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Carlos Purroy, de los pies a las manos

Muy pocos niños pueden hacer realidad los dos sueños de su vida. Sí ha tenido esa fortuna Carlos Purroy, que se dedicó al fútbol y ahora es escultor

Es raro que alguien en el mundo del fútbol se decante por un oficio artístico”. Quien habla es Carlos Purroy, un ex-jugador que encarna un caso singular en el fútbol. Un deportista que hace años había trazado el camino hacia donde quería encaminarse. Su retirada marcaría el punto final de su presencia en el mundo del deporte. Su voluntad era pasar de hablar con los pies a hacerlo con las manos. Y llevaba años formándose para ello. A sus 32 años, colgó las botas: había llegado el momento de adentrarse en un universo completamente distinto, el del arte.

Sus orígenes futbolísticos se encuentran en el Club Deportivo Pamplona, en un conjunto modesto de su ciudad. Comenzó a jugar allí mientras cursaba bachiller. Disputó el Campeonato de España de Juveniles, y por casualidades del destino, su rival fue el Athletic. Esto le abrió las puertas de un lugar que acabó marcando su vida: Bilbao. Aunque fueron eliminados de la competición, aquella derrota acabó siendo una gran victoria para él y para algunos de sus compañeros. Los ojeadores se fijaron en ellos y les ficharon. Apenas unos meses después, pusieron rumbo a Vizcaya.

Corría el año 1976. Él y otros compañeros se desplazaron en camión a Bilbao para iniciar los entrenamientos. Desde Falces -un pueblo navarro- hasta el puente de Deusto. “Ni el olor, ni el color de óxido y acero le era del todo extraño, pues venía de curtirse en una ferrería, y ambos elementos, curtido del cuero del balompié y hierro, serían referentes que le unirán y unen a este futbolista y escultor con la villa de Bilbao” describe el periodista Félix Maraña, autor del primer capítulo del libro Del cuero al hierro, escultura y naturaleza en Carlos Purroy, donde combina la vida de futbolista y de escultor.

 

“Cuando te retiras es raro no ir al estadio los fines de semana pero ya me había preparado para eso”

 

Al llegar a Bilbao, sus padres deseaban que estudiase en la Universidad e incluso realizó las pruebas de acceso. Pero esa no era la dirección hacia la que quería encauzarse. Entonces descubrió el centro de Diseño y Arte AIDE en Bilbao donde comenzó a instruirse. A base de insistencia, consiguió que el Athletic le pagara sus estudios. Quería dedicarse a ello y al fútbol de manera simultánea pero era inviable compaginarlo con los entrenamientos y los partidos.

La temporada 78-79 fue una de las más complicadas de su carrera. Una operación por una infección en las amígdalas le dificultó los entrenamientos y los estudios. Fue entonces cuando desde el club le recomendaron que aprovechara para hacer el Servicio Militar. El destino que le asignaron fue León. Allí consiguió jugar con la Cultural Leonesa. Confesó haberse tenido que disfrazar de panadero en determinadas ocasiones para poder acudir a los entrenos. Al finalizarlo, se encontró en un punto de inflexión: estuvo a punto de fichar por el Seattle al asentarse el fútbol estadounidense. Sin embargo, le ofrecieron ser jugador del primer equipo del Athletic. Volvió a Bilbao, donde pasó las dos siguientes temporadas. Allí también acudió a clases de modelación. Nunca dejó de tener en mente la escultura.

En el 82, se marchó del Athletic y volvió a Pamplona, donde jugó en el equipo principal de la ciudad, el Osasuna. Allí tuvo dos etapas diferenciadas. La primera, con Pepe Alzate como técnico, en la que disfrutaba con el proyecto deportivo que planteó. Un entrenador con el que compartía una visión particular del fútbol, que apostaba por la cantera. Afirma que fue una persona que le marcó mucho, por la manera en que trataba a sus jugadores. “Tengo un recuerdo muy bonito de Osasuna, era un equipo muy guerrero. Estuvimos cuatro años en Primera y guardo muchos recuerdos con compañeros y con entrenadores”, explica. Su segunda etapa también le planteó un reto. Por primera vez en la historia, el club disputó la UEFA, consiguiendo una victoria frente al Glasgow Rangers en la competición. Esto supuso una gesta histórica. Tras cuatro temporadas allí, se marchó al Logroñés.

Pese a estar el equipo en Segunda División, determinó su decisión el hecho de que estuviese entrenándolo Txutxi Aranguen, con el que ya había coincidido en el Athletic. “La primera temporada allí fue difícil”, confiesa Purroy, pero ascendieron a Primera. Era la primera vez que lo conseguían en la historia del club. La celebración por esta hazaña duró una semana completa. Después de su tercera temporada en Logroño puso rumbo a Barcelona. En este caso, para realizar unos cursos de informática y dibujo. A lo largo de ese año estuvo jugando en el Sant Andreu, con el que logró ascender a Segunda B. “Estuve muy bien allí, con unos compañeros muy competitivos. Se podría decir que estoy muy orgulloso de la vida futbolística que he tenido”, resume. Esta fue su última temporada como futbolista. A sus 32 años, se retiró. “Mentalmente no me costó. Era raro no ir al estadio los fines de semana pero ya me había preparado para eso”, expresa.

