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En un momento dado

Publicamos como avance editorial el primer capítulo de 'En un momento dado' (Planeta), el libro del periodista Oriol Rodríguez que compone la historia oral del Dream Team y que sale a la venta este 19 de marzo

Miércoles 20 de mayo de 1992

Hoy el Barça ha ganado su primera Copa de Europa. Era el minuto 111; una agonía. No podíamos volver a pasar por lo de Sevilla, otra vez no. «Toca Stoichkov, para Bakero, pica Koeman…», ha narrado Joaquim Maria Puyal. «Toca Stoichkov, para Bakero, pica Koeman…». Y de nuevo: «Toca Stoichkov, para Bakero, pica Koeman…». Barça 1-0 Sampdoria. Y entonces el tiempo se ha detenido. Cuando he recobrado el sentido, estaba de pie, botando, abrazado al Kiku, sobre una mesa del bar de Sant Andreu donde he quedado con los amigos del instituto para ver el partido. Volaban los ceniceros y los vasos de tubo. «Toca Stoichkov, para Bakero, pica Koeman…».

En la calle, los coches entraban por la Meridiana con la urgencia adrenalínica del que huye de una catástrofe nuclear o se escapa de una invasión zombi. Tocaban el claxon y gritaban «campeones, campeones». Supongo que iban para Canaletes. En la esquina con Fabra i Puig, a través de la ventanilla, me he abrazado a uno que sostenía con una mano el volante y con la otra una botella de cava. No me gusta el cava, pero le he pegado un buen sorbo.

Con el Kiku hemos estado discutiendo si íbamos a Canaletes o no. Finalmente hemos decidido ir mañana a la Plaça Sant Jaume. Nos hemos despedido en el portal de su casa y, bandera catalana anudada al cuello y bufanda del Barça a modo de bandana, he seguido Fabra i Puig arriba, dirección Horta; dirección a casa.

Cerca de la Plaça Virrei Amat, el cocinero de un bar grasiento —un tipo con los capilares de la nariz dibujando un mapa de ríos rojos y una barriga patrocinada por Estrella Damm— me ha gritado que ellos tenían seis.

«Y todas en blanco y negro».

Imagino que la felicidad es el minuto 111. «Toca Stoichkov, para Bakero, pica Koeman…». Sí, debe ser eso.

Sábado 31 de enero de 1987

Hoy me he hecho del Barça. Hasta entonces he sido del Espanyol. Del Espanyol y —esto es innegociable e irrenunciable — del Horta. Pero hoy me he hecho del Barça.

Hasta hoy he sido del Espanyol por culpa de Ramón del Cerro, un amigo de mis padres que pertenece a dicho equipo. Él y toda su familia: su mujer, su hija mayor, su hijo mediano y su hija pequeña. Todos socios. Pero al campo, a Sarriá, solo van el padre y el hijo. Y como les sobran tres carnets, empezaron a llevarme a mí también.

Vamos con su SEAT Ronda de Horta a Sarriá. Juan Ramón —el hijo de Ramón— y yo nos sentamos detrás, sacando nuestras banderas por la ventana. De camino, la gente nos insulta.

«Perico que vola, perico a la cassola» es de lo más suave que suelen gritarnos. «Perico que vuela, perico a la cazuela». Todo cambia cuando alcanzamos General Mitre y empezamos a coincidir con más aficionados del Espanyol. Las miradas y sonrisas de complicidad se cruzan entre los cristales de los vehículos.

Por otro lado, hasta hoy he sido —y creo que siempre seré— del Horta, por mi abuelo Manel. El avi jugó en el Horta antes de la guerra. En casa hay una foto suya de juvenil. Forma parte del once inicial. Es de los que están sentados en la fila de abajo. Lleva una toalla anudada por dentro de la camiseta blanca, los pantalones negros, las medias negras y unas botas enormes que parecen transatlánticos cruzando un océano. Por él, en el barrio, en las Casas Baratas, los vecinos suelen decirme «aquest nen porta el fútbol a la sang».

El avi me lleva al campo del Horta desde que nací. Él y yo; nadie más. El domingo es nuestro día. Me deja solo —siempre lo ha hecho— en la tribuna y él se va al vestuario. Desde hace años es el masajista del equipo. Es mi abuelo, pero en el club todo el mundo también le llama avi. El juego me hipnotiza, pero más lo hacen los periodistas que narran los partidos por la radio y los que van tomando apuntes para escribir la crónica que saldrá publicada el lunes en el Sport o en el Mundo Deportivo. Me quedo embelesado con el público. Todos son hombres, la mayoría con bigote. Muchos me parecen viejos, aunque no deben serlo tanto. Fuman puros, insultan a los árbitros cuando pitan en contra del Horta, e insultan a los jugadores del Horta cuando fallan una ocasión clara.

