1 de julio de 2012. Olímpico de Kiev. Iker Casillas levanta el trofeo Henri Delaunay al cielo de la capital de Ucrania. A su lado, Iniesta, Silva, Xavi, Ramos, Piqué, Torres y Xabi Alonso. Nombres de una generación legendaria de la que ya hay que hablar en pretérito. Nueve años después los planes de Luis Enrique solo muestran dos cromos repetidos: Sergio Busquets y Jordi Alba. El resto de integrantes forman parte de una nueva hornada. Como el caso de Pedri, la mayor irrupción de este curso. O el de Dani Olmo, que tras emigrar a Croacia sigue creciendo en la Bundesliga. Y el de Diego Llorente, quien ha cogido un avión en dirección a Inglaterra para empaparse de los conocimientos de Bielsa. También el de un José Luis Gayà afianzado en el carril izquierdo de Mestalla. Cuatro futbolistas que obtienen, por primera vez, el premio de representar a su país en una Eurocopa.
PRECOCIDAD CANARIA
“Podíamos pasarnos así todo el domingo. Desde las tres de la tarde hasta las once de la noche”, recuerda Fran, un amigo de la infancia de Pedri, sobre las eternas horas que pasaron jugando al fútbol en Tegueste; antes de apuntar que “¡había gente mayor, pero nosotros íbamos con 12 años y les ganábamos! Pedri, allí… ¡Buf! Era un espectáculo”. Fue en esos partidos de barrio donde se curtió el centrocampista tinerfeño y desde donde dio el salto a las categorías inferiores de la UD Las Palmas, tras militar en la UD Tegueste y el Juventud Laguna. No pasó mucho tiempo en el fútbol base del conjunto canario, pues el entonces técnico de la UD, Pepe Mel, quedó prendado de su fútbol y lo subió al primer equipo. “Fijaos en este chico, porque es millonario y no lo sabe”, dejó caer el entrenador sobre Pedri. Poco después, llegaría el Barcelona. Un año más tarde, la convocatoria para la Euro, convirtiéndose en el más joven en disputar un torneo internacional con la selección española.
UN ERASMUS PARA EMPEZAR
El éxito no tiene por qué llegar a través de un camino recto. A veces se deben tomar desvíos inimaginables. Prueba de ello es la trayectoria de Dani Olmo, un futbolista que, como rememora su padre, Miguel, “nació acompañando a su hermano a cualquier sitio con una pelota debajo del brazo”. Con 16 años, y después de siete cursos, decidió dejar atrás La Masia para iniciar un viaje que le llevaría a Croacia. “Llegaron distintas propuestas. Pero el proyecto deportivo que planteó el Dinamo de Zagreb tenía consistencia y un objetivo muy pautado. Entonces, era el segundo club de Europa, por detrás del Ajax, en venta de talento joven”, destaca acerca del momento en el que su hijo abandonó Barcelona. Y de ahí, a fichar por el RB Leipzig a los 21 años. “Dani quería jugar en una de las cinco grandes ligas, pero también continuar creciendo con una metodología de juego que potenciara su fútbol”, señala. La jugada ha salido bien, ya es un fijo en la selección y participará en esta Eurocopa. Con “orgullo”, como dice su padre, “por llevar esa camiseta y estar entre los elegidos”.
DE MADRID A LEEDS
El 1 de junio de 2013 Diego Llorente cumplió un sueño. Llevaba desde benjamines en el Real Madrid y aquel día debutó con el primer equipo. Era la última jornada de Liga y entró en el campo sustituyendo a Arbeloa. A aquellos cinco minutos en El Sadar le siguieron otros 17 ante el Almería al año siguiente, tras los cuales señaló que “jugar cualquier segundo en el Santiago Bernabéu es un privilegio y defender este escudo es lo máximo”. Aunque aquel privilegio solo se alargó 45 minutos más en un partido de Copa contra el Cornellà. Su carrera se separaba para siempre del Real Madrid. Una cesión al Rayo, otra al Málaga -coincidiendo con su debut en la selección- y, finalmente, un traspaso a la Real Sociedad. En Anoeta logró asentarse en la élite y se le abrieron definitivamente las puertas de ‘La Roja’, pero el destino le tenía preparado otro viaje: a Leeds, con Marcelo Bielsa, donde una lesión lo apartó del césped en el primer tramo del curso pero que, tras superarla, se afianzó definitivamente en la zaga, lo que le ha valido un billete para su primer gran torneo de selecciones.
MADE IN PATERNA
“Cuando entró en la cantera valencianista, José Luis tenía que recorrer 120 kilómetros para ir de Pedreguer a Valencia. Y luego deshacerlos para volver a casa. Pero la ilusión es lo que te mueve”, reconoce Álex Gayà, el hermano del capitán del Valencia, atendiendo a la llamada de esta revista, para reivindicar que, detrás del sacrificio de toda una familia, el objetivo del lateral era exactamente el que ha acabado consiguiendo en su carrera: jugar en el equipo de sus amores. Antes de él, estuvieron Alba y Bernat, con quienes tiene mucho en común: bajitos, rápidos, profundos, zurdos; los máximos exponentes de la producción de laterales izquierdos en Mestalla. “Se trabajó bien. Cambió el estilo. Buscaban tener laterales más finos, más ofensivos, por lo que los pulieron defensivamente, sabiendo que aportarían mucho en ataque”, expone. Eso sí, solo uno ha echado raíces. El primero regresó al Barça. El segundo se mudó a Múnich y a París. El tercero, en cambio, no se ha movido de casa. Hoy es capitán de ‘su’ Valencia. Debutó con la selección después de Rusia’18, y ahora le llega la gran oportunidad, con el apoyo de su familia, que confiesa estar “en una nube con José Luis”.
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Fotografía de Pelayo.