Otoño de 1897, en algún banco de algún parque de Turín. Sin cartones Don Simon de por medio ni sustancias prohibidas que inhalar, una docena de estudiantes debate sobre la idea de crear un club con el simple propósito de divertirse practicando deporte. ¡Menudos rebeldes! Se decantaron por el football, cómo no, por influencia británica.
Bautizada la entidad como Sport Club Juventus (juventud en latín), sus fundadores decidieron distinguirse con una equipación discreta: camiseta rosa, una corbata negra (sí, una corbata) y pantalones de golf oscuros. Unos diseños que lucieron por el Parco del Valentino sin agresiones recogidas en ninguna crónica.
Lo cierto es que estos diseños predominaron hasta comienzos del siglo XX, alternándose el detalle de la corbata con el color salmón liso y otros matices negros. Pero en 1903 se asumió que las equipaciones desteñían y perdían color al lavarse. Fue entonces cuando John Savage (no confundir con el actor de El Cazador o el musical Hair), un inglés con intereses comerciales en el sector textil y jugador juventino, se puso al mando de la operativa. Por aquel entonces, ya se sabe, Inglaterra no sólo era pionera en el fútbol, también lo era en la industria de los tejidos.
John envió a un contacto suyo de la ciudad de Nottingham un pedido de camisetas y una muestra de la descolorida elástica que usaban hasta entonces. Savage pretendía sustituir el rosa por el rojo que lucía el Nottingham Forest, ya que así resistiría mejor a los lavados.
Sin embargo, el empleado textil encargado de realizar el envío creyó que el uniforme de los italianos era a rayas negras y blancas como resultado del proceso de descolorido que habían sufrido las camisetas. El empleado textil vivía cerca de la sede de uno de los dos equipos de Nottingham, el mítico Notts County (que desde sus orígenes vestía a rayas negras y blancas), así que decidió enviar a Turín 15 camisetas del conjunto inglés.
Cuando los italianos recibieron el encargo, una mezcla de sorpresa y decepción les invadió. Pero con el comienzo de la nueva temporada y los escasos medios con los que contaban para corregir el desaguisado, se resignaron y utilizaron las nuevas camisetas blanquinegras. El uniforme funcionó como un talismán y el equipo logró avanzar por cuarta vez consecutiva a la final de la Copa del Ministerio de Educación Pública y ganarla, con lo que al final los dueños decidieron adoptar el blanco y el negro como los nuevos colores del club de Turín, relegando el rosa (o salmón) al uniforme de visitante.
Desconocemos la veracidad de esta historia dada la escasez de medios de la época. Quizá ocurrió que, efectivamente, en aquel banco de aquel parque de Turín sí corrió el vino y aquel remilgado rosa inicial se entendió con los años como una apuesta poco atractiva para intimidar a los rivales; como mínimo, desde que luce los colores bianconeri, a la Juventus no le ha ido nada mal…