El Partido del siglo
INGLATERRA – HUNGRÍA (AMISTOSO)
25 de noviembre de 1953
¿Un amistoso de 1953? ¿Otro partido en blanco y negro? Sí, visto así parece que os estamos colando un ladrillo solo apto para hipsters del balón. Pero se entiende esta selección si aclaramos que este duelo que enfrentó en Wembley a húngaros contra ingleses se bautizaría nada menos que como ‘El Partido del Siglo’ (otro día hablaremos de todos los partidos que han sido catalogados como tal, que no son pocos).
Es la oportunidad de ser testigo de uno de los momentos en los que el fútbol cambió para siempre. Hungría se perfilaba ya como potencia balompédica, mientras se preparaba para su asalto al Mundial de Suiza, un año después. Su evolución táctica, su método científico aupado por el gobierno comunista y la capacidad técnica de una generación de jugadores sin precedentes, empezaban a ser factores muy temidos en la Europa futbolística. Con la excepción de las Islas Británicas, cómo no. Porque los ingleses seguían creyendo que agitando el título de ‘inventores del fútbol’ daban por cerrada cualquier discusión. Error. Los tiempos estaban cambiando y les pasarían por encima.
Poco importó aquel día que Inglaterra solo hubiera perdido una vez antes en casa contra rivales de otro Estado (República de Irlanda, 1949). Aquel encuentro frente a los magiares precipitaría la modernización de los métodos de trabajo y de la idea de juego en suelo inglés. Un proceso que culminarían 13 años después, en el Mundial de 1966.
El vídeo, aun con los cortes propios de las películas de la época, nos permite comprobar cómo era sobre el verde el ‘Equipo de Oro’, con jugadores de la talla de Puskás, Czibor o Kocsis, aquella escuadra húngara que, siguiendo la línea del Honved de Budapest, al que pertenecían la mayoría de sus jugadores, representaba el fútbol del futuro. El alumno aventajado que sea capaz de detectar la WM en la formación inglesa verá también cómo los centroeuropeos supieron hacerla saltar por los aires con algo que empezaba a parecerse a lo que, impulsado por neerlandeses melenudos ajenos al férreo socialismo de la Europa del Este, se conocería como ‘Fútbol Total’. Porque, ya iniciada la Guerra Fría, el balón fue uno de los pocos lenguajes comprendidos a un lado y otro del Telón de Acero.
Ganar sin ganar
ALEMANIA-PAÍSES BAJOS (MUNDIAL’74)
7 de julio de 1974
¿Fútbol total, decías? Hablemos de la ‘Naranja Mecánica’.
Aquí dejamos un clásico de esos que todos recuerdan y citan como referente imprescindible, aunque casi nadie nacido después de los 70 haya llegado a ver entero. Por buscar un símil cinematográfico, estaríamos ante algo así como el Ciudadano Kane de la historia de los Mundiales. Se trata de la final del Mundial de 1974, el célebre Alemania Occidental-Países Bajos disputado en Múnich. Es Cruyff contra Beckenbauer. Es la fría e infalible máquina alemana contra la irreverencia y la arrogancia holandesas.
Es el partido que sirvió para articular el carácter de todo un país, el de unos neerlandeses que no necesitaban (atención, spoiler) ganar para sentirse los mejores. Orgullosos en la derrota ante los germanos, el viejo incordio. Unos alemanes que tenían un modo de ver las cosas un tanto distinto. Casi opuesto, diríamos: al fin y al cabo, ¿hay mejor manera de sentirse ganador que salir al campo y, efectivamente, ganar?
Nos topamos con un partido lleno de matices que disfrutará tanto el obseso del análisis táctico como el apasionado de la literatura futbolística y las epopeyas del deporte. Se trata de un encuentro decisivo que, sin embargo, no sigue el guion habitual de las finales. No va in crescendo, sino que te explota en la cara a las primeras de cambio. Porque a Cruyff le dio la gana que así fuera.
Y solo por ese inicio demoledor vale la pena ver todo el resto. De hecho, solo por ver a Cruyff dar un par de toques al balón para luego arrancar, vale la pena toda la historia del fútbol. En Panenka, por cierto, dedicamos un número a reivindicar su legado (también lo puedes conseguir en versión digital en nuestras apps de Apple o de Android).
Realismo mágico
URUGUAY-GHANA (MUNDIAL’10)
2 de julio de 2010
Ocho años después de que lo lograra Senegal, una selección africana se volvía a plantar en unos cuartos de final de un Mundial, precisamente en la primera edición que se organizaba en el continente. Ghana acariciaba de ese modo la posibilidad de ser el primer miembro de la CAF en meterse en unas semis mundialistas. Y sus opciones de éxito eran más que reales: enfrente estaba Uruguay, otra revelación del campeonato sudafricano. Eternamente anclados en sus éxitos mundialistas en blanco y negro, los charrúas andaban a la búsqueda de nuevos héroes.
