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La Siberia del periodismo

¿Qué diablos es el periodismo deportivo? Una reflexión sobre el oficio de contar el deporte, que tantos han practicado y reflexionado, sin obtener una respuesta clara

En Closer, la inolvidable película del alemán Mike Nichols, el gentleman británico Jude Law interpreta a un obituarista de un diario londinense con ínfulas de escritor. En los primeros compases de la cinta, resulta particularmente conmovedor cuando éste le habla a Natalie Portman de su trabajo, refiriéndose a escribir obituarios como la “Siberia del periodismo”. Menos mal que para el momento en el que se estrenó el film (2004) todavía no estaban en boga los minuto a minuto de los partidos en páginas web, ni las coberturas de los reconocimientos de cancha, ni tampoco se montaban melodramas en las mesas de debate, porque habría desatado toda una controversia la aseveración del bueno de Jude. O mejor dicho, del cabrón de Jude.

De hecho, a estas alturas del partido, sería bastante complejo encontrar cierta unanimidad en torno a la verdadera ‘Siberia del periodismo’. La nota roja por lo menos tiene representación en la cultura popular con aquella gran actuación de Jake Gyllenhaal en Nightcrawler y encima, como bien tuvo a decir el crítico de cine Rafael Aviña, puede ser traducida como “la historia no oficial de una ciudad”. Así que si estaban pensando en ella, sugiero descartarla de inmediato.

De los ya referidos obituarios me fío todavía menos, y aquí, si se me permite, voy a ser todavía más inflexible. Piensen en Margalit Fox, quien escribió más de 1.400 obituarios para el New York Times antes de volcarse enteramente a la literatura. Si bien admitió que ningún niño en el planeta se plantea convertirse en escritor de obituarios cuando sea grande, Fox advertía que se trata de un género eminentemente narrativo. Así que miremos para otro lado.

De la prensa rosa prefiero no hablar, puesto que lo peor que puedes hacer en la vida es enemistarte con la prensa rosa. Así que no. Siendo un cazador confeso de pequeñas derrotas, no pienso librar esta cruenta batalla. Además se lo debo a mi abuela, que siempre acondicionaba el baño de su casa con un tropel de revistas de espectáculos que hacían más llevadera mi estancia y mis paradas de emergencia.

 

Mirando en el sentido opuesto, no pienso hablar mal de ninguno de mis colegas, desde luego. No tengo ninguna autoridad moral ni intelectual para hacerlo. Cada quien es libre de agitar su bandera y la causa de turno para escalar peldaños sociales

 

Dicho todo esto, solo nos queda abordar al periodismo deportivo. ¿Qué diablos es el periodismo deportivo? Yo no lo tengo nada claro. He escrito una docena de artículos tratando de dilucidarlo, coleccionando fracaso tras fracaso. Ni el propio Richard Ford lo tenía claro cuando concibió El periodista deportivo. Alberto Lati me aseguró que no existía. Que las etiquetas sobraban. Que hacías o no hacías periodismo. A Enrique Ballester le dijo el exlocutor Eduardo Mas algo que se parece mucho a la definición perfecta: “Primero habría pagado por ello, después lo habría hecho gratis, luego solo si me pagaban, y al final ni cobrando”. Ahora bien, si hablamos de los gallegos -Jabois, Taboada, Cabeleira- no estamos ante la Siberia del periodismo, sino ante la Venecia del periodismo, ¿no?

Mirando en el sentido opuesto, no pienso hablar mal de ninguno de mis colegas, desde luego. No tengo ninguna autoridad moral ni intelectual para hacerlo. Cada quien es libre de agitar su bandera y la causa de turno para escalar peldaños sociales. Y de montar campañas mediáticas y teorías de conspiración para obtener más espacios. Y de prefigurar trascendidos sin ninguna base argumental. Un momento. Esto, más que una crítica frente al medio, pretendía ser una defensa a Siberia. Yo sí he fantaseado con la idea de viajar en el transiberiano y posarme a orillas del lago Baikal como el personaje de la película En los bosques de Siberia. Entonces la metáfora está mal trazada de origen, porque mientas unos piensan en los gulags, otros pensamos en la imperturbabilidad del Baikal.

En fin, procedo a decir lo siguiente: si ven Closer tómenla como una gran lección sobre la traición en las relaciones de pareja, no como el pretexto para escribir una diatriba sobre el periodismo. El fracaso es inminente.

 


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Fotografía de Getty Images.