Pocos jugadores podrán decir que han tenido la suerte y la honra de jugar en Primera, Segunda, Segunda B y Tercera División con el club de su vida. No en vano, Eloi Amagat (Girona, 1985) es uno de los miembros de esta sucinta lista. “Es algo que me llena de orgullo”, asegura el centrocampista catalán. A sus 36 años, es uno de los jugadores más queridos y respetados por la afición del Girona FC. Debutó con el conjunto gironí en 2004, cuando aún competía en Segunda División B, y se zambulló en las catacumbas del fango con un descenso a Tercera que empezó a enseñarle que era mejor dar un paso atrás antes que dos adelante. Palafrugell y Gavà marcaron sus próximos pasos, antes de vivir el ascenso a la categoría de plata con el Girona de la mano de Raül Agné en 2008. Aun así, el sueño de jugar en el fútbol profesional español con el club de sus amores tuvo que esperar. Una vez más, tuvo que remar para volver a lo más alto. Primero, con una cesión al Lorca Deportiva que le regaló un play-off de ascenso a Segunda y, luego, después de vivir “una de las peores experiencias” de su vida en un Girona que seguía sin contar con él, con un préstamo al Llagostera que acabó suponiendo su explosión como futbolista. El 18 de agosto de 2012 quedará marcado en rojo en su calendario como el día de su debut con el Girona en Segunda División frente al Sabadell en Montilivi. A partir de ahí, la lucha, la constancia y la convicción se trasladaron a los terrenos de juego, donde el ‘10’ mascó las desilusiones de los tres play-offs de ascenso a la máxima categoría estatal que llegó a disputar el club rojiblanco antes de tocar el cielo en 2017 con el ascenso a Primera que firmó Pablo Machín. La llegada a la élite, aunque solo le durara un año, ya era un premio absoluto para un picapedrero del fútbol como él. El brazalete de capitán, acompañado de los emblemas de aquel equipo, como Àlex Granell o Pere Pons, brilló como nunca en su brazo. Y representaron mejor que nadie el orgull gironí. Más aún en un equipo que consiguió hacer Top-10 en su estreno en LaLiga.
Ahora, tras abandonar sus raíces para experimentar un reto exótico en la MLS con el New York City de David Villa, Eloi sigue calzándose las botas en el barro de la Tercera División RFEF. La UE Olot, líder del grupo V, disfruta cada fin de semana del talento y la clase de un futbolista especial que quiere devolver al club a la categoría que perdió la temporada pasada (Segunda RFEF) en el año de su centenario. “Tengo esa espinita clavada y me siento, en parte, un poco responsable por el descenso”, asegura. La afición olotina no quiere que Eloi se acabe. No quiere oír de su retirada. Aún le quedan muchas tardes de fútbol en su comarca, en su tierra. “Eloi, toca-la un cop més”.
36 años, una trayectoria envidiable y ahora sigues disfrutando del fútbol en el Olot, que juega en el barro de la Tercera RFEF.
Como decís, tengo 36 años y ya empiezo a ver más cerca mi retirada, pero me encuentro en un momento en el que aún guardo la ilusión por seguir jugando, clave para mí. A eso hay que añadirle que físicamente también me veo a un cierto nivel. Cuando la cabeza o las piernas dejen de responderme será el momento en el que decidiré dejarlo. Aquí en Olot, ya desde hace dos temporadas, se me dio la oportunidad de seguir disfrutando del fútbol. Es un club al que estoy muy agradecido. Como es de las comarcas gironines y soy un amante del fútbol territorial y catalán, sobre todo, siempre lo había seguido, aunque nunca había jugado aquí. Aun así, tengo dos amigos íntimos con los que coincidí en el Girona y que ahora siguen jugando en la élite como son Pere Pons [Alavés] y Àlex Granell [Bolívar], que hace unos años sí que habían pasado por el Olot antes de explotar en el fútbol profesional. Y ellos siempre han coincidido en que este club fue una gran oportunidad y un gran lugar. Primero, porque tiene un campo espectacular, cosa que para cualquier futbolista ya es una motivación extra. Y segundo, por el club en sí, que es muy familiar y está formado por personas apasionadas del fútbol muy serias y rigurosas, cosa que en estas categorías cuesta encontrar. Aquí soy feliz y espero poder rendir durante muchos partidos más. La edad, al final, es un número, pero en el mundo profesional tiene mucho peso. Creo que los clubes, incluso, le dan demasiado, o al menos yo lo he vivido así, ahora, por ejemplo. Muchas veces un jugador de 32 o 33 años está mejor físicamente que uno de 18 o 20.
Tengo la espinita clavada del descenso a Tercera RFEF de la temporada pasada. En parte me siento responsable porque desde que fiché por el Olot se apostó fuerte por mí. Tomar la decisión de quedarme en Tercera no fue fácil pero, de algún modo, fue para intentar ayudar a devolver al club a la categoría que se merece, que es, mínimo, Segunda RFEF.
