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El equipo que cambia vidas

Los éxitos y las dificultades de un equipo de refugiados en las ligas menores de Inglaterra. Traducimos este reportaje de la revista británica The Blizzard para conocer una historia única

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No hay nada extraordinario que destacar del lugar en el que me encuentro. Es la última jornada de temporada de la liga amateur, la sunday league de Harlow & District, en Essex, Inglaterra. Tres o cuatro campos de fútbol, todos ellos con una actividad frenética, se extienden más allá de una zona deportiva no demasiado atractiva, justo a la salida de la autopista M25. Me salté la salida la primera vez que vine, eso tampoco sale de lo normal. Del mismo modo, nada reseñable del equipo local, el Langley Colts. Son un conjunto ordenado, que cuenta con la habitual mezcla de futbolistas talentosos y jugadores esforzados de la que se nutren los miles de equipos que, cada fin de semana entre agosto y mayo, juegan a lo largo y ancho del país. Su rival, sin embargo, sí que tiene un elemento diferencial. Es el Changing Lives FC, el único equipo inglés formado por refugiados.

Comparte muchos elementos con el resto: una equipación que no coincide del todo, un terreno de juego inclinado, un lateral que echa una meada de última hora en un arbusto detrás de una portería… Pero, aun así, es imposible pasar por alto que las cosas son algo distintas para el Changing Lives. Alinea a jugadores de Sudan, Chad, Etiopía, Eritrea, Irak y unos cuantos países más. Todos ellos traen consigo una historia dolorosa que cuenta cómo han acabado aquí, un domingo por la mañana, en un campo de fútbol de Essex.

Ussri es uno de ellos. Huyó a los 14 años del genocidio de Darfur, donde la milicia Yanyauid destruía pueblos enteros, asesinaba hombres y violaba mujeres y niños. Ha perdido totalmente el contacto con su familia, que, según cree, todavía se encuentra en Sudán. Llevado por la desesperación, viajó al Reino Unido escondido bajo un camión. Afortunadamente, hoy se puede centrar, simplemente, en jugar un partido. Su actuación es muy buena, como lo ha sido durante toda la temporada, y después del encuentro recoge el premio al Jugador del Año del club.

 

Es el Changing Lives FC, el único equipo inglés formado por refugiados. Alinea a jugadores de Sudan, Chad, Etiopía, Eritrea, Irak… Todos ellos traen consigo una historia dolorosa que cuenta cómo han acabado aquí, un domingo por la mañana, en un campo de fútbol de Essex

 

También está Ismail, que trabaja para ayudar a pagar el tratamiento de su hermana enferma, que vive en Francia. Es menos abierto a la hora de contar su historia como refugiado, algo que, lógicamente, también le ocurre a otros de los jugadores. Nadie tiene por qué conocer todos esos relatos. No todo el mundo quiere compartir el trauma. Hoy su cometido es dominar la banda de arriba a abajo, para acabar dando una impresionante asistencia, finalizar él mismo en otro de los goles, y recoger el premio al Jugador del Año según los futbolistas. Ismail es todavía un adolescente, y su técnico considera que puede jugar en categorías más altas. Según lo visto hoy, puede que esté en lo cierto.

Este entrenador tan entusiasta, que nos habla del “increíble” Ismail, es David Simmons, que también tiene tras de sí una historia interesante. Simmons ha encontrado su rinconcito de fama en televisión, bajo el seudónimo de Lord Dave, en el programa de la BBC The Ranganation, donde el cómico Romesh Rangathan habla con 25 personas anónimas sobre temas de actualidad; entre ellos, David, que ha expresado sus opiniones sobre temas variopintos. Así es cómo nos conocimos. Aunque formé parte del equipo de producción de dos episodios del programa, casi no sabía nada de la doble vida de Lord Dave, como entrenador y trabajador comunitario. Es el cofundador, la cara visible y el gran valedor de la organización Changing Lives, que nació antes del equipo de fútbol al que le da nombre. Como se muestra reacio a hablar sobre un flirteo anterior con la popularidad televisiva, en otro programa de la BBC llamado Barely Legal Drivers (en el que varios adolescentes ponían a prueba su estilo de vida y conducción), corremos un tupido velo y nos centramos en Changing Lives.

