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George Berry ha tenido un mal día. Ya se sabe, estas cosas pueden pasar: es febrero y la quinta ronda de la FA Cup te parte el fin de semana y te paraliza. Y entonces, un día de perros. El defensa acaba de regalar el 0-3. Pitido final. El Watford machaca al Wolverhampton y el vetusto Molineaux se despide entre el enfado y la resignación.
En un mes estarán levantando la Copa de la Liga, el único título de la carrera de George, pero esa es otra historia. Ahora todo es barro y rabia. Berry, pelo afro, barba a la moda, carácter de defensa británico y pierna dura herida en su orgullo, ya enfila el vestuario cuando escucha un insulto más. Black Bastard! Lo ignorará, como hizo la semana pasada y la anterior. Fuck off, back to your country!
O quizás no. Esta vez no.
De padre jamaicano y madre galesa, internacional con los ‘Dragones’, a los 19 años ya defendía la camiseta naranja de los Wolves. Su aspecto, su personalidad y su determinación lo habían convertido en un jugador de culto. De hecho, su mirada desafiante y seductora era la protagonista de la portada del programa de mano de aquel duelo copero. Un favorito entre los fans. Y, sin embargo… You are a fucking disgrace for the club! El racismo desbocado de finales de los 70. Los fascistas del National Front esperan a jugadores negros a la llegada al campo rival. El ska y la cultura de la calle equilibran la balanza. Pero en el fútbol hay que aprender a sobrevivir. ¿Hasta cuándo? Hasta aquí. Berry confronta al racista. “¿Qué has dicho?”, le pregunta. “Lo que has oído”, replica el otro. Entre las risas de los colegas, el futbolista salta a la grada y le propina al agresor un gancho de derecha.
Ya en comisaría, George tendrá tiempo de recordar aquel otro episodio ocurrido en casa del West Bromwich. Estaba marcando a Cyrille Regis cuando un hincha gritó fuck off you nigger! “¿A quién cojones te refieres? ¿A mí o a Cyrille? ¡Decídete!”, contestó entonces. Y aquella respuesta no fue un gancho de derecha, pero sí un directo a aquella pobre, triste y limitada cabeza.
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