Los siempre bulliciosos aledaños del Cívitas Metropolitano esconden un lamento para aquel que sepa escuchar atentamente. Ya ha pasado más de un año desde el último desfile de Kieran Trippier, pero las gargantas más nostálgicas todavía invocan su nombre. La leyenda negra que persigue a los futbolistas británicos impidió que se generasen grandes expectativas respecto a su llegada. Ni siquiera fue protagonista en su propia presentación, ya que Mario Hermoso irrumpió por sorpresa en la sala de actos en lo que terminó siendo el anuncio de un doble fichaje. Pero poco importan los comienzos cuando los desenlaces son tan felices. Y es que el tan celebrado título liguero de la temporada 20-21 no podría entenderse sin la figura del lateral inglés.
Dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. A no ser, claro, que estemos hablando de la interminable saga de ídolos fugaces que han desfilado por el Atlético de Madrid, de la que ahora Trippier forma parte. Todavía se recuerdan con cariño sus galopadas por la banda, su guante en el pie derecho y, sobre todo, el tándem que formaba con Marcos Llorente. Por desgracia, el dinero saudí cortó de raíz su periplo con la elástica rojiblanca. La posibilidad de convertirse en la piedra angular del tan emergente como atractivo proyecto del Newcastle y la morriña que le provocaba estar lejos de su Inglaterra natal precipitaron el adiós del lateral de Bury tras apenas dos temporadas y media. Un adiós para el que ni aficionado ni club estaban preparados.
Desde que Trippier puso rumbo a la Premier, nada fue igual en el carril derecho del Metropolitano. A Sime Vrsaljko, cómodo hasta entonces como actor de reparto, le quedó grande el papel de protagonista y Wass, fichado expresamente para suplir al inglés, se fue tan rápido como llegó. Cansado de hacer malabares en esa posición, Simeone reubicó a Marcos Llorente como solución de urgencia. Decisión que puso cadenas al fútbol del antaño encumbrado como héroe de Anfield, obligado a seguir rozando el excelente por las titánicas expectativas que había generado a pesar de jugar en una posición que nunca fue la suya. Los ingredientes no parecían adecuados, y el experimento terminó explotando en las narices del técnico argentino. No solo no encontró en Llorente a su nuevo Trippier, también perdió a su efectivo más valioso en el centro del campo.
Desde que Trippier puso rumbo a la Premier, nada fue igual en el carril derecho del Metropolitano. A Vrsaljko le quedó grande el papel de protagonista, Wass se fue tan rápido como llegó y Llorente pasó a jugar con cadenas
En vista de que ninguna de las soluciones que tenían a mano terminaban de dar sus frutos, se comenzó a prestar especial atención a los rumores que llegaban desde la localidad italiana de Udine. Un veloz argentino de marcada vocación ofensiva estaba causando estragos por el carril derecho en cada estadio del calcio que pisaba. Nahuel Molina estaba quemando etapas a un ritmo vertiginoso, y el Atlético no tardó en mover ficha para hacerse con sus servicios. Sin tan siquiera haber puesto un pie en Madrid ya se había metido a los aficionados en el bolsillo, y Simeone le cedió las llaves del carril derecho desde el primer momento. Todo el mundo parecía ansioso para que el argentino triunfase como rojiblanco.
Cuántas veces nos habrán dicho que las prisas son malas consejeras… Su presentación en sociedad en el Metropolitano se saldó con una tarjeta roja completamente evitable y una derrota ante el Villarreal. Esta expulsión sembró la semilla de la duda cuando apenas habían transcurrido dos jornadas. Los mismos que le encumbraron en verano ahora cuestionaban su nivel, y la euforia generada con su fichaje comenzó a diluirse conforme se sucedían los partidos. La situación pedía a gritos un tiempo muerto, y este llegó en forma de Mundial. El máximo escenario internacional se presentaba como una oportunidad de reivindicación que Nahuel Molina no desaprovechó.
Una vez finalizado el parón mundialista, su situación en el Atlético dio un vuelco. Con el plus de confianza que supone levantar la Copa del Mundo, Nahuel mejoró enormemente sus prestaciones defensivas y multiplicó sus internadas ofensivas. Esta potente irrupción ha permitido que Llorente se desprenda de sus pesadas cadenas y ofrezca los primeros trazos de aquel futbolista fundamental en la conquista del último campeonato liguero. El Atlético, herido de muerte en el primer tramo de temporada, parece otro equipo. Su última derrota en liga, precisamente, se remonta a los primeros compases del año nuevo, coincidiendo con el aniversario de la salida de Trippier. Aún es pronto para juzgar si se trata de un mero parche emocional o se convertirá en un romance duradero, pero una sensación de júbilo comienza a recorrer las gradas del Metropolitano. El carril derecho vuelve a estar en buenas manos.
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Fotografía de Getty Images.