ACTUAR EN VEZ DE HUIR

Cuando nos sentamos después del partido, una vez se han quitado las redes de las porterías, se han entregado las medallas, y los jugadores ya se han despedido, empezamos hablando de los orígenes de su asociación, que se remontan a cinco años atrás. “Todo comenzó cuando un niño de seis años me amenazó con un cuchillo en un contexto escolar”, explica. “Eso me motivó a tratar de cambiar las cosas”, añade. Esa reacción ya lo distingue de mucha otra gente. Mientras que los demás, yo incluido, nos hubiéramos apartado de un entorno en el que hubiera el más mínimo riesgo de toparse con niños armados con cuchillos, Simmons fue directo hacia el problema. “Quería ayudar a los jóvenes que no estaban recibiendo apoyo, o que tal vez iban por un camino equivocado”, dice. “Y mi formación es deportiva, así que usamos el fútbol, el críquet, el tenis y también la danza como gancho para que los jóvenes se involucraran”, describe. Con dos centros en Harlow y en Colchester, ambos en el condado de Essex, es una organización que, como es de esperar, trabaja por cambiar tantas vidas como sea posible: “Llevamos a cabo planes de salud, tutorizamos, hacemos primeros auxilios, talleres de salud mental, promovemos el bienestar, damos apoyo a las familias y a los niños tanto durante las vacaciones como el periodo escolar”. Después de conseguir financiación de National Lottery (lotería nacional británica), que no es poca cosa, Simmons pudo dejar su trabajo como profesor y entregarse, junto con otros, a la causa a tiempo completo. “Además del equipo masculino, vamos a empezar con el de mujeres refugiadas, lo cual es genial. Contamos también con el primer equipo de críquet de refugiados, así que las opciones son infinitas, y ese es el objetivo: crear tantas oportunidades para la gente como sea posible”, detalla.

Su pasión por la causa que defiende es evidente, pero para llegar a este punto, ha tenido que llevarla en paralelo con su pasión por el fútbol, algo que sólo se manifestó de verdad una vez que empezó a ejercer de entrenador. De su etapa como jugador, se describiría a sí mismo como un defensa limitado del Romford; al fiable ‘Big Dave’ sólo se le dio bien “cabecear y dar patadas a la gente”, pero añade que “algunos equipos lo necesitan”. Darse cuenta de que no estaba destinado a jugar en las categorías más altas lo motivó a probarse como técnico, donde de verdad encontró su vocación, sacándose las licencias de nivel 1 y nivel 2 durante su paso por la universidad. “Me lancé a entrenar”, reconoce. “Empecé como voluntario, hasta que los responsables me pusieron a entrenar al equipo masculino”, relata. Inicialmente llamado Northbrooks FC, antes de su cambio de nombre y de ethos, el equipo del que Simmons se hizo cargo estaba sumido en problemas disciplinarios y perdía de paliza casi cada semana. En su primera temporada al frente, demostró tener un don para este rol, llegando hasta una final de copa. Al rememorar sus inicios en la banda, reflexiona: “Siempre es un reto trabajar con jugadores mayores que tú, pero me encanta”.

 

Ussri huyó del genocidio de Darfur, donde la milicia Yanyauid destruía pueblos enteros. Ha perdido el contacto con su familia. Viajó al Reino Unido escondido bajo un camión. Afortunadamente, hoy se puede centrar, simplemente, en jugar un partido

 

En el equipo actual no hay ningún jugador mayor que él, pero, teniendo en cuenta los diferentes idiomas y culturas que gestiona, esa es la menor de sus preocupaciones. Hablamos de las dificultades prácticas de entrenar a un equipo con representación de tantas nacionalidades y tantas lenguas distintas. “Hubo un momento, en el confinamiento, en el que intenté aprender varios idiomas a la vez, pero se me hizo demasiado abrumador. Ojalá hubiera prestado atención a las clases de francés en la escuela”, se lamenta. No sabemos si el francés hubiera sido la respuesta a esas dificultades, pero uno comprende de qué está hablando. La barrera del idioma significa que las sesiones de entrenamientos requieren “muchas recreaciones y demostraciones. Uso conos de distintos colores, o le pido a otros jugadores que traduzcan”.

