“El fútbol es una de mis grandes pasiones. Siempre lo ha sido. Me encanta”, asiente Miquel, ‘Miki’, Núñez (Terrassa, Barcelona; 1996), uno de los grandes nombres del panorama musical español del momento, apenas unas horas después de lograr la Champions League con el Girona tras doblegar al Atlético de Madrid en la final por 4 -1, con un hat-trick de Cristhian Stuani y un gol de Kévin Soni, en el modo carrera del FIFA. “Yo no había tenido PlayStation hasta hace dos años. En mi casa siempre había pianos, guitarras y todos los instrumentos que quisieras, pero las Plays y las Gameboys estaban prohibidas porque volvían tontos a los niños. Aun así, me acuerdo de jugar al PES 3 con el Barça, que se llamaba Catalonia. Y con Henry, que si chutabas desde el medio del campo era gol igualmente”, recuerda, atropellado por la nostalgia al resucitar a los Castolo, Ordaz, Minanda, Ximelez e Ivarov, un siempre sonriente Núñez, que después de pasar por OT y Eurovisión, con La Venda, inició su carrera discográfica el pasado septiembre con la publicación de Amuza, que significa diversión en esperanto.
“Pues no. La verdad es que no sé cómo se dice fútbol en esperanto”, admite, pensativo. “Pero me acuerdo cuando, de niños, nos pasábamos el día con el balón, jugando en el patio del colegio. Me acuerdo de que todos, absolutamente todos, queríamos ser futbolistas. De que todos soñábamos con ser futbolistas. Y de las broncas que me pegaba mi padre porque la casa estaba siempre llena del caucho que quedaba en las botas de tanto jugar en el patio. Y me acuerdo, también, de que, con 7 u 8 años, una tarde fuimos con mi madre, mi abuelo y mi primo, que era un poco mayor que yo, a apuntarle al Terrassa. ‘¿Y yo?’, dije”, rememora Núñez, regresando a los años de genolls pelats, de chándales apedazados y de porterías de sudaderas. “También recuerdo el día en el que con mi padre, que cuando en casa tenemos que hacer algo importante, para convencernos de que lo hagamos con muchas ganas, ¿cómo lo haría Puyol?, fuimos a comprar mis primeras botas de fútbol. Me decía que las buenas eran las de dos colores. Las básicas. Que las otras, las de mil colores, nada, mierda. Siempre he jugado o con las Munich negras con la cruz blanca o con unas Nike negras y blancas o amarillas. Son las que he tenido siempre. Es que, en lo futbolístico, siempre he pasado bastante desapercibido, tanto en lo referente a las botas como jugando. Porque me pasaba todo el día en el banquillo. Jugué a fútbol hasta segundo de bachillerato, en el Terrassa, en el Club Natació Terrassa, en el Jàbac y en la escuela, pero siempre estaba en el C. Nunca destaqué, a excepción del año de cuarto de la ESO. No sé qué me pasó, pero aquel año era buenísimo. Hice muchísimos goles”, acentúa Miki, de sangre azulgrana.
“El fútbol es una de mis grandes pasiones. Siempre lo ha sido. Me encanta”
“He sido del Barça toda la vida. Hubo una época en la que también era un poco del Athletic porque veraneo en Peñíscola y los amigos de la cuadrilla de ahí me regalaban camisetas y me obligaron a aprenderme el himno, pero mi equipo ha sido siempre el Barça. Recuerdo que, de pequeños, a veces también íbamos a animar al Terrassa. Mi abuelo, que es muy, muy, futbolero, e iba a los entrenos y a todos los partidos, nos hacía siempre socios. E íbamos al campo. Sobre todo cuando el Terrassa estaba en Segunda. En la época de Morales, Pinilla y compañía. Era muy heavy estar en Segunda A. El Terrassa es, también, una parte de mí”, remarca Núñez, antes de explicar que todavía recuerda la primera vez que pisó el Camp Nou. Fue el 22 de diciembre del 2011, en un duelo, correspondiente a la vuelta de los dieciseisavos de la Copa, en el que el Barcelona de Guardiola barrió a L’Hospitalet. Aún recuerda aquel 9-0 con sendos dobletes de Thiago, Tello y Cuenca y con dianas de Pedro, Iniesta y Xavi, que embelleció, todavía más si cabe, su primera vez, pero el mejor momento que le ha dado este deporte que tanto le apasiona sucedió unos años antes.
