Podría parecer una inocentada pero el pasado 28 de diciembre el fútbol unía dos nombres y un plato de comida francés en todos los titulares de la prensa deportiva europea. Anelka, Dieudonné y ‘La quenelle’. El viejo trotamundos del balompié quiso celebrar uno de sus primeros goles en el West Bromwich con un gesto impulsado por el humorista Dieudonné M’Bala, que ha alcanzado unos límites de popularidad desconcertantes y ha originado un debate nacional en Francia. Este gesto, conocido como ‘La quenelle’ –que en realidad es un plato francés parecido a una croqueta o un canelón– ha sido considerado un acto antisemita y el culpable de que hayan salido a flote intensas polémicas acerca de los derechos humanos y el límite de la libertad de expresión.
Pero vayamos al inicio de la cuestión. Antes de que Anelka lo efectuara –para muchos desconocido fuera de las fronteras francófonas–, este símbolo se había hecho muy popular en Francia, tanto para los que se identifican con él como para sus múltiples detractores. Aun así, ‘La quenelle’ no se puede entender sin conocer antes a Dieudonné M’Bala, algo que resulta difícil porque, cuánto más se lee sobre este personaje más se tiene la sensación de conocerlo cada vez menos. Algo parecido ocurre cuando uno repasa la vida futbolística de Anelka, que a pesar de tener un palmarés envidiable, sus reacciones han marcado su carrera deportiva más que sus goles.
‘La Quenelle’ traspasa fronteras
Dieudonné se hizo famoso en los años 1990 formando un dúo cómico con el judío Elie Semoun. Se separaron en 1997 –el mismo año que Anelka dejaba el PSG para vivir una de sus mejores épocas a las órdenes de Wenger– y el primero participó en varias campañas antirracistas y enfrentado al partido de derecha Frente Nacional. Unos años más tarde, el comediante de ascendencia camerunesa y británica volvió a la esfera pública presentando una transformación evidente de sus ideales y su manera de hacer sátira. Empezaría desde entonces a perfilar una figura mordaz, que se permitió la licencia de reírse de todo y de todos sin escrúpulos y rozando a menudo la crueldad.
Vio en el placer y el éxito de lo prohibido un negocio por explotar, y ha alcanzado en Francia una popularidad asombrosa. Pero ha dividido como nunca la opinión pública. La vida privada y las tendencias ideológicas de este peculiar personaje (si antes era el blanco de sus críticas ahora flirtea con el Frente Nacional francés) inducen inevitablemente a una visión sesgada de todas sus acciones. Lo que podría ser considerado un gesto antisistema –tal y como lo define él mismo y todos sus seguidores– es visto ahora como un símbolo racista y antisemita. La puesta en escena del comediante, siempre irónica y con tintes cínicos y algunos comentarios referentes al Holocausto o a las cámaras de gas nazis, le han puesto en el centro de la diana. De hecho, ha sido condenado varias veces por antisemitismo.
El problema ha venido cuando Anelka ha sacado de contexto este gesto y lo ha puesto en un campo de fútbol, en escenario inglés. Eso le ha dado otra dimensión al asunto. El siempre cuestionado delantero llegaba al West Bromwich después de anunciar reiteradas veces su retirada, y, como no podía ser de otra manera, ‘el puma’ ha vuelto a ser noticia en la enésima oportunidad (quizá la última) que le daba el fútbol. Un gesto desafortunado, que en Inglaterra han desaprobado desde el primer momento.
A Anelka le ha costado la suspensión por cinco partidos y ha dejado a su club sin su sponsor Zoopla, empresa inmobiliaria cuyo propietario es Alex Chesterman, un poderoso empresario judío. Dieudonné ha visto en reiteradas ocasiones como se prohibían sus actuaciones, siendo la primera vez que el Tribunal Administrativo francés sancionaba la actuación individual de un humorista “en nombre del orden público y el respeto a la dignidad humana”. El esfuerzo del gobierno por callar de manera tan taxativa al cómico no ha sido bien visto por sus jóvenes seguidores, que toman como propio el grosero gesto para expresar una burla y un desafío al sistema imperante. Pero resulta difícil separar el gesto de su controvertido creador, que en estos últimos años ha agudizado la brecha cultural que impera en Francia desde hace tanto tiempo.
Cuando la política se viste de corto las reacciones nunca se hacen esperar. Si además aparece de la mano de un futbolista como Anelka, la polémica está servida. Las intenciones del jugador pudieron ser de lo más nobles, pero detrás de cada gesto se esconde una historia, y ésta, malinterpretada o no, acaba desembocando en odio. Sin embargo, los símbolos relacionados con actitudes fascistas no son un hecho aislado en la historia del fútbol, ni siquiera algo que haya dejado de verse con el paso del tiempo.