Es decir, el objetivo del Olot esta temporada es volver a Segunda RFEF por la vía rápida, ¿no?
Sí, tenemos que ser realistas. Es lo que se nos ha transmitido desde que empezó la temporada. Creo que se ha hecho un equipo de garantías para optar a este ascenso. Evidentemente, hablar de ascenso directo quedando primeros en liga genera cierta responsabilidad y presión que no ayuda a sacar el máximo rendimiento, pero hay que asumirla. Ahora mismo somos líderes de la categoría.
Llegaste a Olot en el mercado de invierno de la temporada 2018-19 y el club consiguió mantenerse en la ya extinta Segunda División B tanto ese curso como el siguiente. En la tercera consumó un descenso a Tercera RFEF del que comentabas que te sentías un poco responsable.
Fue una temporada complicadísima, con todos los impedimentos que supuso el Covid. En nuestro caso, muy pronto tuvimos positivos en el equipo y eso conllevaba pararlo todo porque por un positivo ya teníamos que confinarnos todos en casa. Cortar el ritmo tantas veces nos mermó mucho físicamente. La dinámica desde un inicio ya no fue buena. Hubo inestabilidad, cambios de entrenador, tuvimos hasta tres en todo el año, y, aunque hicimos un final de temporada muy bueno, no conseguimos ganar el último partido. Llegamos a la última jornada de la fase de permanencia jugándonos la vida contra la Peña Deportiva y no pasamos del empate. Fue una pena porque teníamos plantilla para no tener que sufrir por mantenernos. De hecho, el objetivo al inicio de la temporada era intentar optar a estar cerca de los puestos de play-off de ascenso.
Me siento un poco responsable porque cuando uno sabe que es un jugador por el cual el club ha apostado y que ha tenido la suerte de jugar en categorías superiores, quizás hay que exigirle un plus y que marque las diferencias. Y por eso también decidí quedarme este verano, para intentar recuperar la categoría que perdimos la temporada pasada.
“Decidí quedarme en el Olot este verano para intentar recuperar la categoría que perdimos la temporada pasada. Creo que se ha hecho un equipo de garantías para optar a este ascenso”
Además, esta temporada es muy especial para la entidad porque cumple 100 años de historia. El Olot ya es un club centenario.
Sí. Cuando un club cumple 100 años ya te habla de todo lo que ha vivido, de la historia que hay detrás, de toda la gente que ha pasado por aquí… Sería bonito celebrar el centenario con la vuelta a Segunda RFEF. Yo he tenido la oportunidad de vivir algunos ascensos y, sea de la categoría que sea, es algo único y especial.
Desde hace mucho tiempo el Olot tiene una afición muy fiel que responde siempre, incluso ahora que la gente podría haber dudado un poco después del descenso a Tercera. La hinchada siente club y disfruta con él, cosa que es señal de que lo que ve en el campo le gusta. Nosotros siempre intentamos ofrecer un buen espectáculo para que la afición siga creciendo. Al final, son parte vital para el funcionamiento de un club y para hacerlo un poco más grande cada día.
Un club firme en su apuesta por futbolistas de las tierras gironines. Esta temporada, una vez más, buena parte de la plantilla vuelve a estar formada por jugadores de la comarca como tú, además de los Blázquez, Carles Mas, Arranz, etc.
Es una de las cosas que me atrajeron cuando acabé mi etapa en el New York City y tomé la decisión de venir para aquí. Como os he comentado antes, soy un amante del fútbol gironí y catalán, y la filosofía que lleva manteniendo muchos años el Olot de jugar con el máximo nombre de futbolistas de la provincia de Girona y de toda Cataluña, en general, me sedujo. Creo que esto provoca que los jugadores creen un vínculo entre ellos y con el club realmente especial. Tener jugadores que acaban la época de juvenil y se quieren comer el mundo es muy importante para los clubes. Porque, al final, muchos vienen de la base y ya conocen el club. Tienen un sentimiento arraigado hacia él. Para mí estos jugadores siempre te van a dar un plus extra que siempre se tiene que valorar mucho. En la época del Girona, cuando coincidí con Pere Pons, Àlex Granell, Carles Mas [ahora compañero de equipo en el Olot] o con muchos jugadores de la comarca gironina, lo veía. Encarábamos los partidos con un extra de motivación porque es un club que conoces mucho, de tu ciudad, al que has ido a ver de espectador cuando eras pequeño… Eso siempre da algo más.
Como comentas, llegaste al Olot procedente del New York City, donde no tuviste la oportunidad de jugar mucho. ¿Cómo fue tu aventura norteamericana y el paso de los rascacielos de Manhattan a las montañas del Pirineo catalán?