“Tenía 11 o 12 años. Y aún no seguía mucho el fútbol. Salíamos de la escuela e íbamos hacia la plaza con los amigos para pasarnos la tarde jugando al fútbol. Me paró un hombre, de repente. ‘¿Qué pasa, Pozo?’. Flipé. ¿Cómo sabe mi segundo apellido y cómo me llaman en el cole?. ‘¿Hola?’. ‘No sabes quién soy, ¿no? Dale recuerdos a tu madre, de parte de Xavi’. ‘Vale. De acuerdo. Gracias’, musité. Mientras caminábamos veía que mis amigos nos miraban alucinando, como si fuéramos extraterrestres. ‘¿Qué pasa?’, pregunté justo después de despedirnos. ‘Xavi Hernández sabe quién eres. Xavi Hernández sabe quien eres’, repetían. ‘Mierda. ¿Era Xavi Hernández?’, respondí. Encontrarme a Xavi Hernández y que él me conociera y yo a él no es, de lejos, el mejor recuerdo futbolístico que tengo”, afirma Núñez, sonriente. “Mi madre fue profesora de inglés y tutora de Xavi en la escuela a la que más tarde iría yo también. Aquí, en Terrassa. Y aquel día nació mi admiración, mi amor, por el Barça y por Xavi. No sé si soy más de Xavi o del Barça. Bueno, creo que sí lo sé. Porque creo que si algún día se hubiera ido al Madrid me hubiera costado mucho, pero ahora sería del Madrid. Siempre ha sido mi gran referente. Mi gran ídolo. Es un dios para mí”, acentúa un Miki que aún utiliza el correo electrónico, con un ‘6’, que se hizo en primaria y que en el encuentro de La Marató de TV3 del pasado diciembre lució, con orgullo, el número de su gran ídolo.
“Todavía no he conseguido hablar con él, y mira que cada día le envío mensajes por Instagram”, añade el joven cantante catalán antes de revelar que la primera camiseta de fútbol que tuvo, y que todavía “guarda en casa como si fuera una reliquia”, es una del propio Xavi que “conseguimos que me la firmara porque mi profe de Educación Física estaba en el consejo escolar de Terrassa y habían quedado con él para hacer un acto y se lo pidió”. En la admiración de Miki por Xavi, de hecho, también se esconde su fascinación por el modelo de La Masia. “Soy muy fan de todo lo que se hace aquí, en casa. De todo lo que sale de casa. Y, si juegan bien, si son fieles al estilo, casi me dan igual los resultados. Yo lo que quiero es estar orgulloso de mi equipo por lo que hace”, remarca Núñez, que, de no haber sido por la pandemia del coronavirus, hubiera pasado el mes de abril en tierras canadienses, invitado por su amigo Bojan Krkic.
“Era un fan incondicional suyo. Tenía fotos suyas en mi carpeta. Era un chico joven y humilde, de pueblo, que acababa de llegar al primer equipo y que se codeaba con los más grandes sin dejar de ser él. Yo soñaba ser como él, de mayor. Una persona normal y corriente, humilde, que llega a la cima y sigue siendo igual”, enfatiza el músico de Terrassa, que en la actualidad sigue disfrutando del balompié con la misma pasión que siempre: “Sigo siguiendo el fútbol. Y sigo viéndolo siempre que puedo. Intento seguirlo siempre, pero a veces no puedo por la vida que llevo. Si me coincide un concierto con un encuentro del Barça, cuando termino salgo corriendo del escenario hacia el backstage para coger el móvil y ver cómo ha acabado”. “Y sigo jugando al fútbol, aunque no tanto como solía ni como me gustaría. Porque me encanta. Juego siempre en el centro. Y con el ‘6’. Como Xavi. E intento copiarlo en todo, pero el resultado nunca es el mismo”, bromea, alegre.
“El fútbol y la música son dos idiomas universales. Son dos vías de escape. Son dos espacios en los que puedes crear sin límites. En los que, si te evades, jugando, puedes disfrutar como un niño”
Y, dibujando los paralelismos entre dos mundos tan antagónicos, pero, a la vez, tan similares, tan conectados, como el del fútbol y el de la música, concluye, convencido: “Tienen muchísimas similitudes. En los dos mundos, los que tenemos la suerte de dedicarnos a esto tenemos que saber siempre de dónde venimos, gracias a quién estamos donde estamos. Y que no aguantaremos siempre adonde estamos ahora. Que sin trabajo, que si no te lo curras, caes. Y, además, en ambos mundos tenemos un poder de convocatoria, de convencimiento, y una influencia, muy grandes. Un poder de convocatoria del que se hace demasiado poco uso. A veces parece que solo podemos opinar sobre el ámbito en el que habitamos, sobre la música o sobre el fútbol, pero, a parte de cantantes o futbolistas, somos personas. Y, por último, el fútbol y la música son dos idiomas universales. Y son dos vías de escape. Son dos espacios en los que puedes crear sin límites. En los que, si te evades, jugando puedes disfrutar como un niño”.
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Fotografías de Nuri Marguí (Unió Esportiva Olot).