El avi dice que él solo es del Horta. Pero en casa todos sabemos que también es un poco del Espanyol, porque siempre se está quejando de que el Barça roba a los mejores jugadores de los clubes humildes de Cataluña. Y pese a todo, a veces me lleva con él al campo de la Fabra i Coats a ver al Barça Atlètic. Un día estábamos haciendo cola en el bar del campo y me dijo que me fijara en un hombre: «Aquell d’allà és el Carles Rexach. Era un manta, però també un dels millors jugadors de la història del Barça».

Mi tío Manel también es mucho del Horta, tanto como del Barça. Tal vez por ello mi tío y mi abuelo siempre están discutiendo. Quizás por ello hoy me ha llevado al Camp Nou. Puede vivir con el hecho de que su padre sea del Espanyol, pero que su padre y su sobrino también lo sean le resulta una carga insoportable.

 

El tiet Manel me ha dicho que ser del Barça es sinónimo de patir, que esa es la primera lección que debe aprender un culé. Yo sigo intentando interiorizar nuestra razón de ser: sufrir, sufrir y sufrir

 

«Avui, Oriol, et faràs del Barça».

Hoy el Barça jugaba contra el Real Madrid. Solo con entrar en el Camp Nou, aunque no he querido reconocerlo al momento, ya era del Barça. Cuando Gary Lineker ha marcado su tercer gol, lo he admitido públicamente.

«Tiet, ja soc del Barça».

El Barça ha ganado 3-2. Ha marcado Lineker en el minuto 2, en el minuto 5 y en el minuto 47. Luego, el Madrid ha marcado en el 61 y en el 80. El primero lo ha hecho uno que se llama Valdano. El segundo, Hugo Sánchez, que lo ha celebrado con su habitual palomita. Qué rabia da el tipo.

Mi tío dice que Hugo Sánchez estuvo a punto de fichar por el Barça, pero que Terry Venables finalmente lo descartó y pidió que ficháramos a un escocés, Steve Archibald, que es bueno, pero no tanto como el mexicano. Dice también que con Hugo Sánchez seguro que hubiéramos ganado la final de Sevilla. Los últimos minutos sufrimos muchísimo porque parecía que el Madrid iba a empatar.

«Oriol, el Barça és el millor equip del món, som més que un club, però sempre patim. Si et fas del Barça, això és el primer que has d’aprendre».

He llegado a casa eufórico. Les he explicado a mis padres que el Barça había ganado 3-2, que ha habido emoción hasta el final, y que ahora soy culé. A mi padre, que no le gusta el fútbol, le podría haber dicho que me había hecho hare krishna o legionario, y mi cambio de bando le hubiera suscitado el mismo interés.

«Papa, em fas soci del Barça?».

«El futbol és de borregos». Y tema zanjado.

Dicen que puedes cambiar de todo menos de equipo de fútbol. Puede, pero yo —aunque no sé si estoy preparado para «patir»— hoy me he hecho del Barça.

Jueves 28 de abril de 1988

El tiet Manel me ha dicho que ser del Barça es sinónimo de patir, que esa es la primera lección que debe aprender un culé. Yo sigo intentando interiorizar nuestra razón de ser como barcelonistas: sufrir, sufrir y sufrir. Y hoy estoy sufriendo porque ha pasado algo que aún no entiendo. En el Telenotícies lo han descrito como «el motín del Hesperia». Le he preguntado a mi padre que qué sucedía, pero su respuesta ha sido la de siempre: «El fútbol es para borregos y los futbolistas son unos millonarios mimados», y ha seguido cenando.

En las imágenes se ve a toda la plantilla reunida en un gran salón de banquetes de un hotel, supongo que el Hesperia. En el centro de una infinita mesa, frente a decenas de micrófonos, se encuentra el capitán, José Ramón Alexanko. A su izquierda, Ramón María Calderé, Paco Clos… A su derecha, Víctor Muñoz, el entrenador Luis Aragonés, Urbano… Estaban todos. A excepción de Francisco López López, un extremo explosivo del filial, uno de casa, del barrio de La Verneda, al que han operado hace unos días y aún se encuentra ingresado en el hospital. Tampoco estaban Gary Lineker, que se halla concentrado en Hungría con su selección, ni Bernd Schuster.