Fue especial y no os negaré que también complicado. Para contextualizar, como es ley de vida, antes de irme al New York City, cerré una etapa en el Girona, la tercera y la más larga de las muchas temporadas que jugué allí. Aunque, evidentemente, no fue una decisión que escogiese yo. Si hubiese podido elegir me hubiese quedado muchas temporadas más en Girona. Porque es el club que llevo en el corazón desde bien pequeño y es donde he vivido las mejores, y también peores, experiencias deportivas de mi carrera. Pero sé lo que es el fútbol, que uno va cumpliendo años y las etapas se van quemando, y me tocó irme.
En esa tesitura, tenía ganas de vivir una experiencia diferente, exótica. Y me salió la oportunidad de irme a un New York City que, en ese momento, entrenaba Domènec Torrent. Yo lo conocía porque hacía ya muchos años lo había tenido de entrenador en el Girona. El fichaje se acabó concretando, gracias, sobre todo, a Quique Cárcel y a que ambos conjuntos formaban parte del grupo City. Lo cierto es que la aclimatación no fue nada sencilla, ya que el timming de la MLS es muy diferente al de aquí. Mientras ellos ya llevaban casi media liga disputada, con ritmo de competición y totalmente rodados, yo llegué tras finalizar mis vacaciones de verano, sin realizar pretemporada. Me costó adaptarme y, como decís, no pude jugar mucho. Aun así, llegamos play-off para ganar el campeonato y nos eliminaron en semis. En general, fue una experiencia brutal en una de las ciudades más reconocidas e importantes del mundo como Nueva York. Me hubiese gustado que durara mucho más, porque cuando me empecé a adaptar al fútbol estadounidense, me encontré más cómodo en el equipo y me familiaricé con el idioma y la ciudad, se me acabó el contrato. Yo sabía que solo tenía contrato de seis meses y, por desgracia, no hubo la opción de renovarlo.
Después, el cambio fue radical en cuanto a todo. Sí que es cierto que yo soy gironíy, al final, lo que hice fue volver a mi casa, pero las diferencias en cuanto a recursos económicos, repercusión mediática, infraestructuras del club, etc. son abismales. Aun así, yo creo que actué con madurez y supe adaptarme a la nueva realidad, y desde un inicio ya me integré al club y a su filosofía. Y aquí estoy realmente feliz.
¿Qué tal la MLS como liga?
Pues me sorprendió porque es una gran desconocida. Cuando fiché por el New York City no había visto ni un partido de la MLS. Sabía que jugaban grandes futbolistas como David Villa, que era la gran estrella del equipo y al cual tuve el placer de conocer, pero no me esperaba tanto nivel. Me sorprendió. Yo pensaba que me adaptaría más fácilmente porque es una liga relativamente nueva que está creciendo, pero los clubes de allí son muy potentes económicamente, cosa que provoca que puedan fichar a jugadores de gran nivel. Hay muchos jugadores de Latinoamérica que están jugando en la MLS. Desde que jugué allí, la sigo más y yo creo que se convertirá en una liga muy competitiva. Ahora mismo está lejos de la Premier League, la Liga o la SerieA, pero tienen las ganas y la capacidad para acercarse. Sí que es cierto que allí el soccer, como lo llaman ellos, compite contra gigantes como el baloncesto, el béisbol, el fútbol americano, el hockey… Pero poco a poco están aficionando a la gente y eso, al final, es lo que da dimensión a la competición.
Ahora sigues disfrutando del fútbol en el Olot pero, sin duda, tu corazón es del Girona, donde empezaste tu carrera deportiva. ¿Cómo ves al equipo ahora en Segunda?
Bien, lo veo bien. Venimos de las decepciones en los play-offs contra el Rayo Vallecano y el Elche, con el famoso gol de Pere Milla, pero veo a un Girona asentado. Lo lógico sería que no estuvieran sufriendo abajo. Lo han hecho durante este primer tramo del curso, pero ya empiezan a asomar la cabeza. Si me pedís opinión, creo que acabarán como siempre: más cerca de las posiciones de cabeza que no abajo, pero también os lo dice alguien que no puede ser 100% objetivo cuando se le pregunta por su equipo de toda la vida. Tienen un buen bloque y un entrenador buenísimo que se ha adaptado al club, a la ciudad e incluso a la lengua, lo hemos visto recientemente. Y es de agradecer. Hay solvencia, hay madurez y también experiencia, así que lo veo todo con tranquilidad, no hay que preocuparse en exceso.
Es el club de tu tierra, de tu vida. ¿Qué sientes por el Girona?
Es mi club. Lo ha sido todo para mí. Deportivamente, he vivido momentos increíbles que no me hubiese imaginado vivir nunca. He sufrido y he llorado como tampoco me hubiese imaginado que podría hacer por el fútbol y por un club. El Girona me ha hecho crecer como futbolista, me ha hecho tocar categorías a las que todo niño tiene la ilusión de llegar cuando empieza a jugar a este deporte, pero yo no esperaba hacerlo. Y, aparte del terreno deportivo, también me ha hecho crecer como persona. Porque he visto pasar a mucha gente, he compartido muchas cosas, he tenido la suerte de ser capitán y de tomar responsabilidades que son especiales y a la vez también complicadas. Al final, creo que ha sido un crecimiento que hemos vivido juntos: el mío a nivel individual y el del club como entidad.