Sea como sea que consiga hacerse entender, está dando resultados. Ha inspirado en sus jugadores una lealtad feroz, y mantiene al equipo conectado con charlas apasionadas, antes, durante y después de los partidos. Está claro que le respetan. Yaya, que no deja de sonreír mientras intercambiamos algunas palabras después del partido, lo describe como “un buen tipo y un entrenador extraordinario”, mientras que el capitán del equipo, el central Fetih, dice: “Nos ha ayudado mucho. A mí, especialmente en lo personal. Hace todo lo que está en su mano, y si no puede, te recomendará dónde pedir ayuda”. El espíritu de equipo que ha inspirado se hace evidente cuando se ve al equipo pelear para levantar un déficit de dos goles y conseguir un buen empate. Lamentablemente, no es suficiente para colocarse quintos en la tabla -su rival de hoy, el Langley, es el que se queda ese puesto-, pero terminan la temporada de forma respetable, en la mitad de la clasificación. Nada mal, si se tiene en cuenta la cantidad de rotaciones que hacen, las barreras lingüísticas previamente mencionadas, o la posibilidad siempre abierta de perder de repente a un jugador porque, sin previo aviso, ha sido realojado demasiado lejos como para continuar en el equipo. Juntarse para jugar siempre conlleva conducir por el condado, de hotel en hotel, recogiendo a los jugadores que se alojan ahí temporalmente. Algunas semanas es posible que llegué hasta uno de esos alojamientos sólo para comprobar que a un miembro fundamental del equipo se lo han llevado a otra parte o directamente a su casa. “Es frustrante, porque puede que consiga a un futbolista que tiene realmente ganas de jugar y que, tras disputar un sólo partido, se tenga que ir”.

“Es duro, pero me encanta que nuestro equipo sea tan distinto a otros. Lo disfruto mucho”. Es habitual que durante nuestra conversación Simmons utilice la expresión “es duro”, pero siempre lo expresa con una sonrisa en la cara. He aquí un hombre que ha encontrado su vocación: cambiar las cosas a través del deporte. Y aunque se va encontrando con baches considerables en el camino, tiene claro que no lo cambiaría por nada. Para él, el Changing Lives FC es, simplemente, una extensión más de un trabajo arduo pero totalmente satisfactorio.

Hoy, sobre el césped, empiezan perdiendo 2-0. Ambos tantos llegan en jugadas a balón parado; defender faltas y córners no es algo que reciba toda la atención que merece en los entrenamientos. El Changing Lives crea ocasiones, pero falla varias y ve cómo le anulan un gol por fuera de juego antes de lograr, al final, igualar el marcador con dos zarpazos rápidos pocos minutos antes del descanso. Podrían haberse ido incluso ganando a la media parte, pero les anulan otro gol por posición irregular. Aunque desde mi posición en mitad del campo no lo puedo corroborar, parece que asoma otro de los elementos imprescindibles de este fútbol de domingo por la mañana: un juez de línea poco fiable. La decisión es lo suficientemente polémica para hacer que Simmons se queje al árbitro cuando abandonan el campo. Esa será la base de su charla al equipo. Todos se distraen brevemente con dos tarjetas rojas que se muestran en el partido del campo del al lado, que ya está terminando, pero eso no hará más que contribuir a la concentración de Changing Lives; los jugadores se calman entre ellos y escuchan cómo su entrenador intenta evitar que se metan en problemas. Les pide que no cuestionen las decisiones y les recuerda que, por supuesto, no hay VAR los domingos por la mañana en Harlow. Puede que, en la élite, el VAR haya instalado una cierta expectativa de que las injusticias se pueden resolver; pero a este nivel, sólo parece haber exacerbado el resentimiento. Mensaje recibido: los miembros del Changing Lives logran contener casi todas esas emociones con la ayuda de un árbitro eficiente, en una segunda parte muy disputada.