DEL FÚTBOL A LA ESCULTURA

Se define a si mismo como un hombre curioso y autodidacta.”Cuando estoy embutido en este mundo de la escultura siento que el tiempo no pasa”, afirma. Siempre ha estado pendiente de las técnicas de la piedra, el hierro o la madera. Su padre tenía un taller mecánico y sabía trabajar el hierro. Los primeros años como escultor se basaron en aprendizaje. Durante cuatro años estuvo en una herrería donde Jesús Astaiz -amigo de su padre- le enseñó y le permitió inmiscuirse en ese terreno. Se introdujo en círculos culturales y galerías. Hace ya 25 años que emprendió este camino. Su faceta artística la ha combinado ahora con la de escritor. El libro antes mencionado es un agradecimiento al Athletic, por ser el equipo que apostó por él y le brindó una oportunidad como profesional. En él explica su historia, la de un niño de 18 años que con toda la ilusión del mundo consiguió ser futbolista y también la de un adulto que a base de formación consigue ser escultor. Es un flash rápido de su vida.

El hierro -con el que hace sus obras- es un fiel representante de la ciudad de Bilbao. Simboliza las industrias que propiciaron el crecimiento económico.“Esa ría, en la que Víctor Chávarri y sus contemporáneos fundieron agua, hierro y mercado, e industrias que dieron nombre a Bilbao y Bizkaia”, explica Félix Maraña. El hierro también se relaciona con el Athletic. “La vida me cambió. Salí de mi casa -donde éramos once hermanos- y entré en un mundo totalmente distinto”, indica. Con tan sólo 18 años, comenzó a tener un sueldo, le formaron como persona y futbolista. En su trayectoria deportiva, aprendió a seguir una disciplina y unos horarios. También a improvisar en los partidos. Esto le ha ayudado a saberlo aplicar en su actual etapa como escultor. Una de sus obras, Etorkizuna. Futuro, está dedicada al Athletic. A los valores que representa, a la familia que forma y a la entrega.

 

“La escultura es una manera de recordar lo que ha sucedido en el pasado”

 

La primera obra que realizó estaba inspirada en una parada de Iribar: “Era uno de los mejores porteros del mundo. Un hombre serio y profesional. Yo me basé en él para hacer mi escultura”. Estaba basada en una fotografía tomada en un entrenamiento. En ella, se observaba al portero estirado, sacando la pelota con la punta de los dedos. La escultura es una mano parando un balón. De ahí su nombre: Detente. Siempre llaman la atención los goleadores. Por eso Purroy quiere darle importancia a la posición del guardameta: “Los porteros también existen. No marcan goles pero los defienden”. Muchas de sus obras están relacionadas con el deporte. Otro ejemplo de ello es Entendimiento. Esa era su manera de entender el fútbol. Y en sus obras pretende representar sus ideas y valores. En una época en la que se exigía agresividad a los defensas, él discrepaba. “Esa conducta en el campo se expresa hoy en una de sus esculturas emblemáticas ‘Entendimiento’ (Ulertzeko) -hierro lacrado y madera de roble- donde el artista celebra el convenio, el acuerdo, el encuentro, porque siempre le ha maravillado el hecho de que las personas puedan entenderse, acercar la mirada, encontrarse”, explica Félix Maraña.

El fútbol también es otra manera de reflejar el arte. Hay jugadores que con su manera de moverse y de jugar también lo expresan. Pero son dos maneras de transmitirlo muy diferentes”, reconoce Purroy. “El arte es un virus innato del universo. Se plantea cada obra como un reto, es una manera de averiguar cómo conseguir una pieza, como solucionar un problema. La escultura es una manera de recordar lo que ha sucedido en el pasado”.

Otro de sus grandes temas es la naturaleza. Su pasión por la escultura refleja aquello que le inculcaron sus padres. La insistencia de su madre porque hiciesen actividades culturales y la de sus padre por llevarles al campo. De ahí sale El viejo nogal desnudo. Es la historia de un árbol que se iba a inundar en un lago. “No soportaba que la madera de un árbol tan bonito fuera a pudrirse”, aclaraba. Fue así como decidió coger un trozo de aquel árbol antes de que ocurriese. Es un homenaje a un elemento de la naturaleza para que no cayese en el olvido.

Ahora está asentado y realiza exposiciones regularmente. La escultura le permite expresar incluso lo intangible: “Permite reproducir hechos y sensaciones, y ser capaz de plasmarlo con tus propias manos”, reflexiona. Aunque no es la única disciplina del arte que le despierta interés: “Me gustaban otras categorías como la pintura o los collages pictóricos. Pero no lo puedo abarcar todo. Siempre pensé que debía estar en el mundo de la escultura”. Es la especialidad que le permite expresar aquello que piensa o que ha vivido a partir de lo abstracto. Una vez más, se entremezcla el Purroy futbolista con el escultor para cumplir los dos sueños de su vida y exteriorizar su verdadero ‘yo’.