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La injusticia es la belleza del fútbol

A nadie o casi nadie le gustaría ponerse en la tesitura de un árbitro cada fin de semana, impartiendo justicia allí donde no la puede haber

El pasado 3 de enero Gaizka Garitano fue cesado como entrenador del Athletic tras cosechar una victoria contra el Elche por la mínima, dejando al equipo en novena posición en liga. La directiva despidió a uno de los entrenadores que mejor rendimiento ha ofrecido en el presente siglo, tal como reflejan los datos. Ostenta el segundo mejor promedio de puntos entre la docena de preparadores que en los últimos 20 años han asumido las riendas de la histórica entidad bilbaína, solamente superado por el ‘Txingurri’ Valverde. En una cifra de partidos equivalente a la de Marcelo Bielsa (79 encuentros para el vizcaíno por 76 del ‘Loco’), obtuvo siete victorias más que el argentino, un empate menos, y tres derrotas menos. Sin embargo, la dinámica de juego actual de los ‘Leones’ no satisfacía a los de arriba, y aunque cabe mencionar que la plantilla, tras la retirada de Aduriz, apenas ha sido reforzada en verano -el extremo Álex Berenguer fue el único fichaje, pese a que se especuló con las flamantes repatriaciones de Llorente y Javi Martínez-, al parecer en la toma de decisiones, las sensaciones respecto a algo o alguien, a veces tienen más peso que su aspecto racional.

No sólo los números amparan al de Derio. Garitano acudió al rescate desde el filial en diciembre de 2018, cuando el primer equipo se encontraba en zona de descenso tras un pésimo inicio de campaña a las órdenes del ‘Toto’ Berizzo. Además de salvar al club de la catástrofe de bajar a Segunda por primera vez en su historia, el curso siguiente lo clasificó para una final y, sin embargo, ha sido destituido antes de disputarla. Se trata de la Copa del Rey de la temporada pasada, interrumpida por la pandemia y todavía sin dueño. Las instituciones optaron por aplazar su resolución al mes de abril de este año, con la esperanza de que el derbi vasco que enfrentará al Athletic y a la Real Sociedad en el sevillano estadio de La Cartuja, sea bendecido con la presencia de público. Está por ver si Imanol Alguacil, entrenador ‘txuri-urdin’, sobrevive en el cargo hasta la fecha, ya que de sus últimos once encuentros oficiales, no ha vencido más que uno: precisamente contra los de Gaizka Garitano, el 31 de diciembre del 2020, agotando definitivamente el crédito de su colega, en la que podría considerarse, vista a posteriori, una especie de final anticipada.

Este miércoles 13 de enero arranca la Supercopa de España. Debido a las barreras internacionales que ha levantado la coronacrisis, esta edición no se realizará en Arabia Saudí como el año pasado, sino que volverá provisionalmente al país que le da nombre. El compromiso con los saudíes, que compraron tres Supercopas por la friolera de 120 millones de euros, no se rompe sino que se pospone, con lo cual el año que viene y el siguiente, si no se encadenan más accidentes, este título volverá a disputarse en Oriente Medio. Otro de los cambios obligados concierne al emparejamiento de las semifinales. Según lo establecido en las normas del torneo, debían enfrentarse el campeón de la Copa del Rey contra el subcampeón de Liga y viceversa. El hecho de que todavía esté por conocer el vencedor del torneo copero obligó a que los rivales del campeón y subcampeón de Liga fueran determinados por sorteo: al Madrid le tocó el Athletic y al Barça, la Real. Hasta el último momento existía cierta expectativa de que los estadios de Nuevo Arcángel, La Rosaleda y La Cartuja abrieran sus puertas a un aforo reducido pero significativo, dado que la Real Federación Española de Fútbol había solicitado permiso a la Junta de Andalucía para ello. La respuesta negativa ha llegado este último domingo por parte del organismo autonómico.

