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Yuri de Souza, un berciano de sangre ‘canarinha’

Del calor de Maceió al alma del Bierzo, Yuri de Souza no solo marcó goles en Ponferrada, tejió una historia de lealtad, identidad y pertenencia que lo convirtió en símbolo de toda una comarca. Charlamos con él

¿Qué es el hogar? El refranero español dice que “no es de donde se nace, sino de donde se pace”. Y tal vez tenga razón. Porque nacer rodeado de playas paradisíacas, con el rumor del mar de fondo, palmeras que se mecen al viento y un clima eterno de verano, no impide que el corazón pueda acabar encontrando abrigo en una tierra de montañas, nieblas y silencios.

Yuri de Souza nació en Maceió, al noreste de Brasil. Una ciudad bendecida por la naturaleza, con aguas cálidas y transparentes que forman piscinas naturales, arrecifes donde bucear y lagunas que navegan entre islas. Maceió brilla con la luz del trópico, suena a samba y se llena de vida cuando cae el sol en las playas de Pajuçara o en los bares del barrio de Jaraguá. Un lugar donde el fútbol y la alegría son parte del aire que se respira.

¿Quién iba a decirle a aquel joven brasileño, criado entre mariscos, bossa nova y paseos en balsa, que acabaría echando raíces en el Bierzo? Una comarca de la península ibérica orgullosa de su identidad, recostada en la cuenca del Sil, que se mira en sus vides y se defiende con acento propio. Ni gallega ni castellana. Solo berciana.

Y fue precisamente en Ponferrada, ciudad tranquila entre montañas, donde Yuri encontró su lugar en el mundo. Allí no solo marcó goles. Allí hizo historia. Y algo aún más raro en el fútbol moderno: eligió hacer de aquel sitio su hogar.

Él lo resume a Panenka con la sencillez que solo dan las verdades profundas: “Ponferrada, con mi familia, es mi vida. Toda la ciudad, el club… son parte de mí. Es mi vida, sin ninguna duda”.

 

“Hoy en día es difícil que un jugador esté tantos años en un mismo equipo. Pero yo sentía que debía devolver todo lo que me habían dado. Y eso es lo que intenté”

 

Cuando llegó en 2009 a la S.D. Ponferradina, Yuri no imaginaba que estaría allí 15 temporadas. Ni que se convertiría en el jugador con más partidos disputados (511), en el máximo goleador histórico del club (197 goles) y en una de las caras más reconocibles del Bierzo. Ni, sobre todo, en alguien a quien esa tierra acabaría tratando como a uno de los suyos.

Su adaptación, sin embargo, no fue inmediata. La primera temporada no fue fácil. Reconoce que no pasaba por su mejor momento a nivel profesional y que la distancia familiar también le pesaba. “Pero en el segundo año, ya en Segunda, fue cuando me di cuenta de que aquí había algo especial. El cariño, el trato de la gente hacia mí, todo empezó a salir mejor. Fue ahí cuando me di cuenta de que Ponferrada era distinta”.

Una historia que no se compra

La clave, según él, siempre estuvo en las personas. En la forma de ser de los bercianos, en su cercanía y su humildad. “Lo que más me impactó fue la simpatía, la sencillez. Me sentí muy querido, y eso no se olvida”, nos reconoce. Aunque gran parte de su infancia la pasó en Portugal (salió de Brasil con apenas cinco años), asegura que fue en Ponferrada donde verdaderamente se identificó con una comunidad. Y así lo vive hoy, no como alguien que estuvo mucho tiempo en la ciudad, sino como alguien que ya pertenece a ella.    

Ni siquiera las ofertas de otros clubes (incluida una del Eibar recién ascendido a Primera División en 2014) le hicieron replantearse su marcha. “Soñaba con jugar en Primera, claro que sí, pero soñaba con hacerlo con la Ponferradina. No lo conseguí, pero no me arrepiento. Lo que viví aquí no lo cambiaría por nada”, nos explica con convicción. En su decisión también pesó el compromiso mutuo que tenía con José Fernández Nieto, el presidente del club, con quien compartía la ilusión de alcanzar la élite. No fue posible, pero se construyó algo incluso más valioso. Una historia que no se compra con dinero.

