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Jekyll, Hyde y Jutglà

Sin sitio en el Barça, el delantero, protagonista de una singular historia, se ha convertido en el líder de Brujas, sorpresa de esta Champions y rival hoy del Atlético

Hace unos años, tres o cuatro, quizás cinco, trabajaba de socorrista en la piscina municipal de Torelló, un pequeño pueblo de 15.000 habitantes de la comarca de Osona (Barcelona), en el corazón de Catalunya. Ferran Jutglà (1999) había nacido cerca, en Sant Julià de Vilatorta, hijo de pastelero. Cuando Carles Arjona, uno de sus primeros técnicos, le recogía en el instituto de Vic, muchas tardes, para llevarlo a entreno, Ferran, ‘Ferranet’, le esperaba con dos o tres croissants. “En su casa son muy trabajadores. Y unas bellísimas personas. Su padre siempre me decía: ‘yo no sé de fútbol, pero lo tienes que ayudar. A mí me dicen que es bueno, pero yo no sé de fútbol'”, sonríe Arjona.

Su profesor de Biología en segundo de ESO no sonríe tanto: “Supongo que las cosas buenas que tenía eran fuera del aula. Si llamaba la atención nunca era por nada bueno”. Su pasión no estaba en los libros. Estaba en la pelota. Desde la cuna, desde que empezó a perseguirla con cuatro o cinco años en su pueblo. “Parecía más grande por el fútbol que salía de sus botas. Por estatura no. Aquí duro poco”, dicen desde su primer club, glosando su calidad y su carácter. Dueño de un talento ingente y una potencia infinita, le poseía su pasión enfermiza, casi patológica, su gen competidor insaciable. Arjona, en un texto de El Periódico, recordaba que en un partido contra el Barça retransmitido por la tele le dejó en el banco por no haber entrenado bien, cuando ya se había puesto incluso el brazalete de capitán: “‘¿Has entrenado bien esta semana? ¿Para ser titular?’, le dije. ‘No, pero yo soy el mejor’, me respondió. ‘¿Pero has entrenado bien? Tus compañeros han entrenado mejor, así que de momento te quedas en el banquillo. Y si eres el mejor lo demuestras cuando salgas’, le dije”. Él respondió gritándole capullo, mientras lloraba. Lloró muchos días en esos años, víctima de su carácter volcánico. “En un entreno le dije ‘ponte en el centro del campo’. Le di el balón y le dije ‘ahora juega tu solo contra todos’ y a los cinco minutos ya perdía 7 o 8 a 0. Lo hice para que entendiera que por bueno que fuera el mundo no giraba a su alrededor. ‘Esto es lo que te pasa en el campo, Ferran. ¿Lo ves? Necesitas a tus compañeros para hacer goles y para ganar. Sino, pierdes'”, añadía Arjona, volviendo a esos tiempos en los que Jutglà y Riqui Puig competían por ser el mejor jugador alevín de la liga catalana de División de Honor.

“Me las hizo pasar putas. Era una guerra constante”, añade ahora riendo. Le envió a la ducha más de una vez. Y de diez. “Siempre me decía ‘me da igual lo que me digas. Yo jugaré en Primera. Yo llegaré a Primera'”, prosigue Arjona. “Era un chulo, un Cristiano. Pero podía serlo. Porque se sacaba la polla”, asiente un excompañero en una terraza de bar. Adicto a la victoria y, aún más, alérgico a la derrota hasta extremos insospechados, más allá de sus límites, se enfadaba cuando tenía que ceder una falta o cuando le sentaban en el banquillo con el partido resuelto. En el FIFA no perdonaba ni un gol. Jugaba con la camiseta por fuera, botas de colores y cresta engominada y teñida.

Su calidad hacía presagiar un futuro como el actual, pero no fue fácil. Después de tres años en las categorías inferiores del Espanyol, fue rechazado y tuvo que volver a casa, al Vic Riuprimer. “Oír ‘este ya no llegará’ hace mucho daño, y más en el momento de hacer el cambio de hombre a niño, pero jamás se hundió. Remontó. Y hasta aquí. Y llegará hasta donde quiera. Porque es muy fuerte mentalmente y porque nunca ha tenido ningún problema en remangarse y en bajar al barro. Es humilde. Tiene los pies muy en el suelo y no cambiará: ha tenido que comer mucha mierda para llegar hasta aquí”, afirmaba Arjona. Se rehizo y en diciembre de 2018 jugó contra el Atlético de Madrid en la Copa, con la camiseta del Sant Andreu. “No estás acostumbrado a jugar delante de tanta gente, pero una vez empezó el partido me olvidé de la gente y de los rivales”, contó el propio Jutglà en El 9 Nou, siempre con la vista fijada en las redes rivales.

 

“En un entreno le dije ‘ponte en el centro del campo’. Le di el balón y le dije ‘ahora juega tu solo contra todos’ y a los cinco minutos ya perdía 7 o 8 a 0. Lo hice para que entendiera que por bueno que fuera el mundo no giraba a su alrededor”

 

En 2021 recaló en el Barça para jugar en el filial. Hasta que aprovechó las bajas en el Camp Nou para romper la puerta del primer equipo. Entre diciembre y enero celebró dos goles en nueve encuentros. El 12 de diciembre debutó (Osasuna), el 14 de diciembre debutó como titular y como goleador en partido amistoso (Boca Juniors) y el 18 de diciembre debutó como titular y goleador en partido oficial (Elche). Cuando marcó contra el Elche dibujó una casa con sus manos. “Representaba los amigos y la familia”, explicó Joel Arumí en el mencionado texto de El Periódico, inseparable de Jutglà desde la infancia y hoy jugador del filial del Atlético de Madrid. De pequeños hablaban juntos de qué sería jugar en la élite.

Arumí, como el resto de la cuadrilla, no se perderá el partido de este martes entre el Brujas y el Atlético de Madrid en terreno belga (21:00) El encuentro, de la tercera jornada de la Champions, testará el nivel real del Brujas, que lidera su grupo con tres puntos más que el Bayer Leverkusen y el Atlético y seis más que el Porto. Los belgas han superado al Bayer Leverkusen en el Jan Breydel (1-0) y han derrotado al Porto en Dragão (0-4, con gol y asistencia de Jutglà) y atesoran los seis puntos posibles, como el Nápoles, el Bayern Múnich, el Sporting de Portugal, el Madrid, el Manchester City, el PSG y el Benfica.

Sin sitio en el Barça desde la llegada de Pierre-Emerick Aubameyang, este verano Jutglà rechazó otras ofertas para recalar en el Brujas. El club belga pagó cinco millones por él y le dio un contrato de cuatro años, además del ‘9’ y la posibilidad de tocar la pelota de la Champions League. “Ha apostado por mí y me ha demostrado mucho interés. Es un buen equipo para asentarme en el fútbol profesional”, afirmaba en la Cadena Ser poco después de concretarse su fichaje. “He encajado muy bien”, añadía, siempre algo tímido, hace unas semanas en RAC1. Los números certifican que es cierto: acabó el curso pasado como pichichi de Primera RFEF con 19 goles en 32 partidos (15 goles en 17 partidos desde que se despidió del primer equipo) y en este ya suma siete goles y cuatro asistencias en 13 encuentros. Distinguido con el premio al mejor jugador del Brujas en agosto y en septiembre, ha caído de pie y celebra triunfos megáfono en mano. Arjona concluye: “Lucha por un sueño. Y sabe que a veces hay que dar tres pasos atrás para dar cinco pasos adelante”.

 


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Fotografía de Getty Images.