En el descanso, también se produce un cambio de portero. Se negocia con prisas para encontrar un voluntario dispuesto: nadie quiere hacerlo. El forzado guardameta pronto tendrá que recoger el balón de las redes, pero esta vez la bandera se levanta a favor del Changing Lives. Es lo suficientemente dudoso como para que empiece otra discusión. La indignación a un lado del campo, la de los cerca de 30 aficionados locales, parece fuera de lugar teniendo en cuenta el resto de decisiones que se han tomado, pero ya sabemos que la racionalidad y el fútbol no siempre van de la mano. A medida que las cosas se calientan, el partido, inevitablemente, se llena de nervios, se vuelve más volátil. Gritos como “¡el rechace, el rechace!” suenan cada vez más desesperados, y frases como “¡no la quiere!”, para sembrar dudas en un rival que está incómodo con el balón, se vuelven más frecuentes. Los pases son cada vez más en largo. A medida que se hacen sustituciones, y los jugadores van y vienen del campo, y pierden la pista sobre quién está jugando en qué posición, pero todos saben que si la mandan lejos, habrá alguien, cualquiera, que reciba el despeje. El Changing Lives pierde a Ismail por lesión y, con él, a su mayor amenaza, su principal opción de conseguir el gol de la victoria. En el último suspiro vuelven a encajar un tanto, pero, de nuevo, el linier levanta la bandera. El delantero se queja, pero el auxiliar (uno de los futbolistas sustituidos) se mantiene firme. Parece que, otra vez, la decisión es discutible. Como si estuviera metido en un thriller político hollywoodiense de los 70, ya no sé en quién confiar.

 

“Todo comenzó cuando un niño de seis años me amenazó con un cuchillo en un contexto escolar”, explica el fundador. “Eso me motivó a tratar de cambiar las cosas”

 

Cuando el árbitro hace sonar el silbato, se le ve aliviado, como seguramente lo están todos los demás. Hay honor en ese empate, en terminar en media tabla, y en haber mantenido la disciplina respecto a lo que Simmons señala considera las intimidaciones habituales: “Hoy nos han anulado dos goles a nosotros y otros dos al rival, pero son ellos los que gritan ‘hacéis trampas’ y ese tipo de cosas. Yo nunca diría eso de ningún otro equipo. Me da la sensación de que, como somos ligeramente diferentes a los demás, se ven con derecho de decirnos cosas así. Siempre le pido a mis chicos que no reaccionen, pero otros conjuntos son muy rápidos a la hora de señalarnos”. Es algo, dice, que se ve a menudo. “Ocurre cada semana, y escapa a nuestro control. Sólo puedes controlar a tus futbolistas, y a cómo lidian con ello. A veces puede desembocar en situaciones violentas, pero hemos hecho mucho trabajo para mejorar en ese sentido”, indica. Sea o no intencionado, algunas pullas de los rivales, por tristemente comunes que sean, pueden tocar la fibra sensible: “Algo tan simple como un rival que le dice ‘tú madre’ a uno de mis jugadores, que pueden no tener padres porque han sido asesinados en su país de origen, puede desencadenar cosas así. Por lo que se trata de crear conciencia y generar comprensión. Pero algunos equipos lo hacen a propósito para provocar la reacción, provocar una tarjeta o sacar una ventaja, así que todo pasa por controlar a nuestros jugadores”.

Durante el partido, reparo en una cámara de vídeo que graba la acción desde la banda, junto a Simmons. Primero pienso que no debe tener demasiada utilidad, más allá de permitir que quede un bonito recuerdo de un buen gol o una gran parada. Tristemente, tiene un propósito más práctico: está ahí para que quede registrado cuando los habituales comentarios de un campo de fútbol desembocan en racismo, algo que ocurre demasiado a menudo. Hay que recalcar que hoy no se ha visto nada parecido. En todo caso, estoy demasiado alerta a la posibilidad de que pase, y cuando escucho a alguien decir “odio a esta panda”, me estremezco. Pero cuando a continuación se acompaña de un “se quejan todo el rato”, vuelve a parecer la queja de siempre, homologable la que se puede hacer de cualquier rival la mayoría de fines de semana. Pero no siempre es así.

Fotografía de Joel Matthews
Fotografía de Joel Matthews

ATAQUES SIN CONSECUENCIAS

Simmons me cuenta que han tenido “tres incidentes de racismo, sobre los que he informado a la FA y que han sido rechazados porque, según me dijeron, necesitaban más evidencias. La temporada pasada hubo varios que se confirmaron y los equipos en cuestión fueron sancionados con largas suspensiones. Esta temporada, hemos tenido casos reportados a la FA, uno de mis jugadores fue a declarar, y el futbolista rival estaba allí para ponerlo en cuestión. Protesté por ello, y les pregunté cómo se podía permitir que estuvieran los dos en la misma llamada de Zoom. ‘¡Qué diablos!’, pensé. Creo que lo que le dijo fue algo que iba en la línea de ‘esta no es tu casa’, pero se decidió que no había suficientes evidencias y no se le consideró culpable. Estas cosas desaniman a nuestros chicos. Sienten que no reciben el apoyo de la federación, y tienen la sensación de que yo no les apoyo, lo que genera tensiones. Pero son cosas que se me escapan de las manos. Sólo puedo denunciarlo ante la FA, y luego son ellos los que deben investigar. Pero si no hay suficiente evidencia, o no lo tenemos grabado en la cámara, no se confirma. Y la cámara tampoco puede captarlo todo”.

