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“He soñado miles de veces que marcaba en El Madrigal”

La raqueta le ha acompañado casi desde que tiene memoria. Pero la pelota de fútbol también. Roberto Bautista Agut nos descubre su faceta más futbolera

La raqueta le ha acompañado casi desde que tiene memoria. Pero la pelota de fútbol también. Desde el decimoprimero peldaño del ranking de la ATP, el siempre batallador tenista valenciano Roberto Bautista Agut (Benlloch, Castellón, 1988), aquel chaval que creció idolatrando a Raúl González Blanco y, sobre todo, a su difunto padre, aquel preadolescente atacante que llegó a vestir la camiseta de su tan amado Villarreal, aquel ariete que “jugaba siempre con las Adidas Copa Mundial, a excepción de aquellos años en los que se pusieron de moda las botas blancas de Alfonso”, descubre su cara más futbolera en Panenka.

“Los abuelos del pueblo siempre me recuerdan con un balón en los pies”, arranca Bautista; que a finales de noviembre, guiado por el inquebrantable espíritu de superación que le ha convertido en una fuente de inspiración, en un ejemplo, para los más jóvenes, jugó un papel clave para que España alzara su sexto título de la Copa Davis; apenas unas horas después de despedirse para siempre de su padre. El balompié -y el Villarreal, al que desde este año luce en su camiseta- es hoy una de las vías que tiene para reencontrarse con él. De mantener vivo su recuerdo.

 

“Seguía a mi padre, que llegó a jugar en Segunda B con el Villarreal, a todos los campos; siempre con un balón bajo el brazo. Cuando le veía marcar me emocionaba. Yo quería ser como mi padre”

 

¿Cómo llegó el fútbol a tu vida?

El fútbol me ha apasionado siempre. Me gustaba muchísimo. Y me sigue gustando muchísimo. Lo he mamado desde pequeño. Llegó a mi vida a través de mi padre, Joaquín, que llegó a jugar en las actuales Segunda B y Tercera con el Villarreal. Recuerdo que le seguía a todos los campos; siempre con un balón bajo el brazo. Recuerdo que cuando le veía marcar goles me emocionaba. Yo quería ser como mi padre.

El fútbol lo era todo para mí en aquellos años. Fútbol, fútbol y fútbol. Jugaba a todas horas. Jugaba en todos sitios. En el patio. En las calles. En la plaza. Y en el polideportivo del pueblo, de apenas 1.000 habitantes. Recuerdo que soñábamos con llegar a ser futbolistas. Les imitábamos. ‘Yo soy tal. Tú eres tal’. Comíamos y justo después ya salíamos a jugar. Y cuando jugaba el Benlloch siempre íbamos a verlo.

Fútbol en el patio, en las calles, en la plaza, en el polideportivo. Y en la PlayStation.

Me acuerdo mucho de jugar a la Liga Máster del Pro Evolution Soccer. No tengo PlayStation desde hace ya unos diez años, pero me todavía acuerdo muchísimo del Pro de la Play 2. Me acuerdo de que los nombres no eran los reales; que, en el juego, Roberto Carlos, por ejemplo, era Roberto Larcos. Y me acuerdo, sobre todo, de aquellos Inter de Milán de los Adriano, Ibrahimović, Zanetti, Recoba, Verón o Stanković, que eran espectaculares. Aquellos Inter de Milán eran invencibles.

 

“Entrenábamos lunes, miércoles y viernes. Y jueves, pero yo decía que tenía clase de inglés para ir a tenis. Y también iba a tenis martes y sábados. Iba de culo físicamente. Y a los 14 me dije: ‘No puedo más. Lo dejo‘. Y lo dejé. Y fue durísimo”

 

¿Del Villarreal desde la cuna?

En mi familia todos son del Barça o del Madrid. Recuerdo que, de pequeño, una semana me compraron la indumentaria del Madrid, y a la siguiente, la del Barça. Tenía las de los dos. Pero salí del Villarreal y del Castellón, de los dos equipos de mi provincia. Son los dos equipos a los que les tengo más cariño. Les sigo muchísimo cuando estoy de viaje. Suelo ver al Castellón en Footters y al Villarreal, con el que sigo vinculado a través del programa Endavant Esports y al que le estoy súper agradecido porque siempre que he necesitado algo ha estado ahí, en beIN. Y siempre que puedo voy a Castalia y a El Madrigal. Y también sigo la liga de Preferente en la que compite el club del pueblo. Y la de Regional y la del grupo valenciano de Tercera División. Me gusta más este fútbol que el de Primera a veces, porque ahí hay muchos conocidos y amigos, y gente con la que yo había jugado, y quiero que las cosas les vayan bien. 

¿Cómo llegaste al Villarreal?

