obras. Nuestro campo no aprieta tanto como el Bernabéu, Mestalla, Anfield o el del Dortmund, pero conecta mejor que ninguno con la sociedad que tiene detrás. Me encanta nuestra forma de animar, reactiva. Primero le pedimos a los jugadores que nos den algo y después ya veremos qué hacemos.
Esto lo decía Sergi Pàmies. Reivindicaba el silencio del Camp Nou como virtud, como espectáculo intelectual más que tribal. Aplaudiré, o animaré, en función de lo que veo.
Exacto. Y estoy super a favor. Es importante que primero ocurra algo.
En el libro hablas de la necesidad de idolatrar. Te ha ocurrido con De la Peña, Busquets y Messi, entre otros. ¿Por qué son tan importantes los ídolos para ti?
Creo muchísimo en la idolatría. Mi pareja me dijo, hace un par de años: ‘Tío, tú necesitas mucho admirar’. Y pensé: ‘Pues sí, es verdad’. Y no me molesta nada esta necesidad de admirar. La gente que se protege en su vanidad, no admirando a otra persona por lo que sea, por la comparación o la frustración, creo que sufre más.
¿Es posible no admirar a nadie?
Un amigo me dijo una vez: ‘Tío, que sepas que yo no admiro a nadie’. Y pensé: ‘Pues vaya puta mierda, porque mira que está lleno de gente que se puede admirar’. Además, se puede admirar sin uno sentirse identificado. Sin querer ser como esa persona. Quizás sea la admiración más pura. Me gustan muy poco las personas, pero las que me gustan, me gustan muchísimo. Hasta el final.
Me ha gustado mucho una frase sobre Messi: “Fue el mejor jugando con la cabeza gacha, y fue el mejor del mundo cuando decidió levantarla”.
Me acuerdo mucho de aquel momento, de aquella transición. Fue increíble. Ya era el mejor del mundo haciendo una cosa, y nos quedamos flipando cuando también lo fue en todas las demás.
Fue un poco mérito de Guardiola, ¿no?
Totalmente. El otro día lo pensaba, con actitud bastante pesimista y muy ‘culer’ por mi parte: ‘Espero que Lamine Yamal tenga a Flick muchos años’. Si no tienes un entrenador, te vas para un lado o para el otro. Messi es grande por sí mismo y Guardiola no le enseñó nada, pero le potenció cosas que tenía escondidas. Sin la visión de Pep, la historia no hubiera sido tan grande.
De las versiones de Messi, ¿cuál fue la que más te flipó?
Buena pregunta. Hay muchas. Hay como cinco versiones de Messi y todas dan como resultado el mejor jugador del mundo.
A mí me impactó mucho el Messi de la época de Valverde. Iba solo. Cuando seguramente menos equipo tenía, seguía petándolo igual.
Es verdad. Tapaba muchas cosas. Me gustan todas las versiones de Messi, pero hubo una que me gustó especialmente, por su madurez. Fue cuando, con Luis Enrique, le pusieron a Neymar y Suárez y se lo tomó con una tranquilidad enorme y sin ningún tipo de ego. Dijo: ‘vale, ahora somos tres buenos, vamos a sacarle provecho’.
“Si no tienes un entrenador, te vas para un lado o para el otro. Messi es grande por sí mismo y Guardiola no le enseñó nada, pero le potenció cosas que tenía escondidas”
Es inevitable pensar que Lamine Yamal puede hacer lo mismo que Leo, ese desplazamiento hacia el medio, ese ‘levantar la cabeza’ del que tú hablas.
Sí, lo hablamos mucho entre los amigos. Pero igual tenemos mucha prisa. No tiene ni 18 años, y a lo mejor será solo un extremo, el mejor extremo. O quizás no. No lo sé. No será Messi, pero quizás tendrá la carrera que hubiera podido tener Neymar. Y ya estaría bien.
Otra frase: “En el fútbol hay momentos en los cuales el colectivo se puede beneficiar de la ambición del narcisista”. Es como decir que es el único sitio donde todos nos podemos dejar llevar por un cretino.