Mi sentimiento hacia el Girona es total, es de amor hacia un club y siempre de grandes recuerdos, aunque también he vivido momentos difíciles. Cuando me ha tocado dejar el club nunca ha sido por decisión mía, sino porque había alguien que creía que no tenía que estar en ese momento o por otro motivo. Las dos veces que tuve que irme siempre lo hice pensando en que me esforzaría y lo haría todo para poder volver algún día. Y, al final, fue así. Ahora sé que volver como futbolista es prácticamente imposible, pero en mi cabeza siempre está la idea de volver de nuevo. No sé en qué concepto, de qué ni en qué cargo, veremos en el futuro.
“Mi sentimiento hacia el Girona es total, es de amor hacia un club. Al final creo que ha sido un crecimiento que hemos vivido juntos: el mío como jugador y el del club como entidad”
¿En qué momento nace este sentimiento tan fuerte por el Girona?
Yo empecé a jugar al fútbol cuando tenía cinco o seis años, en la Penya Bons Aires, un club de Girona. Y mi etapa de fútbol base, curiosamente, no fue jugando en el Girona, porque en ese momento el fútbol formativo del club no estaba en un máximo nivel como puede estarlo ahora. De la Penya Bons Aires pasé al Vilobí, donde jugué desde cadete hasta juvenil. Y el primer año de amateur ya me fichó el Girona. El salto de División de Honor a Segunda División B fue grande. Aquella temporada, la 2004-05, pese a que el Girona hizo un equipo potentísimo en cuanto a nombres, el equipo descendió a Tercera División.
Luego te vas cedido al Palafrugell.¿Por qué?
Así es. Porque el día de mi debut con el Girona en un partido de Copa del Rey ,contra el Villarreal de grandes estrellas como Forlán, pese a que marqué el gol que nos clasificó para la siguiente ronda (2-1 en el 88’) en Montilivi, me lesioné la rodilla. Mi debut se quedó ahí y no pude seguir mi progresión en el equipo. Cuando me recuperé, al cabo de unos cuatro o cinco meses, decidimos que me fuese cedido al Palafrugell de Primera Catalana para volver a coger ritmo de competición y conseguimos el ascenso a Tercera División. Pero fue una pena tener que parar por la lesión, porque debutar en el Girona con 18 años marcando ese gol que nos clasificó contra un Primera División en la Copa del Rey me hubiese dado mucha confianza y fuerza para seguir.
Después de tu cesión al Palafrugell vuelves de nuevo al Girona con la ilusión de, esta vez sí, irrumpir con fuerza en el equipo.
Sí, ese año hicimos play-off para ascender de Tercera a Segunda División B, pero no acabamos subiendo. Ese curso fue en el que conocí a Domènec Torrent, con quien después estuve en el New York City. Cuando se acaba esta temporada, yo tengo la sensación de que quiero probar de dar el salto a Segunda B. Ya me veía capacitado para hacerlo. Así que decidí salir del Girona e hice la pretemporada con el Sant Andreu. Pero a pocas semanas de empezar la liga el entrenador decidió no contar conmigo. Fue duro porque en ese momento la mayoría de las plantillas ya estaban cerradas. Al final acabé en el Gavà, coincidiendo en Tercera División con el Girona. Ese año conseguimos el ascenso tanto nosotros como ellos. La siguiente temporada sí que volví a fichar por el Girona, ya en Segunda B, y logramos el ascenso a Segunda División [en la 2007/08] con Raül Agné, ahora entrenador del Nàstic de Tarragona. Cuajamos una temporada buenísima. Había un grupo muy fuerte compuesto por jugadores como Miki Albert, Jito, Migue, que hizo el gol del ascenso…
Aun así, no te llega la oportunidad de debutar en Segunda División con el Girona por que te vas cedido de nuevo. Esta vez, al Lorca Deportiva, de Segunda B.
Sí, otro golpe duro para mí. En Segunda B, con el Girona, no era un fijo. Creo que tuve alguna lesión y no acabé de alcanzar mi nivel óptimo de juego. Pero, claro, yo estaba en casa y ya veía la oportunidad de llegar al fútbol profesional con el club de mi vida. El Girona, aun así, decidió que no quería desvincularse de mí, pero creyó que no estaba para jugar en Segunda División. Me renovó una temporada más y me cedió al Lorca, en Segunda B. Pese a que hubo bastante incerteza en el tema económico, hicimos una temporada bastante correcta y disputamos el play-off para ascender a Segunda. Nos quedamos a las puertas de subir.