Mientras hablamos sobre cómo es vivir siempre con ese trasfondo de prejuicios, Simmons deja caer una bomba. Me dice que en una ocasión habló con una persona de la FA sobre el racismo del que era víctima su equipo, y que este le “recomendó salir de la liga”. No sé si esto debería sorprenderme, pero lo hace. Todas esas campañas de la FA en favor de las minorías -arrodillarse, usar cordones y brazaletes arcoíris…- me habían llegado a dar una cierta esperanza de que la federación del país estaba, al menos, intentando combatir los problemas de discriminación. Y, sin embargo, aquí, en la primera línea, cuando un equipo de refugiados sufre ataques racistas, el consejo es abandonar la liga y jugar sólo partidos de futbito o torneos de un día. “No pienso hacerlo, porque sería ceder ante esos matones racistas que no quieren que estemos ahí”, advierte Simmons. “No es sólo intentar ganar, lo que hacemos aquí va mucho allá. Para que luego venga un responsable de la FA y te diga esto… Sé que somos una diana [para los que insultan], pero ese es el peor mensaje que se podría mandar, ¿no crees? He vivido casos de racismo y discriminación, y la FA no ha hecho nada, así que todo eso de los jugadores de la Premier League arrollándose o apareciendo en campañas publicitarias sobre el tema, sucede en un entorno de estadios de 40.000 espectadores y con cámaras. Cuando pasa en las categorías bajas, no hacen nada. Creo que deberían dar más apoyo”, considera.

En tiempos en los que el ambiente hostil y lemas gubernamentales como ‘Go home or face arrest’ (vete a casa o serás detenido) de hace una década han desembocado en el demencial ‘Stop the Boats’ (paremos los botes) que prolifera hoy, trabajar en ayuda de los refugiados no está bien visto por todos. Simmons y sus colegas están inmersos en una lucha que vale la pena, pero que se hace cuesta arriba en un contexto en el que el ministro de Inmigración del Reino Unido, Robert Jenrick, llega hasta el punto de ordenar cubrir un mural de Disney porque es demasiado acogedor para los refugiados. Cuando la agenda que se está impulsando es hacer ver que las familias van a poner en peligro sus vidas cruzando el canal de la Mancha en un bote sólo por haber visto a Goofy pintado sobre una pared de Kent, hay que buscar apoyos donde sea. Le pregunto a Simmons qué sintieron cuando Gary Lineker alzó la voz contra la retórica del Gobierno, teniendo en cuenta la conexión futbolística: “Tuvimos la sensación de que alguien nos estaba escuchando. Un futbolista o presentador como Gary LIneker, con su gran influencia, hablando claro en nombre de los refugiados; se sintieron escuchados, y los animó a hacer más cosas para hacerse oír. Y no quiero pintarlo como que todos los refugiados son perfectos, como tú y como yo, pero es lo que hacemos y cómo actuamos lo hace que nuestro equipo sea tan diferente al resto. Pero, sí, volviendo a Gary Lineker, nos sentimos empoderados, y creo que nos resultó inspirador saber que alguien como él apoya lo que hacemos”.

 

“Nos robaron e incendiaron el minibús con el que recogíamos a los refugiados de sus hoteles. Lo denunciamos a la policía, pero no sirvió de nada”

 

