Septiembre. Como cada año, el mes donde los más jóvenes vuelven al colegio y reanudan sus actividades extraescolares. Son muchos los que, tras acabar las clases, se dirigen a las instalaciones deportivas de sus clubes de fútbol. Hace unas cuantas semanas que el balón comenzó a rodar en el campo de césped artificial del complejo municipal de Sant Andreu de la Barca. Los más pequeños, que apenas inician su carrera en este mundo, derrochan emoción y ganas. Quieren ser los mejores y llegar tan alto como sus ídolos pero lo que no saben es que entrenan bajo la atenta mirada de un hombre que ya cumplió el sueño que ellos anhelan: Alejo Indias.
Él, más que nadie en Sant Andreu, sabe de la dificultad que conlleva alcanzar la élite. Alejo comenzó a forjar su fútbol, siendo tan solo un niño, en Masquefa. Posteriormente, y tras sus buenas actuaciones, llegaría a las categorías inferiores del Barcelona. Durante esos años, su fútbol fue madurando hasta debutar y asentarse en el Barça Atlètic. Tenía, tan solo, 19 años. En el filial blaugrana jugó dos temporadas en Segunda División antes de marcharse al Figueres. “Johan Cruyff me dijo que no jugaría en el primer equipo”, declara Alejo Indias a Panenka, desde el despacho en el que nos recibe. Fue su primera gran aventura lejos de la capital catalana.
En Figueres, Alejo coincidió con jugadores míticos de la entidad como Luis Cembranos, Altimira, García Pitarch o Tito Vilanova. En el conjunto de Girona, Alejo participó en la mejor temporada de la historia de la entidad. “Éramos un vestuario muy unido. La juventud se combinaba con la experiencia y eso nos hizo muy fuertes”, cuenta el central. El Figueres disputaría, en la campaña 91-92, la promoción de ascenso a Primera División. Sin embargo, el Cádiz fue superior al conjunto catalán. Tras perder en tierras gaditanas y empatar en el municipal de Figueres, el sueño de toda una ciudad quedaba en papel mojado. “Con la derrota, sabía que se acababa una época en Figueres. Se fueron varios futbolistas jóvenes, como Tito Vilanova o Sistachs, a clubes de Primera”, explica Alejo.
“Pichi Alonso me dijo que si quería jugar en Primera, tenía vía libre”
Aquella temporada, a pesar de la desilusión final, fue el gran escaparate de Alejo. La temporada siguiente fue complicada para el Figueres (que terminaría descendiendo a Segunda División B) y, en el mercado invernal, Alejo cambió Catalunya por Galicia. “Pichi Alonso me dijo que si quería jugar en Primera, tenía vía libre”, recuerda el central. Las conversaciones entre responsables del Celta de Vigo y él eran constantes desde verano y, finalmente, el Figueres aceptó la oferta de traspaso de 25 millones de pesetas. Los celestes apostaron fuerte por los servicios de Alejo y él respondió con creces. La valentía y el coraje del defensor le permitieron debutar en la élite del fútbol español y hacerse un hueco en la zaga celeste. “En mi primer entrenamiento, que fue un miércoles, Txetxu Rojo me dijo que iba a ser titular en el próximo partido”, asegura Alejo, quien destaca el papel que el exentrenador tuvo en su llegada a Vigo. “A mí me fichó él. Me llamó directamente en varias ocasiones”.
En Vigo seguiría creciendo al lado de jugadores como Santiago Cañizares, Patxi Salinas o Vicente Engonga. “Era un defensa muy seguro, con mucho carácter y de gran fiabilidad. Él, junto a Patxi Salinas y el resto de los defensores, fueron esenciales para que yo ganase el trofeo Zamora”, declara Cañizares a este medio. El punto álgido de aquella época llegó en 1994. Tras sufrir al Logroñés en cuartos de final y al Tenerife en semifinales, el Celta alcanzó la final de la Copa del Rey. “Los días previos a estos partidos son los mejores. La ilusión y todo el movimiento de aficionados que se producen es increíble. Es una sensación única”, recuerda Alejo con nostalgia.
El Celta llegó al Vicente Calderón con la Copa del Rey entre ceja y ceja. A orillas del Manzanares le esperaba el Zaragoza de Poyet, Nayim, Aguado y Pardeza. También le esperaban, con gritos y vítores, unos 25.000 seguidores. El escenario era perfecto pero el destino volvió a ser cruel para Alejo. La final, por desgracia para él, se convertiría en uno de los partidos más recordados de su carrera deportiva.