 

Las dos competiciones que organiza la RFEF, la Copa del Rey y Supercopa de España, son consideradas competiciones no profesionales, por lo cual el organismo presidido por Rubiales, para permitir aforo en un partido, tan solo necesita de la connivencia de la Comunidad Autónoma

 

LaLiga, la ACB y el Consejo Superior de Deportes se reunirán este próximo viernes 15 de enero con el objetivo de trazar una hoja de ruta para el progresivo regreso del público a los recintos que acogen sus eventos. Desde junio, cuando se legisló mediante un Real Decreto para que se reanudaran las dos competiciones profesionales más importantes del país, quedó establecido que la última palabra al respecto la tendría el CSD, “previa consulta al organizador de la competición, al Ministerio de Sanidad y a las Comunidades Autónomas”. El organismo presidido por Javier Tebas, comprometido por el decreto que posibilitó la reanudación del fútbol con la mayor prontitud posible, está sometido a otras voces y criterios para establecer cuándo volverá la afición a los partidos ligueros.

Un sometimiento que no atañe a la RFEF. Las dos competiciones que organiza, tanto la Copa del Rey, como la Supercopa de España, son consideradas competiciones no profesionales, por lo cual el organismo presidido por Luis Rubiales, para permitir aforo en un partido de susodichos torneos, tan sólo necesita de la connivencia de la Comunidad Autónoma donde haya de celebrarse el partido, con la correspondiente desigualdad que genera esta situación. En la primera ronda de Copa, que recordemos, repite formato estrenado la temporada pasada, de eliminatoria a partido único disputado en el campo del equipo de menor categoría, 32 de los 53 partidos contaron con la presencia de hinchas en las gradas. La Junta de Andalucía este último domingo le ha denegado el permiso a Rubiales, pero anteriormente había permitido un aforo de hasta 400 personas en el Pulpileño-Lugo, en el Tomares-Osasuna, en el Ciudad de Lucena-Sevilla…; todos ellos encuentros pertenecientes a la primera ronda de Copa. En ninguno de ellos el local logró llevarse la victoria, algo que sí ocurrió la semana pasada, en una de las sorpresas más sonadas en lo que llevamos de torneo: el triunfo del Córdoba frente al Getafe ante casi 3.000 espectadores en el Estadio Nuevo Arcángel; mismo escenario que, ocho días después, hoy, albergará vacío la primera semifinal de la Supercopa.

El hecho de que la Junta de Andalucía autorizara un amplio aforo en Copa mientras que en Supercopa no, con la escasa distancia de poco más de una semana que separa ambos acontecimientos, viene a resaltar la arbitrariedad subyacente a todos los métodos de decisión pretendidamente racionales y hasta científicos, empleados por las instituciones desde el principio de la pandemia. El Córdoba dio la campanada ante el Getafe empujado por su afición; lo mismo hizo el Ibiza ante la suya frente al Celta de Vigo. Dos equipos de primera eliminados por sendos conjuntos de Segunda B; pero no fueron los únicos: en la que fue sin duda la mayor sorpresa de la segunda ronda, el Cornellá, en un campo teóricamente vacío, le endosó su medicina al todopoderoso Atlético de Madrid, líder aventajado en la competición liguera. Y escribo teóricamente porque, al final del resumen del partido que colgó la Federación en su canal de Youtube, es de notar que los jugadores verdes se acercan al córner para agradecer el apoyo de un centenar de aficionados que, de forma irreverente y, en toda regla, clandestina, se habían acercado a animar al pequeño club de los suburbios de la capital catalana.

¿Habrían conseguido tales hazañas estos humildes conjuntos sin el aliento de su gente? Resulta imposible saberlo con certeza. Lo que es seguro y se sabe desde siempre es que la presencia de público en un recinto deportivo no neutro, favorece estadística y anímicamente al cuadro local. Esta ventaja invisible, esta diferencia en la probabilidad, podrá ser medida y demostrada por expertos científicos, sin que eso la convierta en una verdad más aplastante de lo que ya es. ¿Puede ser considerada justa una competición en la que algunos equipos cuenten con el apoyo de su público, mientras que otros no? Declaraba Bielsa: “Debería existir una regla por la cual la entrada de aficionados en los estadios se produjera en todos o en ninguno. La presencia de hinchas en las gradas tiene incidencia en los resultados”. Palabra del ‘Loco’.