Sea una consecuencia directa o no del discurso amplificado sobre los refugiados, el Changing Lives FC recibió poco después un golpe bajo. “Nos robaron e incendiaron el minibús con el que recogíamos a los refugiados de sus hoteles”, declara Simmons: “Lo denunciamos a la policía, pero no sirvió de nada. En el incendio también perdimos material deportivo. ¿Quién hace algo así? No lo sabemos, ni tampoco el porqué, pero uno llega a la conclusión de que han ido a por nosotros. Aquel fue probablemente mi peor momento. Ese bus era muy necesario para ayudar a los jóvenes de la comunidad. En uno de los laterales tenía nuestro logo, en forma de corazón. ¿Quién puede hacerlo algo así?”. Simmons hizo público lo sucedido y la respuesta que generó resultó ser un arma de doble filo. Abrieron una página de GoFundMe que recaudó 3.000 libras, pero al mismo tiempo, algunos comentarios en redes sociales dejaban claro que no despertaban simpatías entre todos por igual. Aunque las redes sociales no son el mejor lugar al que acudir, si uno quiere ver lo mejor de la gente, ver todos esos comentarios que se deleitaban con lo que había pasado y que lo consideraban una buena noticia, debió ser desalentador: “Sí, eso nos dolió aún más. Pensé que publicarlo podría ayudar, y conseguimos algo de apoyo. Recaudamos dinero, pero los comentarios que recibí fueron espantosos. Había gente que estaba de acuerdo con que el bus nos quemaran el bus. La gente es mala. Estaba bastante desanimado en aquel momento, porque me sentí atacado en lo personal. Fueron momentos oscuros. Días duros”.

De nuevo, el mantra de ‘lo duro que es’ queda superado por su talante afable y su espíritu indomable. Pesa más el cambio que está provocando en personas con vidas complicadas. Dos de los mejores jugadores que vemos hoy en el terreno de juego han sido Yaya y Fetih; ambos son un síntoma positivo que indica que Changing Lives hace un trabajo que vale la pena. Yaya tiene 20 años. Sobre el césped, es el chico para todo, pero últimamente se ha asentado en un puesto del ataque. De hecho, venía de marcar un hat-trick, en una victoria por 4-2, un éxito que todavía saborea. Llegó al Reino Unido en 2019, huyendo de la guerra de Chad, un país desgarrado en el que sus padres fueron asesinados. Viajó solo a través de Sudán, Libia, Francia y Bélgica, en camión y en barco. Al fin se siente seguro. “Aquí nos ayudan y formamos parte de una comunidad”, dice mientras señala a sus compañeros y a su entrenador. El fútbol siempre ha sido una pasión para este joven, y está jugando un papel en su proceso de recuperación: “Se hace duro cuando pienso en mi familia, pero no hay otra opción. No hay nada que se le pueda hacer. Pero, a veces, cuando nos juntamos y marco goles, poco a poco voy olvidando algunas cosas, y pienso en mi futuro. Intento hacerlo lo mejor posible”.

 

 

“Se hace duro cuando pienso en mi familia, pero no hay otra opción. No hay nada que se le pueda hacer. Pero, a veces, cuando nos juntamos y marco goles, poco a poco voy olvidando algunas cosas”

 

Fetih tiene 24 años. Es el capitán del equipo y un líder natural sobre el terreno de juego. Ha formado parte del Changing Lives FC desde el principio, y está bajo las órdenes de Simmons desde 2017. Originario de Egipto, me dice que “al principio tenía una buena vida, pero con los cambios políticos que se produjeron en Egipto, con los cambios de Gobierno, el ejército pasó a tener el poder. No era seguro para mi padre, así que todos tuvimos que huir de Egipto”. El resto de la familia está en Arabia Saudí, pero Fetih llegó a Reino Unido en camión en 2016. El fútbol pasó a formar parte integral de su nueva vida. “Es muy importante porque vine aquí ilegalmente y no tenía permiso de trabajo. Así que, básicamente, teníamos partido un día a la semana y entrenábamos otro, y los cinco restantes estaba solo en casa. Vine solo. Tenía 16 años. Nuevo país, nueva cultura, todo era nuevo. Así que el fútbol ha sido muy importante para mí, me ha hecho salir y conocer gente, hacer amigos y sentirme como en casa”. Un tema recurrente al que aluden los jugadores es cómo el fútbol se mantuvo como una constante incluso cuando sus vidas dieron un vuelco. Es un grupo de futbolistas dispar, pero a la vez muy unido. Los problemas de disciplina pueden seguir siendo una amenaza constante, pero cuando tu equipo de fútbol es la única familia que tienes a tu alrededor, no sorprende que quieras luchar por él por él.