El tiet dice que Schuster es buenísimo, el mejor mediocentro que ha tenido nunca el Barça, pero que solo piensa en él. Que cuando le cambiaron en la final de la Copa de Europa de Sevilla, cogió un taxi y se fue del campo antes de que acabara el partido. Y es que al tiet, cuando habla de la final de Sevilla, aún se le humedecen los ojos y le hierve la cara, roja como se le pone. Perdido entre la tristeza y la rabia, dice que esta herida nunca se le curará. Ser culé es patir. En el cole, el Juanjo —que es merengue— me ha dicho que Bernd Schuster fichará por el Real Madrid la temporada que viene. No se lo he querido preguntar al tiet porque seguro que exclamaría: «No hi ha traïció més gran a la vida que un jugador del Barça fitxant pel Madrid. De blanc no vull ni els llençols». Y entonces mi tía volvería a explicarme que cuando se casaron, el tiet le pidió que, por favor, se vistiera de negro, de rojo, de azul… del color que quisiera menos de blanco. Ella, evidentemente, no le hizo caso. Él se puso un traje azul oscuro, una camisa azul cielo y una corbata granate.

 

Y Urruti ha rematado con un “que me hagan esto a mí, que he callado después de todo lo que ha pasado y he sangrado y he muerto en el campo por el Barcelona. Y yo que quería morir aquí como futbolista…”

 

La cosa va de algo de Hacienda. Parece ser que para ahorrar dinero en impuestos —a los jugadores y al club—, el Barça ha ideado un modelo de contrato dividido en dos. Y aquí ya me he perdido. El presentador del Telenotícies ha explicado —o al menos eso es lo que yo he entendido— que, por un lado, los jugadores cobran el 60 por ciento de su sueldo declarando el 53 por ciento en impuestos y el 40 por ciento restante lo cobran como derechos de imagen, tributando (esa ha sido la palabra que ha empleado y que ahora buscaré en el diccionario) únicamente el 35 por ciento. Cuando el club les hizo la propuesta —ha proseguido el presentador—, les aseguró que era legal, por lo que todos la aceptaron. Hacienda lo ve diferente, pues desde hace meses les está reclamando una millonada. Los jugadores dicen que es el club el que debe pagar lo que Hacienda demanda; el club dice que son los jugadores los que deben espabilarse con Hacienda. Y como no se ponen de acuerdo, la plantilla ha decidido hacer público un manifiesto exigiendo la dimisión del presidente, el empresario de la construcción Josep Lluís Núñez, a quien el tiet llama «el rey del chaflán». Esto tampoco lo entiendo.

Alexanko ha leído un comunicado que empezaba acusando a Núñez y al resto de la directiva azulgrana de intentar dividir al equipo: «La profesionalidad y honestidad de la plantilla no se puede poner en duda». Los futbolistas, a través del capitán, han asegurado que han «perdido toda la confianza en el presidente, que nos ha decepcionado como persona y humillado como profesionales». Dicen que se sienten «totalmente engañados por él al no haber cumplido este los compromisos pactados». Y han acabado lanzando la última bomba al pedir que Núñez deje el Barça: «Aunque la petición de dimisión es un derecho de los socios del club, desde la plantilla también la sugerimos».

Alexanko no ha sido el único en hablar. Cuando el capitán ha acabado de leer el comunicado firmado por toda la plantilla, han tomado la palabra jugadores como Víctor Muñoz, que ha insinuado que «Núñez no es fanático del Barça, es fanático de sí mismo». Boom. Carrasco, otro de los pesos pesados del vestuario, ha dicho que «el presidente del Madrid sí que está con sus jugadores». Eso duele. Boom. Y Urruti, el portero, ha rematado con un «que me hagan esto a mí, que he callado después de todo lo que ha pasado y he sangrado y he muerto en el campo por el Fútbol Club Barcelona. Y yo que quería morir aquí como futbolista… Y que dijeran que lo arregláramos nosotros cuando el problema era común…». Es el Urruti t’estimo que nos dio una liga parando un penalti en Valladolid. Un mito. Una leyenda. Boom.

De aquí a dos días el Real Madrid visita el Camp Nou. Nada en juego, hace tiempo que ya son campeones de Liga. Otro año en blanco. Menos mal que ganamos la final de la Copa del Rey que jugamos contra la Real Sociedad. 1-0 y a coger el bus de retorno a casa. Nadie en Canaletes. No hay fiesta en la Plaça Sant Jaume. Eso sí, este triste gol de Alexanko en el 61′ nos ha asegurado que, un año más, podamos volver a jugar la Recopa, que por lo visto es nuestra competición europea fetiche. Ser del Barça es patir.

 


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Fotografías de Getty Images.