El año siguiente volví al Girona, todavía en Segunda División, pero siguieron sin contar conmigo. Aquella temporada viví una de las peores experiencias de mi vida. Pese a tener contrato, el director deportivo que había en ese momento no contaba conmigo. Tuve que entrenar en solitario porque me apartaron del equipo junto a otro compañero. Me acabaron rescindiendo el contrato y me desvinculé del Girona. Además, la rescisión se alargó mucho, cosa que provocó que no tuviese margen de maniobra para encontrar otro equipo. Al final, acabé en el Llagostera. Siempre que me he tenido que ir del Girona lo he hecho muy tocado, pero realmente esa vez me fui muy dolido, aunque con el claro objetivo de seguir remando para volver algún día. Así que, una vez más, me volví a buscar la vida. Y en el Llagostera me dieron otra oportunidad, por lo que le estoy plenamente agradecido, ya que fue el puente para volver al Girona y consolidarme ya definitivamente en el fútbol profesional. En la primera temporada en el Llagostera conseguimos subir de Tercera a Segunda División B y, en la segunda, creo que es donde mi nivel explota de verdad. Es ahí donde el Girona vuelve a fijarse en mí y, a final de temporada, me ficha esta vez sí para jugar en Segunda División.
Cuando dejaste el Girona y te fuiste cedido al Lorca tuviste que bajar un escalón, pasando de Segunda a Segunda División B. En el Llagostera, el salto hacia atrás fue aún más grande: pasaste de poder jugar en el fútbol profesional a hacerlo en el fútbol no profesional español, en Tercera.
Como os he dicho antes, siempre que he dado pasos atrás lo he hecho con el objetivo de volver al Girona, de volver a intentarlo en mi club. Pero no os negaré que cuando me fui al Llagostera mi cabeza empezó a pensar que el fútbol no me daría para más, porque había tenido muy cerca la oportunidad de debutar con el Girona en Segunda hasta en dos ocasiones y no llegaba por los motivos que fuesen. Pensaba que no habría una tercera oportunidad. Puede ser que con esta mentalidad me quitase un poco de presión que me permitió liberarme y acabar explotando definitivamente en el Llagostera. A muchos futbolistas les pasa. Cuando viven con un exceso de responsabilidad no consiguen rendir a su máximo nivel.
“Siempre que he dado pasos atrás lo he hecho con el objetivo de volver al Girona, de volver a intentarlo en mi club. Pero no os negaré que cuando me fui al Llagostera mi cabeza empezó a pensar que el fútbol no me daría para más”
Y, por fin, cumples el sueño que tanto habías perseguido de debutar con el Girona en Segunda División. Tu primera temporada en la categoría de plata, la 2012-13, ya fue memorable, ya que lográis disputar el primero de los tres play-offs de ascenso a Primera que disputasteis. En ese caso, os quedáis a las puertas de subir en la final frente al Almería.
Fue una temporada muy buena a nivel colectivo con Rubi de entrenador. El grupo era muy potente y desplegamos un gran fútbol aquella temporada. Fue un poco el punto de partida con el que mucha afición del Girona y gente de la ciudad creyó que igual sí que era posible que el club estuviese algún día en Primera División. Recuerdo que desde el principio ya salieron muy bien las cosas y que, en muchos momentos, tuvimos opciones de ascenso directo.
En el play-offnos tocó el Alcorcón en primera ronda y, en segunda, contra el Almería, lo cierto es que no merecimos subir. Fueron muy superiores a nosotros. Tenía un equipo de mucha experiencia, de jugadores con años en Primera División y, tanto el partido de ida [1-0] como el de vuelta [0-3], fue de ellos.
La segunda temporada, aun así, tocó sufrir. El Girona se salva en la última jornada con un gol tuyo frente al Deportivo en Montilivi.
Empezamos la temporada con Ricardo Rodríguez de entrenador y, pese a que hicimos un buen inicio de liga, entramos en una mala dinámica que provocó que hubiera un relevo en el banquillo. Llegó Javi López y acabamos el año con Pablo Machín, nuestro tercer entrenador de la temporada. Cuando estábamos a ocho o nueve puntos de salvación y todo el mundo, hasta el propio equipo y el club, ya nos daba por equipo descendido a Segunda División B, llega Machín. Con él empezamos a ganar partidos y nos salvamos en el último partido en casa contra el Dépor. En ese partido tuve la suerte de marcar el 3-0. Fue una tarde espectacular. Y a partir de aquí llegaron más éxitos, aunque también viviendo tardes muy duras.
La figura de Pablo Machín es parte fundamental de esta ilusionante etapa. ¿Qué papel tiene? El recuerdo que se tiene de aquel Girona es con los tres centrales, era un equipo moderno.
De todo lo que hizo Pablo por el Girona, lo más importante fue su llegada. Estábamos a ocho o nueve puntos de la salvación a falta de unas diez jornadas y conseguimos salvarnos. Tiene mucho mérito. Aún no había dado el salto, pero se la jugó y fue un gran acto de fe y de confianza. Nos hizo creer que no era imposible.