EQUIPO DE REFUGIADAS

Cuando me pongo al día con Simmons al inicio de la nueva temporada, la sonrisa y el entusiasmo siguen intactos, pero la carga de trabajo ha aumentado. Si antes su trabajo diario se basaba en su tarea como entrenador, ahora también se encarga de los programas de formación de personal en escuelas, de las tutorías con los niños vulnerables que pasan a través de su sistema juvenil, y de una constante búsqueda de inversores, un trabajo en el que es importante la imagen que transmite y cómo conecta con la gente. La financiación de la National Lottery se agotará en dos años, así que es vital encontrar nuevos recursos. “Hay que ser valiente, y tienes que seguir adelante. A menudo te rechazan, pero hay que seguir llamando a esas puertas”, dice. Gracias a ese aspecto de su trabajo, por lo menos, se pudo poner su mejor traje para acudir a los premios de la asociación de futbolistas (PFA Awards), donde se codeó con personalidades como Eriing Haaland, Howard Webb o Gareth Southgate.

Con esa inmensa carga de trabajo que recae sobre él, puede sorprender que también haya tirado hacia adelante su idea de duplicar los compromisos del fin de semana, con el lanzamiento del equipo femenino, tal y como prometió. Esa idea siempre fue ambiciosa, pero debido a ciertas “diferencias culturales”, no se han apuntado tantas mujeres como Simmons hubiera deseado. Alinean a jugadoras desplazadas de Ucrania, Kurdistán e Irán, pero el equipo se ha abierto a la “comunidad local”. No tiene por qué ser algo malo. Posiblemente, eso hará que no estén tanto en el centro de la diana. En lo futbolístico, Simmons ya es optimista. Me cuenta que ha sido más fácil generar una mentalidad de equipo, y sus ojos se iluminan cuando me habla de Gift. Gift es de Nigeria, ha jugado un Mundial y unos Juegos Olímpicos con su país, y ahora ha ido a parar a Harlow. Es la luz que guía al conjunto, y su entrenador está centrado en sacar lo mejor de ella. La sección femenina representa un nuevo amanecer en el Changing Lives FC, pero hay otros cambios que también están en marcha. Han lanzado un canal de YouTube para difundir la palabra en todo el mundo; ha firmado un nuevo acuerdo de equipaciones y patrocinio con la marca Kit Locker, e incluso están en conversaciones para hacer un documental televisivo. ¿Por qué no? Si todo el mundo tiene uno.

 

Las primeras señales indican que los prejuicios continúan. Durante un partido, un jugador rival gritó “¡¿Dónde está tu pasaporte?!” a uno del Changing Lives, que reaccionó de mala manera y terminó expulsado

 

El equipo masculino, por su parte, también está inmerso en novedades. Han cambiado de liga, y ahora van a disputar la Essex Alliance League, correspondiente al séptimo escalón de la pirámide del fútbol inglés. Simmons es reacio a sugerir que los problemas que ha tenido el Changing Lives FC con otros equipos en la anterior categoría son la razón que explican este cambio de competición, y prefiere centrarse en el aumento de nivel que supone, pero está claro que también ha tenido peso en la decisión. Lo que es seguro es que, al jugar los hombres los partidos los sábados, el domingo queda libre para las mujeres. Los intentos para conseguir que ambos equipos entrenen juntos, en un intento de ganar algo de tiempo entre semana, no han funcionado. Así que el volumen de trabajo no muestra signos de disminución.

Desafortunadamente, las primeras señales indican que, pese al cambio de liga de los hombres, los prejuicios continúan. Durante un partido en el que nos pusimos por delante, 4-0, un jugador rival gritó “¡¿Dónde está tu pasaporte?!” a uno del Changing Lives, que reaccionó de mala manera y terminó expulsado. De nuevo, Simmons ha informado del incidente a la liga, pero no tiene demasiadas esperanzas de sacar nada en claro de ello.

Es el tipo de situación que se podría acabar por desencantar a un buen tipo como Simmons, pero él sigue teniendo claro qué es el éxito para sus equipos. “Supongo que, para mí, triunfar es que los jugadores estén aquí el fin de semana, y no encerrados en su habitación de hotel, sintiéndose aislados. Que salgan y se socialicen, conozcan gente y que estén sanos y también mejoren su salud mental. Por lo tanto, que vistan este uniforme, que formen como parte de un colectivo, de algo especial… Eso es el éxito, para mí”.

Sobre su futuro, dice, mientras vuelve a sonreír: “No lo sé. Sólo seguir haciendo lo mismo, seguir encontrando financiación, seguir dando oportunidades a los jóvenes. Es duro, pero seguiré adelante. No me rendiré”.