¿Un futbolista reciclado en actor? La idea, a priori, no parece demasiado prometedora: dicen que los experimentos es mejor hacerlos con gaseosa. Pero el mundo del fútbol es tan fértil que no solo produce jugadores o entrenadores. A veces, de la cantera salen actores: el primero fue Vinnie Jones, que lo tuvo fácil. Pasó de ser un ‘bad boy’ sobre el césped a ser un ‘bad boy’ ante la cámara. Para quienes no lo vieron jugar (qué generosa es a veces la palabra ‘jugar’): a su lado, Pablo Alfaro o Javi Navarro eran niños de San Ildefonso.
Y luego está el caso de Eric Cantona. Definir a Cantona como un actor que fue jugador es como decir que el fútbol son 22 tipos corriendo detrás de un balón. Demasiado simple. Cantona es otra cosa. Cantona juega en otra Liga.
Cantona es el protagonista de Recursos inhumanos, una serie recién estrenada en ‘Netflix’ y que está basada en la novela homónima del premiado escritor francés Pierre Lemaitre, ganador del Goncourt en 2013 con Nos vemos allá arriba.
Cantona es Alain Delambre, un parado de 57 años que lucha desesperadamente por encontrar empleo. En su búsqueda, participa en una extraña prueba de selección de personal de una empresa aeronáutica: la empresa simulará una toma de rehenes entre sus directivos y los candidatos al puesto de jefe de recursos humanos -Delambre entre ellos- deberán dirigir los movimientos y las palabras de los falsos secuestradores a través de un pinganillo para descubrir qué directivos se acojonan y qué directivos mantienen el tipo. La cosa se complica, claro, pero hasta aquí se puede leer para evitar ‘spoilers’. El autor de la novela, por cierto, se inspiró en un suceso real, ocurrido en Francia en 2005.
La trama engancha al espectador por el pescuezo. Ocurre con casi todas las historias de Lemaitre, un tipo que publicó su primera novela con 55 años. Pero lo que realmente engancha es la presencia de Cantona en pantalla. Ya lo hacía como jugador: era uno de esos futbolistas capaz de centrifugar la atención de 60.000 espectadores con un taconazo o una vaselina. Ahora hace lo mismo: con barba y algunos kilos de más, Cantona es simplemente Delambre, un parado de 57 años que necesita encontrar un trabajo.
Jugador, actor, activista… en Eric cabe todo
Delambre/Cantona no quiere hacerse millonario, solo pagar las cuotas de su hipoteca. Sabe que el paro le está destrozando por dentro, como un tumor maligno. Y que está provocando el derrumbe de su núcleo familiar.
Cantona/Delambre quiere un puesto de trabajo y lucha por ello. Su lucha traspasa todos los límites (ahí reside la esencia de la novela y de la serie) y esa lucha le convierte en un icono popular. Delambre/Cantona pelea por un puesto de trabajo. Y de paso, contra quienes usan expresiones como “proceso de regularización de activos ocultos” o “actividad extracontable sin carácter finalista”. A veces el lenguaje también se pone de parte de los malos.
De Guardiola o Ancelotti, por poner un par de ejemplos, se decía que ya olían a entrenador cuando eran jugadores. Cantona, en cambio, era un futbolista que apuntaba a actor. Ya hay toda una generación de aficionados que nunca lo vio jugar, y eso convendría arreglarlo: fue un futbolista genial y difícil, rebosante de talento y de mala leche, exquisito con el balón en los pies y con un carácter imposible; ‘gourmet’ y bárbaro al mismo tiempo.
Y sobre todo, carismático. Antes y ahora. Como jugador, como actor y como personaje en general. A Cantona el carisma se le cae de las manos: hay que tenerlo en grandes cantidades para presentarse en una gala de la UEFA en vaqueros, con una camisa arrugada y una boina, recoger un premio, filosofar un poco, decir ‘me encanta el fútbol’ y largarse; y no hacer el ridículo.
No es que el fútbol necesite a gente como Cantona. Tampoco el cine. El mundo, en general, necesita a Cantona. Ser Cantona todo el rato debe de ser agotador, pero a quién no le gustaría ser Cantona de vez en cuando.
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Fotografía de Getty Images.