Comencé en el Castalia, un club muy humilde en el que mi padre ejercía de entrenador. Y desde ahí, a los diez u once años, ya fiché por el Villarreal. Estuve dos años y medio ahí, y los recuerdo muy bien. Porque además fue justo cuando el Villarreal pasó a ser un equipo de Primera División e inauguró la actual ciudad deportiva. A media temporada pasamos de jugar en campos de tierra a hacerlo en campos de césped artificial, que para nosotros era como jugar en el Camp Nou. Yo no era muy técnico, pero definía bien, era rápido e iba bien de cabeza. Y hacía muchísimos goles. Era el típico ‘9’ de toda la vida. Como Raúl. Y como mi padre. Y el primer año me fue súper bien. Fue mi mejor año. Fui el máximo goleador del equipo. Y era el capitán. Ese año me salía todo. Nos salía todo. No perdimos ningún partido en todo el curso. Pero el cambio de fútbol-7 a fútbol-11, de pasar a jugar en un campo muchísimo más grande, fue muy brusco, demasiado brusco, para mí. Porque, además, casi todos tenían un año más y me cambiaron de posición. Pasé a jugar en una banda, a tener siempre al entrenador a medio metro gritándome. ‘Sube. Baja’. Y no me gustaba nada defender a mí. Y, además, aquella temporada no tenía ningún día de descanso a lo largo de la semana. Entrenábamos los lunes, los miércoles y los viernes. Y los jueves también teníamos entreno, pero yo decía que tenía clase de inglés para poder ir a tenis. Y también iba a tenis los martes y los sábados. Iba de culo físicamente. Y a los 14, a mitad de curso, dije: No puedo más. Abandono. Lo dejo’. Y lo dejé.

Fue duro. Fue durísimo. Es mi peor recuerdo futbolístico. Por encima de los dos descensos a Segunda División del Villarreal de aquella maldita semifinal de la Champions League contra el Arsenal. Porque me encantaba el fútbol. Y porque de repente te vas a entrenar a una pista y te encuentras tú solo. Juegas, entrenas, viajas, solo. No tiene nada que ver un deporte con el otro. A nivel mental son mucho, muchísimo, más duros los individuales. Pero también es verdad que luego te ayudan en tu vida porque te dan una fortaleza mental increíble. A mí se me daba mucho mejor el fútbol, e iba para futbolista, pero, de niño, no eres consciente de nada, y solo valoras donde te lo pasas bien y donde no te lo pasas bien. Y en ese momento me decanté por el tenis porque en el fútbol no disfrutaba como había disfrutado antes.

“En ese torneo ganamos al Valencia en la final. En la prórroga. Por 1-2. Marqué los dos goles del equipo yo. Fui el máximo goleador del torneo. Y el MVP”

Con todo, el fútbol sigue siendo una de tus grandes pasiones.

Sí. Y aún me gusta más jugar al fútbol que verlo. Cada año le pido unas botas de fútbol a Mizuno. Es como un auto regalo que me hace muchísima ilusión. No las utilizo mucho, pero algún día incluso voy a entrenar con unos amigos que compiten en Regional con el equipo de un pueblo de al lado de Benlloch. Hacemos posesiones y rondos. Y partidillos. Ahora intento no jugar tanto porque tengo pocas fechas libres y porque llego justillo de los torneos. Y porque, además, cuando juego voy como un loco por el campo y después tengo que estar cinco días sin moverme. Pero me gusta mucho. Me encanta. Me encanta el futbol. Y cuando me retire volveré a jugar al fútbol. No sé si será en Preferente, en Regional o ya en veteranos. Pero volveré a jugar al fútbol. Jugaré todo lo que no he podido jugar estos años.

¿Qué es, para Roberto Bautista Agut, lo más bello del fútbol?

Lo más bonito del fútbol es que te permite regresar a la infancia. A aquellos años tan, tan, bellos que todos recordamos como los más felices, los más bonitos, de nuestras vidas. A aquellos días en los que ganar el partido del fin de semana era lo máximo. Como ganar la Champions. A aquel día, en la primera temporada del Villarreal en Primera, en el que fuimos al Camp Nou en autobús y ganamos por 1-3 con dos chicharros de Craioveanu. A aquellas dos tardes en las que hice de recogepelotas en El Madrigal; donde íbamos cada fin de semana con mi padre y lo pasábamos tan bien.

Hace unos meses recibiste una preciosa ovación de El Madrigal al hacer el saque de honor tras proclamarte campeón de la Copa Davis. Se te veía feliz. Enormemente feliz.

Aquello fue maravilloso. A todo el mundo le gusta que se reconozca su trabajo en su casa. Y el Villarreal es mi casa. Nunca he soñado que ganaba un torneo de tenis. Pero he soñado decenas, cientos, miles de veces que marcaba goles con el Villarreal en El Madrigal. O en el Bernabéu o en el Camp Nou. Me pasaba cuando era pequeño. Y me sigue pasando ahora, ya de mayor.

 


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Fotografías de Getty Iamges y del Villarreal Club de Fútbol.