Yuri ha vivido los dos polos del fútbol con la camiseta blanquiazul. Ascensos celebrados como un hijo más del Bierzo, y descensos que dolieron como una pérdida personal. “El último descenso fue uno de los días más tristes que viví con la Ponferradina. Por todo: por el club, por la gente que trabaja en él, por los aficionados. Después de tantos años de esfuerzo, fue un palo muy duro”.

En contraste, recuerda los ascensos como los momentos más felices. No solo por lo que significaban en lo deportivo, sino por lo que provocaban en la ciudad. “Ver la sonrisa de los niños, de sus padres, de todo el Bierzo… eso no hay dinero en el mundo que lo pague”.

La conexión con la afición fue, desde el primer día, uno de los motores de su carrera. Asegura que nunca buscó solo marcar goles, sino también hacer disfrutar a quienes estaban en la grada. “Me divertía jugando, intentaba que los aficionados también se divirtieran. El fútbol es gol, sí, pero también es emoción, alegría. Y eso lo sentía cada vez que salía al campo”.

Yuri de Souza

El Toralín y todo lo demás

Esa cercanía no se limita al estadio. Paseando por Ponferrada con sus hijos, la gente lo para, lo saluda, le agradece. Le piden fotos, le preguntan cómo lleva su nueva vida. “Ese cariño es lo más bonito que me llevo. Sentir que has hecho algo bonito por tu club y que la gente lo reconoce, eso es un orgullo”, nos dice. Y ese orgullo se volvió institucional cuando el Consejo Comarcal lo nombró Hijo Adoptivo del Bierzo, un gesto que Yuri considera uno de los mayores honores de su vida: “Fue una alegría inmensa, algo que no pasa todos los días. Ahí me di cuenta de que el fútbol no es solo dinero. Hay historias bonitas detrás, y esta es una de ellas”.

Desde su retirada, ocupa un nuevo rol como secretario técnico del club. Una función que vive con la misma pasión, aunque reconoce que desde fuera se sufre mucho más. “Prefiero estar dentro del campo. Desde fuera se sufre muchísimo. A veces prefiero no ver los partidos…”, confiesa medio en broma, medio en serio. Pero también siente que ahora puede aportar desde otro lugar, especialmente a los jugadores nuevos que llegan y a quienes intenta transmitir los valores que han hecho de la Ponferradina un club tan especial para él.

Cuando se le pregunta por su rincón favorito de la ciudad, no duda ni un segundo: “El Toralín. Ahí fue donde más disfruté, donde viví todo con la gente: los goles, los ascensos. Ese es mi lugar”.

 

“Soñaba con jugar en Primera, claro que sí, pero soñaba con hacerlo con la Ponferradina. No lo conseguí, pero no me arrepiento. Lo que viví aquí no lo cambiaría por nada”

 

Y no solo el estadio forma parte de su historia. También bares como La Txapela, donde muchas veces celebraron victorias con los compañeros o simplemente crearon ambiente de equipo. “Con los jugadores nuevos intentábamos crear una familia. Cuando hay buen ambiente fuera del campo, eso se nota dentro. Íbamos a tomar algo, a cenar… y La Txapela era uno de esos sitios donde nos sentíamos como en casa”.

En tiempos donde los jugadores duran poco en los clubes, la historia de Yuri en Ponferrada tiene algo de épica silenciosa. Permanecer, comprometerse, construir. Ser parte del paisaje. “Hoy en día es difícil que un jugador esté tantos años en un mismo equipo. Pero yo sentía que debía devolver todo lo que me habían dado. Y eso es lo que intenté hacer cada día”.

15 temporadas, casi 200 goles, una ciudad entera que lo reconoce como uno de los suyos. Berciano de sangre ‘canarinha’, Yuri no solo dejó huella. Porque como dice el propio himno del club: “La Ponferradina nos enciende el corazón”. Y ‘O Fenómeno’ sigue encendiendo los corazones de toda una comarca. Se convirtió en parte de la identidad de un club, de un estadio, de una ciudad. De uno de esos lugares donde, como él dice, “hay algo especial”.

 


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Fotografías cedidas por la Sociedad Deportiva Ponferradina.