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La doble verdad de Rodrigo

Un jugador es su talento y el contexto. Rodrigo ha encontrado uno ideal en Valencia y no parece fácil que se reproduzca en un equipo de mayores aspiraciones

Si a los futbolistas como Rodrigo Moreno históricamente siempre ha costado entenderlos, cuando uno de estos, como es su caso, nace en un fútbol que le es contrario, la incomprensión tiende al infinito.

A grandes rasgos la historia de Rodrigo se podría resumir como la de un delantero sin grandes cifras que brilla por hacer cosas de mediapunta sin serlo y que durante varios años vio como su carrera se le iba de las manos pegado a la línea de cal. Por suerte para Rodrigo, el innegociable 4-4-2 de Marcelino García Toral llegó a tiempo y, desde entonces, es un futbolista imprescindible en Valencia.

“El equipo es otro sin Rodrigo, los objetivos sin él ya no serán los mismos”, llegó a decir el técnico asturiano pocos días antes de ser destituido. Esta frase hay que encuadrarla en un contexto de enfrentamiento con la directiva, es cierto, pero a nivel futbolístico explica la doble verdad que encierra el valor de Rodrigo Moreno como ‘che’: hay un Valencia con Rodrigo y otro sin Rodrigo, y éste último es bastante peor equipo.

 

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El Valencia de Marcelino, al igual que el de Albert Celades, no se entiende sin su presencia entre líneas. Es en esa zona donde Rodrigo, como segunda punta, aparece tras despegarse de los centrales, crea una línea de pase constante para que Dani Parejo acelere el juego y, una vez recibe, convierte la jugada en ocasión de peligro.

En caso de acabar en gol, probablemente éste no llevará su firma ni como autor ni como asistente del mismo, pero su aparición en ese espacio intermedio es fundamental. Y lo es de tal manera que, en su ausencia, esta jugada ya no existe. Cuando Rodrigo no está de repente los delanteros son más lentos, los extremos regatean menos y Dani Parejo deja de poder verticalizar el juego. De repente el Valencia es más previsible, menos agresivo y, como consecuencia, acaba defendiendo peor. De ahí la frase de Marcelino cuando temía perderlo en verano.

 

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Evidentemente, si Rodrigo Moreno en vez de anotar seis goles de media por Liga (como está promediando en el Valencia), anotase 12, sería un jugador de una dimensión superior. Y si en vez de 12 anotase 20 probablemente estaríamos hablando de un jugador de culto, pues a fin de cuentas el hispano-brasileño hace cosas que la mayoría no puede hacer sobre el terreno de juego.

De hecho es muy posible que haya sido esta falta de gol lo que ha hecho que ni Real Madrid, ni Atlético de Madrid ni, parece, Futbol Club Barcelona se hayan decidido a invertir en él la cantidad que pedía el Valencia. El gol se paga y su ausencia se castiga, sobre todo en equipos a los que se exige ganar todos los partidos y que, a menudo, lo consiguen simplemente por eso: por tener jugadores que nacieron con el don del gol.

Pero, aunque no se terminase haciendo dicho traspaso, no deja de ser significativo que estos tres clubes se interesasen en Rodrigo Moreno. Sobre todo porque entre el Madrid de Lopetegui, el Atlético de Simeone y el Barcelona de Setién cuesta encontrar similitudes.

Sea como fuere, por abordar el último caso, sorprende que el Barça se haya interesado en Rodrigo. Sorprende muchísimo. Y no porque hubiese llegado para sustituir a Luis Suárez como se dice (lo cual no es exactamente así, pues llegaría a un equipo diferente con necesidades diferentes) o porque le faltase nivel (optimizado como está en Valencia, Rodrigo sí tiene sitio en Barça, Madrid o Atleti), sino porque su perfil no parece tener encaje en el equipo que está construyendo Setién.

 

Su fichaje por el Barcelona era el de un cromo repetido para un álbum que, para colmo, aun no ha encajado al original

 

Es cierto que van pocos partidos y que, por ende, todo puede cambiar en unos días, pero al final hay cosas que son inamovibles. La primera es que éste es el equipo de Leo Messi y él, empiece en derecha o por dentro, siempre va a ocupar una zona muy parecida (incluso por perfil) a la que le gusta ocupar a Rodrigo. La segunda es que el Barcelona, a consecuencia de esto, ya está teniendo problemas para integrar en el equipo a uno de los mejores jugadores del mundo, un Antoine Griezmann que hace muchas de las cosas que hace Rodrigo, sólo que con más constancia y con más gol. Y si el francés se ha visto durante mucho tiempo recluido a una banda, desconectado del juego e infrautilizado, qué no le podría haber pasado al hispano-brasileño.

Entonces… ¿para qué quería el Barcelona a Rodrigo? El equipo de Setién está dibujando un 3-3-4 en ataque posicional con Jordi Alba y Ansu Fati muy pinchados arriba (tanto que no sale llamarlo 3-5-2, sino 3-3-4 porque no sólo están en línea a los dos de arriba, sino que tienen una influencia directa con los laterales rivales) que le abriría dos puertas: en punta o en banda.

En punta, al lado de Leo Messi, podría encajar muy bien. Es un jugador con calidad posicional y sensibilidad para el juego interior, pero nunca lo haría mejor que un Griezmann con más talento para propiciar la aparición del tercer hombre (como vimos ante el Granada) y, por supuesto, hay que recalcarlo de nuevo, con mucho más gol.

También es verdad que a cambio el francés en derecha podría aportar varias de las cosas que no le está dando Fati a Setién, pero sería como utilizar utilizar un tenedor para comer una sopa. Y lo mismo pasaría con Rodrigo Moreno. Él es más agresivo sin balón que Antoine (que ya no es el de la Real Sociedad), como se puede comprobar en la Selección, donde incluso ha jugado por fuera. Eso es, de hecho, lo que seguramente buscaba Lopetegui cuando lo pidió para el Real Madrid. Pero esa agresividad la ha aportado desde la libertad. Es decir, partiendo desde fuera para ir donde toque en cada momento. El Barça a su extremo le está pidiendo que fije posición arriba y pegado a la línea de cal, es decir, que no se mueva, como no se movía Pedro, y que cuando reciba aporte un desborde que ni Griezmann (“no sé regatear”, dijo hace poco) ni Rodrigo Moreno tienen.

Así que, en resumidas cuentas, el fichaje de Rodrigo Moreno era el de un cromo repetido para un álbum que, para colmo, aun no ha encajado al original.

 

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Siempre, siempre, siempre, sin excepciones, tampoco la de Leo Messi, un jugador es su talento y el contexto. Rodrigo Moreno ha encontrado uno ideal en Valencia y no parece fácil que se reproduzca en un equipo de mayores aspiraciones. ¿Qué hubiese sido de Rodrigo en el Madrid? ¿Y en el Atleti? ¿Y en el Barça? Ni se sabe ni parece posible que lo sepamos ya, pero lo que sí que sabemos de sobra es que no se entiende nada de todo lo bueno que le ha pasado al Valencia en los dos últimos años sin el nombre de Rodrigo Moreno.