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Pablo Longoria y la pasión marsellesa

El chico asturiano que se enamoró del fútbol entre parabólicas y cintas de vídeo, hoy preside el OM. Este es el editorial con el que empieza el nuevo #Panenka127

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Él mismo nos llama. Su vuelo ha llegado algo tarde, y va camino del Vélodrome en el coche. Esperábamos hablar con él minutos después, pero Pablo Longoria, presidente del Marsella, nacido en Oviedo hace 36 años, posee el don de la anticipación. No tiene tiempo que perder el niño que se inventó un sueño entre parabólicas y cintas de vídeo, el adolescente que maravilló con su instinto precoz, su ojo privilegiado. El scout que saltó a la dirección deportiva, de Valencia a Turín y hasta el asiento que todo lo ve, todo lo disfruta, todo lo sufre en el OM. Es la pasión lo que conecta su acento asturiano con el mediterráneo marsellés. El latir del único escudo del mundo que te manda cómo jugar, cómo ser, cómo vivir. Droit au but. Directo al gol. “Es una ciudad valiente, que va hacia adelante. Cuando estás en un estadio como este, con sus tribunas tan verticales, con estos dos virages, tienes que entender que este es un lema que conecta con un estilo de juego. Necesitas un cierto grado de intensidad, agresividad”, nos cuenta le président Longoria, que es uno más: “Vivo mucho los partidos, los sufro. Es el mismo grado de pasión que tienen desde el primero al último aficionado del OM”.

 

“Lo que hace grande a este deporte, lo que hace grande al Olympique de Marsella, es, sobre todo, que podamos seguir hablando de fútbol con nuestros amigos”

 

Una O y una M mayúsculas. Unos colores que recuerdan al mar que aquí lo abraza todo. Y una estrella dorada en lo alto, la Copa de Europa que hace 30 años que levantan sin parar. À jamais les premiers. Que se olviden, ellos fueron los primeros. Lo sabe Longoria; es el tesoro de todos: “El respeto a la historia siempre tiene que estar presente. Ese título es un motivo de orgullo para los aficionados, enseguida lo ves cuando hablas con ellos. Marcó a una generación”. París tendrá que esperar su turno. Aquel fue, y es, el éxito de un club pegado a una comunidad: “Lo que hace grande a este deporte, lo que hace grande al Olympique de Marsella, es, sobre todo, que podamos seguir hablando de fútbol con nuestros amigos, con nuestra familia, y que nunca perdamos ese componente popular”. Directos al gol, directos al objetivo, sea este la portería o el corazón de su gente.

 


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Fotografía de Getty Images.