“A punto de acabar el partido y ellos con uno menos, Salva tuvo un remate claro. Todos cantábamos gol pero allí estaba la mano de Cedrún”, cuenta Alejo con emoción. “El remate de Salva fue impresionante, pero tuve la fortuna de poder sacar el balón”, ratifica el portero a Panenka. “Durante mi historia en el Real Zaragoza hice muchas paradas pero por importancia y el momento en la que se dio, esta es de la que más orgulloso me siento”, continúa. Tras empatar a cero en los primeros 90 minutos y permanecer con el mismo marcador en la prórroga llegó la temida tanda de penaltis. El central celtiña fue uno de los elegidos. En su mente, la confianza de haber anotado muchos penaltis durante su carrera. Era el último de su equipo. Alejo cogió carrerilla. Su lanzamiento raso y a la derecha del portero fue atajado por Andoni Cedrún. “Fue por estadística. En las tandas de penaltis procuraba lanzarme tres veces a un lado y dos al otro, tal y como hizo Schumacher en el Mundial de México. Me lancé a la derecha porque me correspondía hacia ese lado. Ese día se dio esa secuencia”, confiesa Cedrún. El defensor, con el ‘2’ en la espalda, se echó las manos a la cabeza. “Yo estaba acostumbrado a lanzar penaltis”, recuerda el central. “Lancé yo porque tenía carácter. Otros jugadores con más experiencia en Primera se quitaron de en medio”. Con el posterior gol de Higuera, Vigo quedó silenciada en las gradas del estadio del Atlético de Madrid.
“Si fuera otro jugador me preocuparía, pero Alejo va sobrado de carácter y personalidad”
Durante la entrega de medallas, el Rey Juan Carlos le sugirió a Txetxu Rojo que animase a su pupilo. “Si fuera otro jugador me preocuparía, pero Alejo va sobrado de carácter y personalidad”, le contestó el entrenador del Celta, según relata el propio Alejo. A pesar de la evidente desilusión, la afición celeste siempre le arropó. Durante tres temporadas más, Alejo permanecería en las filas del Celta, siendo un fijo de las alineaciones. Su última temporada, en la que disputó 28 partidos, fue la menos productiva de su carrera en Vigo. Y de un día para otro, y a pesar de la opción de renovación, el central se vio obligado a hacer las maletas. “Fue el mismo año que ficharon a Javier Irureta”, puntualiza Alejo, quien afirma que el técnico de Irún lo quería en su plantilla. “Lo primero que hizo fue preguntar por qué no me habían renovado”. El futuro es incierto y nadie sabía el futuro de aquel Celta pero lo cierto es que la llegada de un joven Zar como Mostovoi daría paso al EuroCelta. Alejo se lo perdió por poco.
El futbolista recaló en Elche con 30 años. Sus aportaciones en el club ilicitano fueron de más a menos durante las cuatro temporadas que vistió la zamarra del club. De hecho, en la última campaña, Alejo solo disputó seis partidos de liga. Fue el final de su carrera profesional. Atrás quedaban casi 500 partidos entre liga y copa y 36 goles registrados. No obstante, el defensor siguió muy ligado al fútbol. Tras salir del club alicantino, se enroló en las filas del CF Sant Andreu de la Barca para jugar en Segunda Catalana. El futbolista, a pesar de recibir ofertas de Segunda B, decidió colgar las botas y dejar el fútbol profesional. “Me llamaron del Nàstic de Tarragona y de L’Hospitalet pero ya no tenía ganas de seguir jugando. Ya estaba cansado”, afirma Alejo, quien también recuerda su paso por el Sant Andreu. “Aquí jugué por amistad. Conocía a la gente del club y ellos me pidieron que jugase. Incluso marqué un gol”, cuenta el central, alegre.
Estos fueron sus últimos pasos dentro de un terreno de juego. Sin embargo, su carácter dejó de verse sobre el verde para llegar a los despachos de la entidad. De hecho, y todavía hoy, Alejo sigue vinculado a los cuatribarrados. Durante años fue el coordinador de fútbol base de la entidad y ahora ocupa el puesto de director deportivo. “Durante los años como profesional vives en una burbuja. No te falta de nada. Y cuando dejas el fútbol, la vida te cambia”, afirma Alejo, quien destaca la importancia de formarse profesionalmente para poder comenzar una nueva vida tras la retirada. “Necesitas una carrera universitaria, o, en mi caso, el carnet de entrenador para seguir vinculado al fútbol. Si no haces nada de esto, de un día para otro no eres nada”.
A sus 51 años, Alejo también ve la progresión de Iago Indias, su hijo y sucesor. El joven milita en el segundo equipo del Espanyol con el objetivo de llegar a la élite. “Iago, técnicamente, es mejor que yo. El fútbol ha cambiado y ahora los defensas necesitan más calidad para jugar porque ya no hay tanto contacto”, reconoce él, que asegura haber sido muy perseverante durante los primeros años del futbolista. “Daba igual el resultado: si había jugado mal se lo decía directamente. Lo corregía”, recuerda con una sonrisa. “Yo sabía que le dolía o lo podía pasar mal pero tenía que decírselo”.
El fútbol es tan agradecido como injusto. Alejo guarda grandes recuerdos de su etapa como futbolista pero también vivió en sus carnes derrotas dolorosas. A las puertas de la gloria con el Barcelona, el Figueres y el Celta, el exfutbolista reconoce que le queda un sabor agridulce de su etapa como profesional. “Con lo que he estado a punto de conseguir y no ha podido ser. Un ascenso importante o un título…”, lamenta Alejo.
Sale de los despachos y se dirige al entrenamiento. Observa cada uno de los movimientos de los futbolistas y piensa en los aspectos que se deben mejorar para que los resultados se den de manera positiva durante la próxima jornada de liga. No obstante, y todavía pensativo por los éxitos que se le resistieron, deja una última reflexión. “Siempre pienso que podría haber logrado algo más. Pero bueno, todo eso forma parte de mi vida, que es el fútbol”.