Cristiano Ronaldo tiene este carácter. Y lo podemos odiar y todo lo que quieras, pero él, pensando todo el rato de forma egoísta, enfadándose si le cuentan gol a otro compañero que no sea él, consigue cuatro Champions para el Madrid. Te puedes beneficiar de una persona que está pensando en ella todo el rato. Supongo que pasa mucho en los deportes colectivos.
¿Qué es lo que más envidias de los futbolistas?
Hostia. La vida seguro que no. Para nada.
¿La pasta?
La pasta te cambia la vida y muchas generaciones después de ti quedarían salvadas. Pero no te creas, tampoco me pone muy cachondo la pasta. Insisto, la vida seguro que no se la cambio a ninguno.
¿Por qué no?
Cuando dicen que a un jugador le gusta mucho Barcelona yo pienso: ‘¿Pero de qué Barcelona estamos hablando?’ .Si este tío vive en Castelldefels y no ha ido nunca a esta plaza donde estamos tú y yo ahora. ¿Cómo tiene que ser de mierda vivir en Mánchester para que esta vida te cambie tanto por el hecho de querer moverla a Barcelona? Mi ‘Barcelona’ mola muchísimo más que la de esta gente. Lo que sí les envidio es el hecho de jugar delante de 100.000 personas.
Entre los futbolistas, parece que lo típico es ir de casa al campo de entrenamiento, y viceversa, sin ningún tipo de vínculo con la vida social de la ciudad.
Esto lo hablaba con Oleguer Presas, que lo entrevistamos en La Sotana. Su caso es totalmente atípico. Está muy obsesionado con que su imagen sea la de una persona normal. Teníamos que hacer un programa en directo delante de 300 o 400 personas y el tío estaba de los nervios. ¡Un tío que ha jugado en el Camp Nou!
¿No se ponía nervioso en el Camp Nou?
Decía que no, que no tenía nada que ver. Decía: ‘tú en el Camp Nou no ves nada, no piensas en la gente, solo en la pelota’.
Tengo una pregunta que no sabía dónde ni cuándo meter.
Tira.
Hablas de la primera paja como un segundo nacimiento.
Sí (risas). Esto es una cosa que me inventé y me hizo bastante gracia. Darle forma de teoría psicológica o científica.
La pregunta es: ¿qué te cambia más la vida, la primera paja o el primer polvo?
Es una muy buena pregunta. Creo que la primera paja. El primer polvo lo solemos asociar a experiencias traumáticas. Si alguien me dice que su primer polvo fue increíble, no lo voy a creer. Llegué al primer polvo sin estar nada preparado, simplemente porque, por hormonas y edad, me tocaba. Por presión social, acabas entendiendo que tienes que hacerlo. Por lo tanto, no tengo un buen recuerdo. El momento de la primera paja, esa exploración de uno mismo, es más agradecido y emocionante. Se vive en paz.
Ya para terminar, Manel, quería preguntarte por este Barça. ¿Crees que te inspirará en un futuro a volver a escribir?
Está molando muchísimo y creo que puede inspirar un montón de libros. No sé si a mí. Tal y como enfoco las idolatrías, me resultaría raro escribir un libro con mucha devoción sobre alguien que tiene quince años menos que yo (risas).
Te entiendo (risas).
Pero los ‘culers’ del futuro, cuando miren atrás, estoy seguro que encontrarán muchísima materia prima para escribir. Este Barça está lleno de peña que mola mucho, joder. Tiene mucho relato, mucha narrativa, puedes admirar muchísimo a muchos jugadores del Barça. El otro día pensaba: ¿qué camiseta del Barça me compro? Me podría comprar 50.
El de Pep son palabras mayores, pero este Barça juega mejor que el de Rijkaard y el de Luis Enrique. ¿No crees?
Lo creo. Y no somos del todo conscientes. Si vieras partidos del Barça de Rijkaard, pensarías: ‘lo mismo no jugábamos tan bien’. También es cierto que veníamos de comer mierda durante muchos años. Ahora jugamos un fútbol mucho más eléctrico, mucho más vistoso.
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