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Un equipo sin estado

El Dalkurd FF, fundado por nueve kurdos en 2004, debuta en la Allsvenskan. Tienen el sueño de viajar por Europa con los colores de su bandera

“Estamos creando una familia”. Así de orgulloso se mostraba en una entrevista en The Guardian Ramazan Kizil, presidente del equipo kurdo que esta temporada disputa la Allsvenskan, la primera división sueca, al hablar de la gran labor que está haciendo su club tanto fuera como dentro de los estadios de fútbol. El Dalkurd FF acerca a las personas de su misma etnia al fútbol para buscar su inclusión social en Suecia, y alejar a los jóvenes de las calles y de conductas vandálicas.

“El régimen de Saddam Hussein asesinaba a mi gente, los kurdos, y hubo que huir. Yo no quería, me obligaron a escaparme. Y tuve que empezar una nueva vida”, explicaba el presidente en el diario Ara. Toda esta andadura empezó en el 2004. El 26 de septiembre de aquel año, Kizil, junto a ocho refugiados kurdos más, fundó el Dalkurd FF.

El club tomó el blanco, el rojo y el verde de la bandera de su pueblo para su equipación. Respecto a la nomenclatura del conjunto, aunaron el nombre de la región donde se había constituido la formación, Dalarna, y el de la nación de la que provenían sus raíces, Kurdistán.

No se han cumplido ni 15 años desde que el Dalkurd FF echó a andar. Un club que deja muy claras cuáles son sus intenciones. Tal y como se puede se leer en su página web, “el objetivo principal es apoyar e involucrar a los jóvenes que están en riesgo de sufrir diversas formas de marginación”.

Desde su fundación, la entidad kurda ha conseguido subir siete veces de categoría. Cinco de ellas fueron consecutivas y en sus primeros años de existencia. La consumación del ascenso a la Allsvenskan se produjo el pasado mes de noviembre cuando ganó en casa al GAIS Göteborg por 1-0. La asistencia fue de 2.500 personas. El partido se disputó en el Domnarvsvallen Stadium, uno de los tres estadios donde ha jugado el equipo al no tener sede fija.

 

“Pelear por la bandera kurda siempre es una opción para mí”

 

Rawez Lawan, nacido en Suecia pero de padres que huyeron en los 80 de la guerra entre Irán e Irak, fue el artífice de aquel tanto histórico para la minoría étnica más grande de Oriente Próximo que no tiene un estado propio. “Hemos demostrado que todo es posible. Pelear por la bandera kurda siempre es una opción para mí, ya que mi familia ha estado luchando por nosotros durante toda su vida. Mi padre batalló durante mucho tiempo en la guerra y ahora continúo su camino. Esta vez a través del fútbol y no en la guerra”,  expresaba Peshraw Azizi, jugador de descendencia kurda del Dalkurd FF, en el mismo rotativo británico.

Tras aquella gesta, el pasado 2 de abril, el equipo de Borlange debutó en la Allsvenskan en el campo del AIK Solna, campeón de la liga sueca en once ocasiones. El estreno no fue el esperado. Perdieron 2-0 en el estadio más grande de Escandinavia. Pese al resultado, los nuevos integrantes de la máxima categoría del futbol sueco ganaron la posesión del balón.

El club de la diáspora

Turcos, estadounidenses, neerlandeses, bosnios, japoneses, kosovares, gambianos, sierraleoneses, palestinos, marroquíes, noruegos y, por supuesto, suecos: hay hasta 12 nacionalidades diferentes entre los jugadores de la plantilla. El trabajo realizado por este club con la inclusión de los jóvenes de la diáspora kurda en la comunidad sueca no está pasando desapercibido. El Dalkurd FF tiene casi un millón y medio de seguidores en Facebook. Convencido de que tiene personas por las que correr en cada partido, Azizi afirma que “hoy, la gente en Kurdistán apoya al Madrid, Barcelona o a nosotros. Quiero hacer mejores resultados por ellos”.

Aunque el club prefiere alejarse del ámbito de la política, como ha expresado en alguna ocasión su máximo dirigente, los altos cargos lo tienen presente. Keya Izol, presidente de la Asociación Nacional Kurda en Suecia, afirmaba, también en The Guardian, que el Dalkurd es “su equipo nacional”. “Su éxito es de gran importancia para nosotros tanto aquí como en Europa”, concluía.

Como difundió el instituto SOM (Sociedad, Opinión y Medios) de la Universidad de Gotemburgo, la inmigración es una de las cuestiones más importantes para los votantes suecos. A finales del 2016, los países escandinavos recibieron 28.790 peticiones de asilo, según datos de la Oficina Nacional de Estadística sueca. “Se puede integrar a la gente en la sociedad. Nosotros tenemos experiencia en eso”, argumenta el presidente.

También en 2016, dos hermanos kurdos se hicieron con el 49% del club. Sarkat y Kawa Junad, empresarios del mundo de la comunicación, viendo la relevancia que cogía el conjunto de Dalarna, invirtieron en él y quisieron subir la apuesta. “Me encantaría ver al Dalkurd FF en la Champions League, manifestó Sarkat al periódico local Dalarnas Tidningar.

 

“El cielo no se derrumbará porque tengamos nombres kurdos”

 

“Cuando comenzamos en el club, teníamos objetivos a corto y a largo plazo. La meta más alejada era más bien un sueño: enfrentarnos a un equipo turco con nuestros colores y mostrarles que el cielo no se derrumbará solo porque tengamos nombres kurdos. Mientras no haya experimentado eso, no me rendiré”, argumentaba Kizil en The Guardian.

En las primeras tres jornadas de la Allsvenkan, el Dallkurd FF ha cosechado una victoria y dos derrotas. Y, actualmente, ocupa el puesto decimoprimero en la clasificación. Sin dejar de lado la competición, su labor no se rige por unos simples resultados o unos puntos en la tabla. Su guerra va más allá. Los terrenos de juego son sus campos de batalla.