Su estilo nos sorprendió porque nunca habíamos jugado así. Fue de los pioneros, creo yo. Lo implementó la primera temporada y nos hizo dar un cambio muy grande en ataque y en cuanto a solvencia defensiva. Al final, aprender cosas nuevas no dejó de ser un punto más a favor para conseguir el cambio de dinámica que necesitábamos. Él tenía claro que este iba a ser el sistema y con el tiempo se fueron buscando piezas que encajaran en él. El mejor ejemplo está en los carrileros: Maffeo, Pedro Porro, Mojica…
Antes de lograr el ascenso, pasáis por un sinfín de promociones, todas ellas sin suerte. Antes hemos hablado del play-off de ascenso a Primera frente al Almería, pero luego, con Machín en el banquillo, vinieron dos caídas más. ¿Qué pasó contra el Zaragoza en esa fatídica remontada en Montilivi?
Buf, en La Romareda ganamos 0-3 y aquí nos meten los cuatro que necesitaban. Aquel partido fue un desastre. Llegamos muy justos físicamente porque solíamos tener un once tipo muy habitual. Tras el 0-3 se llegó a pensar que teníamos la eliminatoria resuelta y metimos algunas rotaciones para la vuelta pensando ya en la siguiente y última ronda. Y en Montilivi se complicó todo desde el primer minuto. No sé ver un error en concreto, era complicado que nos pasara eso, pero nos confiamos y los cambios en la titularidad nos afectaron. No nos tocaba ganar y ya está, no salió nada desde el principio.
Creo que el golpe nos viene desde el partido con el Lugo. El gol de Caballeroen la última jornada nos hace sumar solo un punto y es el Sporting de Gijón el que sube como segundo. Nos quitan el ascenso en el último suspiro. Raro es que hiciéramos ese partido en La Romareda para abrir las semis de los play-off.
Cuando el árbitro pita el final y el Zaragoza os deja en la lona, ¿cuál es la clave para que el equipo se levante y sea capaz de volver a meterse en play-off la temporada siguiente?
Es lo que tiene más mérito. Se ve muy habitualmente en Segunda, y también en otras categorías, lo de que un equipo hace promoción un año y al siguiente le cuesta mucho porque la decepción es muy grande. Si alguna cosa creo que define esa época del club es la perseverancia y la insistencia. Ser capaz de llevarte un revés de las dimensiones del 1-4 del Zaragoza en Montilivi y, tras solo tres o cuatro semanas de vacaciones, volver a estar metido en el objetivo es muy difícil, tanto para tu cuerpo como para tu mente. Pero el equipo creyó y luchó por volver a tener una oportunidad, y otra… Hasta que el 4 de junio de 2017 tocamos el cielo.
En el play-off del año siguiente a la eliminación del Zaragoza os encontráis al Córdoba en primera ronda y, en segunda, a Osasuna.
Vamos a Pamplona y perdemos 2-1, que tampoco es mal resultado. Un Sadar espectacular y un ambiente que nunca antes había visto. En Montilivi se creía en el ascenso porque la eliminatoria estaba abierta y eso era muy esperanzador. Pero no se dio el caso, una vez más, y nos quedamos a las puertas.
Antes me preguntabais por cómo se afronta una temporada tras un mazazo como el que nos llevamos varios junios seguidos y realmente no lo sé, no tengo una explicación lógica. Como anécdota, tengo que decir que, tras este play-off, yo acababa contrato y, aunque había jugado bastante esas temporadas y a un nivel digno, recuerdo una conversación con Quique Cárcel, el director deportivo, en la que le dije que no podía más y que no podía seguir porque no lo íbamos a conseguir y porque no nos tocaba. Llegué a creer que la magnitud de los palos había sido tal que ya no podríamos sobreponernos a tanto. Claro está que hice bien en cambiar de mentalidad, porque el año siguiente sí que fue el definitivo.
¿Qué papel tiene la psicología deportiva en estas situaciones? Porque debería ser fundamental.
Lamentablemente, dentro del club no tuvimos nada. Yo hace muchos años que defiendo al psicólogo como una de las figuras fundamentales e imprescindibles de cualquier cuerpo técnico del fútbol profesional. No tendría que costar tanto decirlo abiertamente. Vives muchas cosas y de forma muy intensa, por lo tanto, necesitas tratar la mente igual que tratamos el físico a diario. Parece que poco a poco se va implementando porque es totalmente necesaria y creo que acabará existiendo en todos los deportes a nivel profesional.
2016-17. Tercera temporada consecutiva luchando por el ascenso y hay que evitar el play-off sea como sea. Volvían a sobrevolar los fantasmas. ¿Cómo gestionáis la presión?
