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Fútbol en el Danubio: el viaje infinito

Así arranca nuestro dossier sobre el fútbol y el Danubio que incluye el nuevo #Panenka135. Porque el balón le debe mucho más a este célebre río de lo que te puedes imaginar

Si Centroeuropa es el corazón con el que late Europa, el Danubio es la arteria que transporta su esencia de oeste a este, en un viaje constante, que nace a más de mil metros, en la Selva Negra, donde crece mientras se alimenta de los Alpes poderosos, a la vista de los gigantes, y se viste antes de pasear, señorial, por la apacible Viena, donde es azul. Colinas, desfiladeros y gargantas para atravesar lo que hace no mucho fue un Telón de Acero. Allí, su anchura se cruzaba a brazadas y balazos, y zigzagueaba entre Estados a los que sirvió y sirve de frontera, a los que observó agitarse hasta cambiar de luz, pero nunca de rostro. ¿Cuánto hace de todo aquello? Pocas décadas, un suspiro en la perspectiva vital de un río de cultura milenaria, un curso infinito que ya separaba hace 20 siglos el Imperio Romano de los pueblos bárbaros, hasta que Trajano se atrevió a construir el puente más impresionante de su tiempo, del que hoy sólo quedan ruinas. Del emperador conocemos la majestuosa columna de Roma, pero ignoramos que su recuerdo pervive, por ejemplo, en el himno nacional de la Rumanía de hoy, la Dacia conquistada de ayer. Es la memoria hecha mito en el extremo oriental de un río que comienza a miles de kilómetros, en el motor de occidente, la Alemania a la que muchos soñaron con llegar nadando a contracorriente. Cerrojo y a la vez fuente de vida: curioso dilema, el del Danubio, que divide y une al mismo tiempo a esta amalgama de banderas. Exactamente como lo hace el fútbol, su único rey común, el monarca que gobierna todos sus territorios a la vez y les hace hablar un único idioma. En algún punto de su larguísimo curso, en este mismo instante, seguramente flota un balón perdido.

Si alguna vez has discutido sobre fútbol detrás de una taza de café, si alguna vez te ha importado lo que ocurre en este deporte más allá del césped, si alguna vez has apreciado un movimiento táctico de tu equipo casi tanto como un gol, tú también le debes mucho al Danubio. Porque hace un siglo, de sus orillas surgió una manera nueva, definitiva, de entender el juego. Ideas que lo transformaron en cultura , en una actividad digna de ser apreciada, estudiada, escrita, como se aprecia, se estudia y se escribe el arte. Ocurrió en Austria, en los tiempos agitados y felices de entreguerras en los que su selección maravilló…

 

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