Pongo la mano en el fuego y no me quemo a que cualquier persona que oiga dos o, a lo sumo, tres acordes de esta canción se pone a retorcerse dónde esté nada más escucharla como si estuviera en la tarima de una discoteca a altas horas de la noche y bien tomado. El FIFA: Road to World Cup ‘98 llevaba algo más que jugadores erráticos de movimientos y gráficos que nos recuerdan una época mejor. El videojuego llevaba consigo una canción imborrable y perpetua en las sienes: Song 2.
Tras el grito de guerra de toda la saga “EA Sports: it’s in the game”, comenzaba a sonar la obra de la banda británica y aparecían en pantalla unos muchachos tocando la pelota con más pinta de ser modelos que de futbolistas. Después de una chilena, un festín de imágenes interpuestas entre las que salían situaciones del juego con los hombres haciendo malabarismos con el cuero. Luego, estadios de fútbol, banderas de países y monumentos de todo el mundo. Balones que escapaban de un marcador electrónico para que se mostrase el nombre del videojuego. Un efecto de corte de una cinta cinematográfica daba por finiquitada la presentación y ya a jugar.
Formada a finales de los años 80 por Damon Albarn, Graham Coxon, Alex James y Dave Rowntree, Blur ya tenía algunos discos en circulación cuando creó Song 2. El riff, frase que se repite a menudo, se puede encontrar en el quinto trabajo de los londinenses, lanzado el 10 de febrero de 1997 con titulo homónimo y se disparó como single a principios de abril, es decir, unos meses más tarde. Respecto a la letra, el grupo la confeccionó un día que estaban de resaca y quiso ser una parodia del grunge, estilo donde había mandado Kurt Cobain con su Nirvana.
A pesar del recorrido que Blur ya llevaba hasta ese momento, la carrera de estos jóvenes británicos no conseguía despegar y el cuarteto buscaba renovarse. “En el brit-pop todos eran muy amables y totalmente buenos con sus instrumentos, pero se convirtió en una cosa de moda y fue muy, muy aburrido. Para mí, gente como Sonic Youth, Bikini Kill, Pavement y otros pequeños proyectos de punk de Estados Unidos… esos chicos eran adolescentes, tocaban como si no les importara nada y les gustaba que su vida dependiera de ello”, contó Graham Coxon, guitarrista, en The Guardian.
“Se llama Song 2, simplemente porque no le hemos encontrado un título acorde a la letra”
“La canción fue hecha en el instante que ensayábamos. Empezamos a buscar acordes y llegamos a Song 2. No la habíamos tomado como un trabajo, sino como una canción del momento, ya que fue creada en dos pistas por Graham. Luego de eso Dave y Graham comenzaron a tocar la batería al mismo tiempo y de manera furiosa, imitando esas canciones del aggro metal”, detalló el bajista Alex James a la revista Q Magazine. “Después llegó Damon y puso esos coros distorsionados con dos bajos. Fue como volver a los primeros ensayos… hacer rock sin pensar tanto en la letra y los arreglos”. De este modo, se fue tejiendo una de las obras más icónicas y más extenuantes de la cultura de los 90.
Desde el comienzo de las pruebas iniciales, el tema era algo más lento, pero fue Coxon quien sugirió darle un ritmo más cañero. Entretanto, a la hora de grabar, Damon Albarn, el vocalista, no tenía muy claro lo que iba a cantar farfulló numerosas ideas que corrían por su cabeza y al llegar a la parte importante de la canción aulló el legendario “¡Woo-hoo!”. A Stephen Street, que era el productor, le agradó ese berrido e invitó a que lo dejasen en la versión definitiva.
Otro misticismo que le da empaque a la melodía es el que existe sobre su nombre. “Se llama Song 2, simplemente porque no le hemos encontrado un título acorde a la letra”, boqueó Damon, el vocalista, a los asistentes cuando presentó la canción sobre un escenario en un festival en Dublín.
Se llamaba así por la posición que tenía en el listado y porque todavía no se había atinado en hacer una referencia con lo que se decía en ella. Dura 2:02, posee dos versos y dos coros. El rótulo de su nombre le viene que ni pintado. Muchas veces nos empeñamos en poner a todo títulos rimbombantes y metafóricos que llenarán mucho el gaznate al pronunciarlo, pero lo mejor es lo más simple. Y eso que el grupo inglés no las tenía todas consigo porque estuvo a punto de no incluir el tema en el álbum. Menos mal.
Con esa repetición poderosa e imborrable, el cañonazo de adrenalina que provoca Song 2 es como una metralleante sucesión de descargas mediante un desfibrilador que no solo se encarga de espabilar el corazón, sino toda la anatomía del cuerpo humano. Y lo sé muy bien. Me compré ese FIFA y el NHL 98 el mismo día gracias a lo que fui ahorrando de mi paga de preadolescente. Todavía no soy capaz de estarme quieto cuando suena, provoca ese torbellino de emociones y esa alegre locura con sonrisa pícara.
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