Por todos sitios había miedo a los play-offs. Teníamos que subir directos y así lo conseguimos.Sufrimos para subir directos, pero lo acabamos consiguiendo con aquel famoso 0-0 con el Zaragoza en la jornada 41, donde nosotros necesitábamos un punto para certificar la segunda plaza y ellos la salvación. Ni una ocasión para ninguno de los dos equipos en todo el partido [risas].
Parece una tontería, pero los fantasmas siguen ahora porque han acumulado dos promociones más así, sin fortuna final, en la del Elche sobre todo. Es una relación que se ha establecido entre el destino y el club que parece que va a costar cambiar.
Llega el gran momento de competir en Primera División. Desde luego, no os tembló el pulso: Top-10 en el primer año del Girona FC en la élite. ¿Puede ser esa décima plaza, en parte, consecuencia de haberos quitado un peso de encima y mucha presión?
Es otro mundo, una sensación inexplicable. El día del ascenso y el siguiente fueron los más felices de mi vida. Son muchas espinas clavadas que te sacas de golpe. La gente se tiró a la calle y la celebración fue histórica. Sentí que era lo máximo.
Notamos el salto sobre todo en repercusión, al final no deja de ser una de las mejores ligas del mundo. En cuanto a la presión, sí, puede ser. Al final, cuando llegas a Primera está todo hecho. Todo lo que venga una vez ahí será bueno, seguro. Fue una temporada espectacular porque conseguimos mantener una gran base del equipo que ascendió. La gente se vuelve loca por fichar cuando se asciende por miedo a no estar a la altura, pero está demostrado que los cambios no pueden ser drásticos y que es mucho mejor tener una línea continuista donde la mayor parte del proyecto ya se conoce. Se llegó a hablar de que había opciones de entrar en Europa, era surrealista para nosotros.
“El día del ascenso y el siguiente fueron los más felices de mi vida. Son muchas espinas clavadas que te sacas de golpe”
Tu paso por Primera a nivel individual: capitanía pero pocos minutos. ¿Cómo se gestiona eso?
Fue difícil. Ser capitán fue un regalo para mí. Me dejaron continuar con la capitanía tras el ascenso y es un recuerdo precioso. La pena es que deportivamente no fui una pieza importante. Me tuve que adaptar a mi nuevo rol, que no fue nada fácil, porque siempre nos gusta estar en el campo. El equipo iba bien, el once se convirtió en fijo y no pudo ser. Pero vaya, lo disfruté igual… No tanto como jugador y más como aficionado, porque muchas veces no iba ni convocado, pero no lo cambio por nada. Esa era mi gente y yo iba a estar con ellos hasta el final.
He tenido la suerte de ser el único jugador del Girona en haber jugado en Tercera, Segunda B, Segunda y Primera, con lo cual, de poco me puedo quejar. Esto es lo que me llena de orgullo porque es algo que no me hubiese esperado nunca. Y luego, en clave capitanía, pues también tenía muchas obligaciones: actos de club, reuniones con la dirección deportiva, con la propiedad del club, en los terrenos y, sobre todo, en el vestuario. Yo quería orden y que se supieran los valores y el significado del Girona FC. También es importante trabajar en la adaptación de todos los jugadores nuevos que van llegando, con lo cual, tienes que tener los ojos puestos en muchos sitios.
Llegas al Girona FC en 2004 y tu última temporada es en 2018. La nueva directiva entra en juego el 2014 pero el proceso de crecimiento es mucho más largo.
Sí, totalmente, cambia todo. Desde que estuvimos en Tercera con un estadio que no se caía a trozos de milagro hasta ahora. Son muchos cambios. La afición era muy reducida y la formaban, casi en su totalidad, gente mayor, de toda la vida. Ahora paseas por Girona y ves a niños y niñas con la camiseta del Girona. Era impensable antes porque los niños eran del Barça, del Madrid, del Sevilla, del Espanyol, pero no del Girona. Esto es producto de mucho trabajo del club y de todos los clubes de la provincia que también lo han alimentado. Es pasar de situaciones desagradables donde te llegaban a pagar con cuatro y cinco meses de retraso a tener tal solvencia que permitía centrarnos únicamente en lo que pasaba en el terreno de juego.
¿Cómo influyó la compra del Girona FC por parte del City Football Group en 2017?
Veníamos de tener muchos problemas deportivos e institucionales, y el cambio en la propiedad del Girona supuso un bálsamo muy grande. Se profesionaliza la entidad, hay una mejora en las infraestructuras… En definitiva, más tranquilidad económica que coincide con el buen momento deportivo del equipo.
Nombres como Álex Granell, Pere Pons o tú mismo, ¿han sido claves para desarrollar este sentimiento de pertenencia que ahora sí tiene el Girona FC?
Sí, sin duda. Y como estos muchos otros. Es una obviedad. Álex, Pere y yo somos futbolistas de Girona ciudad o alrededores. Cuando los niños ven que estos jugadores, que no hace tanto eran como ellos, y ahora, con ciertas dificultades, han llegado donde han llegado, se ilusionan y creen en la oportunidad, porque realmente existe, esa es la clave. Se ha demostrado en las últimas temporadas, con jugadores de la base que siguen llegando poco a poco.
