Todo lo que pudo ser
CELTA DE VIGO-BENFICA (COPA DE LA UEFA 1999-2000)
25 de noviembre de 1999
Quizá el Celta dejó pasar aquella temporada el tren del primer título europeo de su historia (siempre que no consideremos como tal la Copa Intertoto conseguida al cabo de unos meses). Quizá los hinchas ‘celestes’ tengan todo el derecho a opinar, dos décadas después, que una de las mejores etapas de la historia del club no merecía ser solo recordada con viejas crónicas y notas al pie, sino con algún trofeo por el que peregrinar y con el que fotografiarse en Balaídos. Este encuentro refirma esas ideas.
Comandado por un Víctor Fernández que, tras cambiarle la vida al Real Zaragoza, parecía estar logrando lo propio con los gallegos, aquel equipo contaba sobre el césped con un puñado de ídolos generacionales, futbolistas especiales y distintos, productos de artesanía que hoy, en tiempos de producción en cadena, añoramos. Saudade de héroes como Gustavo López, Aleksandr Mostovói, Valeri Karpin, Fernando Cáceres, Claude Makélélé o Benni McCarthy, entre muchos otros.
No pudo ser. Pero aunque su final no fue redondo, aquel capítulo no queda como una hoja en blanco: por fortuna, la historia de este deporte no se escribe solo con títulos y finales. Es mucho más simple: se vertebra, principalmente, de recuerdos. La memoria es una buena aliada (aviso para confinados), por eso las derrotas que nos hicieron llorar ya no duelen tanto al cabo de 20 años; en cambio, los triunfos con los que vibramos nos siguen regalando la misma sonrisa de oreja a oreja aun con el paso de las décadas.
Aquella aventura europea, por mucho que en Balaídos acabara como un cuento incompleto, también ofreció pasajes memorables que pesarían más que el desenlace. Especialmente la victoria por 4-0 ante la Juventus en casa, en octavos de final, y el triunfo que, una ronda antes, cosecharon en el partido que aquí nos ocupa. El rival era nada menos que el Benfica, un nombre que a oídos del modesto suena a gloria, y que aquella noche se llevó un correctivo al norte de la frontera.
Cuando todo era posible
YUGOSLAVIA-ESPAÑA (EUROCOPA 2000)
21 de junio de 2000
Esta es la dulce historia de un fracaso más, común hasta hace poco. España no cubrió las expectativas en la Euro del 2000: decepcionó en su debut contra Noruega y se fue a casa en cuartos tras perder contra Francia, con el célebre penalti fallado por Raúl. El trayecto, corto como tantos otros antes de que asumiera el mando la nueva generación, duró cuatro partidos. Y pudieron ser solo tres, pues la clasificación para ese duelo contra los galos se produjo gracias a un milagro en el último partido de la fase de grupos, ante Yugoslavia.
Estamos ante otro caso en el que la memoria es selectiva y se separa de lo que cuentan los cuadros de estadísticas y los libros de historia. Porque aquella gesta lograda contra los balcánicos en el Jan Breydel de Brujas, en una media tarde que amenazaba siesta, dejó un sabor tan dulce a los aficionados españoles que hoy es de esperar que el recuerdo que tienen de ella permanezca más vivo que el de la propia eliminación contra la Francia de Zidane (sobria campeona del torneo y de ese Grand Slam que supone encadenar Mundial y Eurocopa -clica en el enlace para ver la final de aquel campeonato-).
Sí, sería engañarse negar el fracaso español en aquel torneo. Pero, del mismo modo, sería cruel despreciar aquel momento de alegría colectiva. Curioso mecanismo, la nostalgia, que nos invita a regresar a tiempos peores, de necesidad y sinsabores, para recuperar instantes de felicidad.
Milán era una fiesta
MILAN-INTER (SERIE A 2006-07)
28 de octubre de 2006
La siguiente propuesta supone un viaje algo más corto en el tiempo. Menos de una década y media es lo que nos separa del Derby della Madonnina disputado en octubre de 2006, en el tramo inicial de una temporada que confirmaría a los equipos milaneses como dominadores del calcio: el Inter tiranizaría la Serie A con una temporada liguera casi perfecta, de 97 puntos y una sola derrota, y el Milan, por su parte, recuperaría ante el Liverpool, en Atenas, una ‘Orejona’ que no levantaba desde 2003 y que se le había caído de las manos en la célebre final de Estambul de 2005.
