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La ensoñación de un aficionado

Con Inglaterra de capa caída, el 'kick and rush' y el hooliganismo de fondo, Hornby narró en 'Fiebre en las gradas' su manera de ver el mundo desde el viejo Highbury

Parafraseando el principio de la obra de teatro Un Obús en el corazón, de Wadji Mouawad, nunca se sabe cómo te va a afectar una decisión. Nunca se sabe. Quiero decir que, cuando tomas una decisión y esa decisión forma parte de ti, tú no sabes lo que va a acarrear. Quiero decir que tú no vas tranquilamente por la calle y de repente dices: “Mira, una decisión que empieza”. Quiero decir, no se sabe. Luego, cuando por fin te das cuenta de que estás metido en una decisión, no sabes cómo acabará. Nadie puede saberlo. Solo al final, cuando todo llega al final, abres los ojos y te dices: “La decisión se ha acabado. Se acabó”. Y como se acabó, empiezas a oír el silencio. Desde aquel día en el que su padre le proporcionó diferentes opciones para pasar la tarde junto con él, Nick Hornby (Maidenhead, 1957) no ha dejado de pensar en la decisión que tomó y de la que nunca se lamentó.

Fiebre en las gradas no solo trata de la pasión desmedida que siente el escritor londinense por el Arsenal desde la primera vez que acudió al añejo Highbury, sino que versa sobre haberse criado al este de la capital de Inglaterra, los sentimientos, la lucha interna que tiene cada persona cuando le toca madurar, la proliferación del hooliganismo en Gran Bretaña, un país angustiado por la depresión en diferentes ámbitos de su sociedad, el hacerle más caso al corazón que al cerebro y de gotas de cultura pop con irónicos y sarcásticos comentarios.

 

La existencia de Hornby empieza cuando la infancia se muñe, cuando todos los cromos tenían el mismo valor y cuando supo que Highbury iba a ser un lugar entre la diversión y el arrepentimiento

 

Desde las primeras palabras, la sensación que da es que la existencia de Hornby empieza cuando la infancia se muñe, cuando todos los cromos tenían el mismo valor, cuando se espera al fin de semana para salir de la futilidad rutinaria de lunes a viernes, cuando en un segundo supo que el estadio del norte de Londres iba a ser un lugar entre la diversión y el arrepentimiento, donde iba sufrir un silencio opresivo.

En un relato autobiográfico, el autor narra las alborotadas relaciones que tiene con sus progenitores tras un tempranero divorcio, amistades que no le convienen, mujeres, novias y con las dudas comprensibles que se tienen al afrontar el mirar y decidir andar hacia delante. Su obsesión terminal por el Arsenal condiciona toda su vida. El fútbol le trae extrañas uniones en los recuerdos, le ayuda para organizar las extrañas vivencias de los seres humanos y los partidos de su equipo le sirven como la unidad para medir su vida.

La Inglaterra que se vislumbra en el libro no es la mejor. El paisaje es la de una nación que no está viviendo sus mejores años, empobrecida, en la que el pueblo intenta usar el fútbol como una vía de escape y en la que unos salvajes e indeseables utilizan este deporte como vía para expulsar sus más puros instintos a través de la violencia. No era de extrañar que en aquella época hubiese un festival de tortas y patadas antes y después de cada partido. Incluso batallas campales durante los encuentros. La desazón que vivía la ciudadanía inglesa se hacía patente en el juego de sus equipos. El balón estaba más por el cielo que por el césped y los jugadores estaban más por los suelos que de pie.

Entretanto, mientras todo eso ocurría, había quienes querían alejar a la clase obrera del balompié para llenar los estadios con trajes y billeteras rebosantes en vez de sentimentaloides que lo único que hacían era pagar religiosamente su abono cada temporada o la entrada cada fin de semana. El fútbol se iba a empezar a modernizar en su aspecto más comercial y así convertirse en un entretenimiento para las élites.

 

Amar algo significa darle la oportunidad de que le haga pedazos el corazón o que le deje sin aire en los pulmones

 

Heysel y Hillsborough fueron las excusas perfectas para abolir los fondos de cemento desnudo en los que la gente se agrupaba, apretujaba de pie para ver el juego con la voz en cuello. Y, en el que uno de esos casos, se echó la culpa a los aficionados cuando las fuerzas del Estado deberían haber actuado con mucha más brillo, pero todo se tapó con la complicidad del Gobierno inglés.

Amar algo significa darle la oportunidad de que le haga pedazos el corazón o que le deje sin aire en los pulmones. Amar algo es que una madre se interesase por la pasión de su hijo para charlar un rato con él en el desayuno. Amar algo es obcecarse con guardar los días menos gratos de un equipo que le parte el alma y arrepentirse de la ocasión de gol que falló aquel delantero que ya está hasta retirado e ir 90 minutos antes al estadio de cada partido como parte de un ritual sagrado. Amar algo por encima de sus fuerzas es recordar las tres derrotas de las tres veces que visitó Wembley y rechazar la invitación de boda de una amiga, porque algo, sin saber cómo acabará, le hará más feliz. Amar es contar mediante un diario lo que le ha mantenido la sangre caliente más de dos décadas.

De este modo, Hornby relata y detalla la adrenalina que le suscita todo lo que le rodea, sobre todo, una cosa, el Arsenal que va viendo cómo cambia y del que se enamoró sin explicación alguna. Él también va evolucionando. De niño a adolescente. De adolescente a adulto. Y siempre con las mismas dudas existenciales roncas y estruendosas en las que no se dejan atrás la niñez. No teniendo en cuenta el calendario normal y solo viviendo de agosto a mayo.

 

La vida no es un triunfo contra el líder de la liga en tu casa por 2-0 después de haberte zampado un estupendo fish and chips

 

Nunca fue bueno tomarse demasiado en serio las cosas que salen como un cohete desde dentro, aunque salgan de donde salgan. No se va a salir vivo de esta, lisa y llanamente. Ya lo ha demostrado en montón de ocasiones el transcurso de la historia. La vida no es un triunfo contra el líder de la liga en tu casa por 2-0 y menos después de haberte zampado un estupendo fish and chips. De ninguna manera.

 


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Fotografía de Getty Images.