Antes podía parecer que era imposible llegar al fútbol profesional si eras de aquí porque no lo había, ni por las categorías donde militaba el Girona ni por los jugadores locales que conseguían llegar, pero ahora sí lo hay y eso ha marcado un antes y un después. Con trabajo, esfuerzo y con amor por la profesión se puede llegar.
La despedida de Granell se recuerda, en parte, con tristeza, por los silbidos que recibió por parte de un sector de la afición del Girona. ¿Cómo se explica que un emblema del club como él fuese despedido de esa manera en Montilivi?
No tiene ningún tipo de explicación. Lo viví desde dentro y lo sufrí porque soy amigo suyo. Él lo pasó mal, claro está. Lo he visto llorar muchas veces por el club y sufrir una barbaridad. Al final, un club siempre tiene su afición y esta se expresa como quiere. Pero es un ejemplo claro de que el fútbol no tiene memoria, porque él siempre ha sido ese tipo de jugador que suma en un vestuario, nunca resta. Tiene un sentimiento tan arraigado al club que siempre me costará entender por qué sucedió lo que sucedió. Esta situación fue, en parte, el detonante de su marcha. Con lo que él quería al Girona FC necesitaba un cambio de aires y tenía muy claro que no podía seguir aguantando algo así.
Estoy convencido de que fue una pequeña minoría de la afición, pero tuvo mucha repercusión por el hecho de ser él el damnificado. Es bueno tener una exigencia que siempre obligue al primer equipo a estar al máximo nivel, pero a veces hay que saber echar la vista atrás y ver las cosas con perspectiva antes de llegar a la crítica.
¿Cómo es el adiós de Eloi Amagat de Montilivi?
Mi marcha estaba prevista desde hacía algo de tiempo, no fue nada que no me esperara y eso suaviza el impacto porque, al menos, me da tiempo a asimilarlo mentalmente. Cuando vi que mi papel era tan testimonial dentro del campo, yo ya vi que esa temporada iba a ser la última, y más aún con el contrato finalizando ese mismo mes de junio. Mi adiós fue algo espectacular y de total agradecimiento al club. Se me hace una despedida que no creo ni que mereciera, con mucho reconocimiento y un acto en el estadio increíble. Afición, amigos, familia… Algo que ni tan siquiera me esperaba. Pero vaya, ellos me quisieron reconocer tras toda mi trayectoria y la verdad es que solo puedo darles las gracias por todo ello. Es uno de los días que, junto a los ascensos y el debut en Primera División, no voy a olvidar nunca. Me sentí tan valorado y querido que no lo cambio por nada.
Una despedida muy reconfortante, aunque decirle adiós a la afición del club de tu corazón debió ser duro. ¿Cuándo y dónde piensa Eloi despedirse del fútbol?
Cuando ya tienes una edad te vas marcando los objetivos a más corto plazo. Este último verano renové dos años más con el Olot y mi objetivo principal es cumplirlas. Poco más por ahora. Tengo muy claro que me gustaría conseguir el ascenso y recuperar la categoría que perdimos en junio. Después de esto, habrá que ver lo que viene. Me sorprendería que mi retirada no fuese aquí. Porque, como os he dicho antes, desde un principio me hicieron sentir muy importante, valorado, y creo que a mi edad uno ya intenta buscar una estabilidad. Aquí estoy cerca de casa, en un club que tiene esa filosofía que me gusta a mí de tener a jugadores gironinsen el equipo… Creo que sí, que mi retirada será aquí en Olot. No hay mejor sitio que este. Aun así, a veces la vida te da oportunidades que no esperas. Cuando eres más mayor priorizas más el futuro. No sé cómo lo veré todo después de finalizar el contrato. De momento, vamos a intentar cumplirlo, que siempre es muy complicado estar al 100% tanto física como mentalmente.
¿Qué tienes pensado hacer cuando llegue tu retirada? ¿Tienes ideas en mente?
No lo sé, sí que es cierto que me van aflorando esas ideas de querer entrenar y demás, pero lo sigo viendo lejos, estoy tranquilo. Aun así, uno se va fijando más en cosas que antes no hacía, sobre todo en los entrenamientos y en la forma de proceder de nuestro cuerpo técnico. Por ahora, me veo cerca de los terrenos más que en direcciones deportivas o similares. Son cosas que acabas valorando cuando te llega el momento. Ahora lo pienso, pero no me es crucial tomar ninguna decisión.
Por suerte, sigo pudiéndome dedicar al fútbol al 100%, tengo algún negocio de restauración y de estética con amigos y excompañeros, y es algo que me encanta porque lo hemos podido desarrollar en nuestra querida Girona.
Fotografías cedidas por Eloi Amagat.