Según el especialista en Economía del Comportamiento, Carlos Cueva, “el efecto más claro de la ausencia de público en los estadios es en el árbitro”. Este profesor de la Universidad de Alicante, interesado por los factores no racionales que afectan a la toma de decisiones, a los que llama “sesgos de comportamiento”, ha realizado un estudio en el que se comprueba que “mientras que los árbitros señalaban de manera consistente más infracciones contra los equipos visitantes que contra los locales antes del confinamiento, esta diferencia desaparece completamente después del confinamiento”. Su conclusión va en la línea de otra investigación realizada en 2001 por Luis Garicano e Ignacio Palacios titulada Favoritismo bajo presión social, que señala y corrobora con datos que los árbitros españoles tienden a favorecer al equipo local al dictar la cantidad de minutos que se añaden al tiempo reglamentario, a la vez que identifica que “el mecanismo mediante el cual opera el sesgo es el deseo de satisfacer al público”.

 

En una entrevista con motivo de su trigésimo aniversario, el jueves pasado, Eden Hazard alzó la voz contra el video arbitraje, porque según él, “le quita diversión y emoción al juego”

 

Desde que se juega al fútbol, los árbitros, conturbados por sesgos que afectan a su comportamiento racional, favorecen involuntaria y sistemáticamente al equipo local. Pese a ello, a nadie se le ocurriría pensar: “menos mal que ha llegado el fútbol a puerta cerrada para solventar esta injusticia”. Porque también desde antaño, los árbitros constituyen uno de los elementos más entrañables de este deporte: asumen la responsabilidad de aplicar un ambiguo reglamento, se les insulta por doquier y, siendo su máxima aspiración el pasar desapercibidos, suelen sembrar la polémica allá donde van. Nunca o casi nunca dejan contento a todo el mundo. A nadie o casi nadie le gustaría ponerse en su tesitura fin de semana sí, fin de semana también, impartiendo justicia allí donde no la puede haber. Esta figura, tan hostilizada como imprescindible para la correcta oficialidad de un encuentro, recientemente ha visto su trabajo amenazado por la irrupción del VAR, una herramienta que tampoco está exenta de errores, pero que igual que sucede con otros muchos empleos, a largo plazo tiende a sustituir al factor humano porque opera bajo mecanismos óptimos, eficientes y exclusivamente racionales.

En una entrevista con motivo de su trigésimo aniversario, el jueves pasado, Eden Hazard alzó la voz contra el video arbitraje, porque según él, “le quita diversión y emoción al juego” y pese a que “ha corregido errores”; el ahora treintañero belga opina que “la injusticia también es la belleza del fútbol”. Triste consuelo para Gaizka Garitano, que no se sentará en el banquillo en la final de una Copa del Rey que, pese a que el Athletic no la levanta desde 1984, históricamente se le ha dado bien: es el segundo club con más ejemplares en sus vitrinas, sólo superado por el Barcelona. Garitano se marcha de la catedral de San Mamés por la puerta de atrás y con la miel en los labios, habiendo llevado al equipo de su corazón a una final que ya se tendría que haber jugado, de no haber sido por la arbitrariedad de las circunstancias, y de la que él tenía derecho a disfrutar por mérito propio. Le releva en el cargo Marcelino García Toral, vigente campeón de la Copa del Rey con el último cuadro que dirigió, el Valencia, de donde también fue mandado a la calle después de una victoria, así que como mínimo en ese aspecto podrá empatizar con su antecesor. Resta comprobar si el asturiano, al que se le reprochan unas declaraciones de hace años en las que afirmaba que “los árbitros favorecen al Athletic muy a menudo”, cumple el objetivo por el que ha fichado: alzar la Copa que le ha dejado su colega Gaizka en bandeja. Queda mucho hasta entonces. El fútbol tiene siempre la última palabra.

 


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Fotografía de Getty Images.