PUBLICIDAD

Los 13 aficionados escoceses que compraron un autobús para ir al Mundial 82

Entre los miles y miles de hinchas escoceses que acompañaron a su selección al Mundial de España, destacaron 13 hombres de una pequeña localidad llamada Maybole y un viejo autobús

Mundial 82

Un viejo bus con 13 aficionados escoceses a bordo. 3.000 km hasta Andalucía para acudir al Mundial 82. Un grupo de hinchas que acabaría triunfando más que su selección.


En aquellos tiempos no era extraño que la selección de Escocia se clasificara para la fase final de un Mundial. Ya habían logrado el billete para Alemania Occidental’74 y Argentina’78. Otra cosa era que los resultados en esas citas fueran buenos: habían dicho adiós siempre a las primeras de cambio. Así que cuando el equipo confirmó en Belfast su presencia en España’82, se puso a prueba el entusiasmo y la fidelidad del ‘Tartan Army‘ (la hinchada escocesa, siempre lista para desplazarse por muy bajas que sean las garantías de éxito, por muy traumáticas que sean las experiencias futbolísticas).

Por supuesto, respondieron.

22 jugadores y 15.000 aficionados iban a viajar a la península. Las peticiones de entradas y de vuelos desbordaron a los organizadores. Escocia, que había quedado encuadrada en un grupo con Nueva Zelanda, Brasil y la URSS, jugaría sus partidos entre Málaga y Sevilla. Desde la óptica británica, la perspectiva de unos días de sol, cerveza fría y, sobre el papel, el mejor fútbol del mundo, no parecía nada mala para empezar el verano.

 

‘¿Por qué no compramos un autobús?’, preguntó uno de ellos. Por alguna razón, a los otros 12 les pareció una gran idea. Iban a cruzar el canal de la Mancha, toda Francia y toda España a bordo de un autocar de dos pisos

 

HAY QUE VENIR AL SUR

En Maybole, una pequeña localidad al suroeste de Glasgow, los hubo que fueron previsores para hacerse con una entrada. 13 podían presumir de sus tickets para los tres partidos de la primera fase. Faltaba lo más complicado. ¿Ganar el Mundial? No, llegar hasta él.

‘¿Por qué no compramos un autobús?’, preguntó uno de ellos. Por alguna razón, a los otros 12 les pareció una gran idea. Iban a cruzar el canal de la Mancha, toda Francia y toda España a bordo de un autocar de dos pisos, un milagro de la mecánica de 22 años pintado de azul al que bautizaron como ‘Auld Reekie’.

El reto iba a ser mayúsculo, por varios motivos. El primero era la distancia a cubrir: 3.000 kilómetros por carretera ponen a prueba la paciencia de cualquiera. El segundo, la fiabilidad del vehículo: un bus de más de dos décadas de vida parece una elección idónea si lo que quieres es quedarte tirado; dos semanas antes, el motor había reventado en un viaje a Hampden Park, así que hubo que hacer una buena puesta a punto, con piezas nuevas y varios días de prueba. El tercer argumento que comprometía la aventura era financiero. Eran tiempos de crisis, y no les sobraba el dinero, precisamente, a esos tipos de Maybole. Así que la ayuda de los vecinos fue imprescindible para comprar el ‘Auld Reekie’. Sería, pues, como si todo el pueblo se metiera dentro.

Los 13 elegidos serían una selección alternativa. Como el equipo de Souness, McGrain y Dalglish, también esos hinchas iban a representar a una pequeña nación. Había que dejar el pabellón alto, porque todo el mundo los iba a ver en acción. Y no es una manera de hablar.

 

Uno de los argumentos que comprometía la aventura era financiero. Eran tiempos de crisis, y no les sobraba el dinero, precisamente, a esos tipos de Maybole. Así que la ayuda de los vecinos fue imprescindible para comprar el ‘Auld Reekie’. Fue como si todo el pueblo se metiera dentro

 

La Scottish Television y la cadena canadiense CBC se interesaron por este peculiar viaje al Mundial. Desde su partida, el 7 de junio (a una semana del debut escocés en La Rosaleda, contra Nueva Zelanda), a los 13 de Maybole les acompañaron cámaras y micrófonos que iban a ser testigos de sus reacciones durante los encuentros, pero también de sus opiniones e inquietudes. El resultado, Boys From Maybole, emitido meses después (hoy se puede encontrar en YouTube), comienza con el pintoresco equipo bebiendo, riendo y haciendo conjeturas de cara al torneo en su taberna de confianza, antes de emprender la marcha al ritmo de Cliff Richard y los Shadows.

La película se centra, sobre todo, en seguirlos ya en Andalucía, así que nos perdemos el viaje. Una lástima, aunque es también impagable ver cómo se tuestan en la Costa del Sol desde su llegada a Torremolinos, donde los ha recibido con honores el sonido de una gaita. Más allá de conocer las ilusiones, las apreciaciones futbolísticas y los cánticos de estos héroes cotidianos (“¡Málega, Málega!” es nuestra arenga favorita), la pieza es otro documento de valor para rememorar lo que supuso el Mundial 82 en las sedes de fase de grupos, siempre que uno sea capaz de soportar un montaje visual y un lenguaje algo caducos.

Mención especial merecen las escenas que dejaron escoceses y brasileños al cruzar sus caminos: sobre el césped del Villamarín goleó la ‘Canarinha’ (4-1), pero el duelo sevillano entre samba y whisky acabó en tablas. También es interesante escuchar al seleccionador, el histórico Jock Stein, hablar de sus aficionados y de su equipo en el torneo. O ver a los de Maybole reaccionar desde la grada a lo que ocurría en el campo, con contraplanos de euforia ante Nueva Zelanda (5-2) y de tristeza tras el 2-2 contra los soviéticos que los mandaba para casa. Todo ello, narrado por una voz que deja una sentencia que lo resume todo: “Nadie podía permitirse este viaje, pero no se lo iban a perder”.


SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA


Fotografía de agencias.