¿Y dónde estaba la Juve? Los turineses se estrenaban en la Serie B aquella temporada, tras un descenso forzado por el escándalo del Calciopoli, que también obligó al Milan a empezar la Serie A con tres puntos de deducción.
Se había terminado el verano de las paradojas en Italia: mientras la prensa y la justicia aireaban las vergüenzas de su fútbol, su selección crecía y crecía en el Mundial de Alemania hasta ganarlo. Y tras aquel éxtasis común, regresó la competición doméstica, y, con ella, las rivalidades locales. Y derbis como el que os proponemos a continuación, uno de los más entretenidos de los últimos años, propio de una época en la que los dos conjuntos, además de ser grandes de Europa, ejercían como tal. Precisamente, hablamos largo y tendido sobre el Milan y su década de crisis en el número 63 de Panenka.
Se jugó en 2006, pero la memoria nos regatea y nos ofrece la impresión de que aquel fue un partido de otro siglo. Las cabalgadas celestiales de Kaká, el ritmo de Pirlo, la elegancia contundente de Nesta, Inzaghi gritando gol… Nombres como Vieira, Figo y Zanetti, el primer exilio de Ibrahimovic, Julio César contra Dida… Nombres ilustres, testimonios de lo que un día fue y lo que un día (por supuesto) volverá a ser, la orgullosa capital de Lombardía.
Vacaciones de verano
INGLATERRA-BRASIL (MUNDIAL 2002)
21 de junio de 2002
Un recuerdo, algo más difuso, aunque este personal, me lleva hasta el 21 de junio de 2002. Es el último día de clase y el profesorado no nos va a requerir en el instituto hasta media mañana. Para qué, si la suerte ya está echada. Nos despediremos, recogeremos nuestras cosas, y hasta septiembre. Así que el plan es perfecto: madrugaremos y haremos algo de provecho, porque juegan Brasil e Inglaterra en los cuartos de final del Mundial de Corea del Sur y Japón. En Shizuoka debe ser una hora más o menos aceptable, pero a nosotros el encuentro nos obliga a encender la tele a eso de las 8 de la mañana.
Tengo 14 años. Quizá no entienda todavía que los veranos ya no son eternos ni misteriosos, pero la palabra ‘vacaciones’ sigue teniendo algún sentido. Y se está jugando el Mundial, están Rivaldo, Ronaldinho y Ronaldo; están Beckham y Michael Owen. Debió ser uno de mis desayunos más felices. O eso me viene a la memoria, y ya conocemos sus trampas. YouTube y los recuerdos bajo demanda se han encargado muchas veces de derrocar sus mitos. A ver qué pasa en este caso. Con perdón de Seaman, regresemos a esa mañana de calor y rebelión adolescente.
Siempre el Valencia
VALENCIA-ATLÉTICO DE MADRID (COPA DEL REY 1998-99)
26 de junio de 1999
La sensación que se obtiene al comprobar cómo ciertas cosas no han cambiado en 20 años puede ser reconfortante en tiempos de debilidad. Mentirse antes que aceptar que las cosas varían sin parar también es humano. Un ejemplo: que el Valencia ganara la Copa del Rey en 1999 y reeditara el éxito en 2019 (además de en 2008) nos puede llevar a pensar que todo ha seguido un mismo cauce en Mestalla en todos estos años. Sin embargo, pocos clubes españoles han sufrido más cambios y giros de guion en este primer tramo de siglo XXI. Entrenadores, presidentes, crisis institucionales, éxitos y decepciones, altibajos europeos, Ligas, Copas y hasta dobletes. Es el relato inconformista del que hablábamos en el Panenka #49, un ir y venir constante en el que, aun así, podemos concederle algo a los que buscan certezas inamovibles: en 20 años, los valencianistas nunca dejaron de pelear; el orgullo y la competitividad siguen siendo parte de su ADN.
Era 1999 y algo grande se estaba cociendo. El Valencia que se plantaría dos temporadas seguidas en la final de la Liga de Campeones iba adquiriendo su forma definitiva. Con Claudio Ranieri, antes de la llegada de Héctor Cúper, los Mendieta, Carboni o Cañizares ya mandaban. La desfachatez del ‘Piojo’ hacía el resto. Aquella final copera jugada en La Cartuja de Sevilla contra el Atlético de Madrid fue el despegue. España abrió los ojos del todo ante la exhibición de aquel conjunto; Europa haría pronto lo mismo. Pero el Valencia seguía siendo el Valencia. Ese mismo Valencia que ya recordaba haber ganado la Copa en 1979, precisamente, 20 años atrás.