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“Cantona quería que la gente saliera del estadio feliz”

Phil Neville rememora la convivencia con Éric Cantona, uno de los protagonistas del #Panenka69, nuestro monográfico sobre fútbol y cine

Éric Daniel Pierre Cantona fue un tipo que agitó Old Trafford, un estadio de palpitación obrerista dominado hasta entonces por los proverbiales códigos del sentido del deber. El genio francés se levantó el cuello de algodón grueso de la camiseta y decidió incorporar matices como el entretenimiento y la arrogancia, ingredientes que no se recordaban desde los regates con los puños cerrados de George Best y sin los que no se puede entender esa industria multinacional del ocio que es hoy la Premier. Así lo piensa Phil Neville, uno de aquellos chicos imberbes de la periferia de Manchester convocados por Alex Ferguson para reescribir la historia del Manchester United.

“El vestido hace al hombre”, dijo Erasmo. Y precisamente el inconfundible estilo de Éric fue el que deslumbró a Phil, en aquel vestuario de chándales Umbro en el que todavía sonaban más los Stones Roses que Oasis: “Cuando me lo encontré por primera vez en las taquillas, vi a un hombre que tenía un estilo diferente al de los demás”, señala Neville a Panenka. Al joven lateral, once años menor que Cantona, le sorprendió “la forma en que se vestía y las palabras que usaba en sus entrevistas”, con esas metáforas portuarias marsellesas con gaviotas. “A veces me resultaban reflexiones extrañas y otras veces magnificas. Siempre lo veíamos muy callado en el vestuario. Solo sonreía o nos decía “hola”, “adiós”… Era muy solitario, pero sabíamos que estaba con nosotros siempre. Su actitud en los entrenamientos fue increíble y ayudó a cambiar la mentalidad de nuestro club. Creo que en su interior latía un carácter muy caliente. Eso nos hizo sentirnos muy seguros a su lado”.

Veinte años después de la salida del club de aquel futbolista nacido en el año santo de 1966, al pequeño de los hermanos Neville no le extraña la evolución artística de la vida de Cantona: “Siempre que entrenó o jugó, ya se comportaba como el actor de una película. Éric quería entretener a la gente y asegurarse de que, cuando saliera del estadio, fueran felices”. ¿Cómo influyó aquel temperamento en el destino de los Diablos Rojos? No hay dudas: “Nos hizo jugar a todos con un cierto estilo y una cierta arrogancia desde que vino”.

Las explosiones de talento de Cantona eran tan imprevisibles como sus arranques volcánicos de carácter, como sucedió con la patada al hincha del Palace en 1995. El inicio de un epitafio del que jamás se arrepintió. Al Rey todo se le consentía. Una de las anécdotas que Phil Neville recuerda con más claridad fue la permisividad que despertaba Éric en torno a su órbita: “En el Manchester United teníamos reglas muy claras que todos teníamos que obedecer. El jefe (en alusión a Sir Alex Ferguson) era muy estricto con estas reglas. Pero a Éric le permitía algunas licencias. Usar ciertas prendas… ¿por ejemplo?, combinar gorras o zapatillas especiales con el uniforme”.