El azar unió a dos conjuntos con tantas, tantas ganas de hacer historia, que la ilusión se convirtió en emoción. El resultado fue uno de los partidos con un desenlace más vibrante de la historia del balompié.
Golazos, intensidad, nervios, un guion que puso al límite hasta al propio reglamento y, como guinda, un epílogo que hubiera firmado nuestro querido Antonin. El que pudo seguirlo en directo o pegado a la tele lo volverá a disfrutar. El que no recuerde haberlo visto tiene ante sí la oportunidad de vivir toda una experiencia.
Un blockbuster. Si hubiese sido una peli, los críticos se la hubiesen cargado por su escasa verosimilitud. Gracias, uruguayos; gracias, ghaneses, por recordarnos que el realismo también puede ser mágico.
‘Babazorro’ por un día
LIVERPOOL-ALAVÉS (Copa de la UEFA 2000-01)
16 de mayo de 2001
De vez en cuando nos apetece regresar a aquella mágica temporada del Deportivo Alavés, y en especial a aquella impresionante final de Copa de la UEFA de 2001, solo para comprobar que todo aquello ocurrió de verdad. Nostalgia, lo deben llamar.
Fue un día amargo y feliz en el que muchos experimentaron lo que se sentía al ser ‘babazorros’ por un día. Emocionarte, saltar y gritar delante del televisor por culpa de un equipo que no es el tuyo es un fenómeno extrañísimo en el fútbol. ¿Por qué? Quizá se deba a que, en este deporte, andamos escasos de empatía. Aquel día, sin embargo, la sentimos de verdad. Ocurrió en una final europea que se pareció muy poco a lo que nos viene a la mente cuando pensamos en una final europea, esos partidos que acostumbran a fundamentarse en el miedo y el control.
Aquella tarde noche en Dortmund significó la bella y trágica culminación de una campaña continental que en el Panenka #57 rememoramos en una charla con el entonces capitán del Alavés, Antonio Karmona, y con su técnico, José Manuel Esnal ‘Mané‘, dos de los protagonistas de un conjunto en el que también destacaban hombres como Jordi Cruyff, Javi Moreno, Iván Alonso o Cosmin Contra, entre otros.
Enfrente estaba el Liverpool de Gerard Houllier, ya con Owen, ya con Gerrard, ya con Carragher. Con Fowler. Pero a cuestas con el peso de ser un grande venido a menos y con la necesidad de resucitar a las glorias europeas. Eso es lo que salió determinado a hacer, serio y contundente, negándose a conceder a la simpática revelación vasca la más mínima oportunidad de dar la campanada. Y en 16 minutos ya ganaba por 2-0. ¿Final cerrada? No sin resistencia. En este juego, metáfora de la vida, los que no se rinden deberían tener siempre el aplauso asegurado. Y el que se llevó el Alavés fue unánime.
That’s entertainment!
BARCELONA-REAL MADRID (LA LIGA 2006-07)
10 de marzo de 2007
Después de los dos últimos ‘Clásicos’ a los que nos han sometido los dos grandes del fútbol español, más nos vale tirar de archivo para encontrar goles y emoción en sus duelos. Y uno de los más divertidos e impredecibles que nos han dejado en el siglo XXI es el que disputaron en el Camp Nou en 2007.
Esa primera gran noche goleadora de Messi ante el eterno rival, ese Real Madrid que se revolvía sobre la lona para asestar un golpe a un Barça que unos meses antes parecía intratable… Aquella Liga acabaría con una remontada blanca construida sobre triunfos agónicos y tropiezos antológicos de los ‘culers‘. Un torneo enloquecido que tendría en ese Barcelona-Real Madrid un capítulo imprescindible para entender la que se avecinaba.
Ha sido una alegría encontrarnos con este vídeo a la deriva por la red. Y no solo por la posibilidad de revivir aquel choque, sino, sobre todo, por poder volver a oír la voz del maestro Andrés Montes a la narración. Gracias a él entendimos que el deporte solo valía la pena si se ponía al servicio de la felicidad. Por eso a la mínima oportunidad que tenía nos anunciaba que la vida puede ser maravillosa. Viene bien recordarlo en días como estos. Y merece la pena que lo retengamos. Así, cuando todo pase y el balón corra otra vez libre por el césped, valoraremos mucho más cada jugada, cada gol.