Este es el editorial con el que arranca el #Panenka130, un número especial sobre el Mundial Femenino que ya está disponible aquí
A Khadija le llamaban Bunny por su afición a las zanahorias. Sospechaba que tenía también algo que ver con su dentadura, y odiaba totalmente el apelativo. Pero, con el tiempo, hasta le gustaría. A fin de cuentas, no era mal apodo para una futbolista.
Spanish Town es un lugar que te endurece. Aún más si eres la pequeña de 13. La violencia de las bandas forma parte del paisaje. Cuando crecía, Bunny perdió a tres hermanos y a un sobrino por culpa de esa guerra cotidiana, ese subtexto de dolor. Y, sin embargo, la sonrisa la define. Cuando te llaman Bunny y se ríen de ti, puedes llorar y patalear o puedes hacerte tuya la gracia, cargarla con orgullo. Como la infancia que te persigue. Como una cicatriz. La marca que te recuerda quién eres.
Tenía diez años cuando uno de sus hermanos le enseñó a correr con una pelota. Lo hacía a escondidas. A sus padres, gente trabajadora que sacaba adelante a la familia, eso de ver a su Khadija jugar al fútbol les parecía una mala idea. En Jamaica, donde el deporte es libertad, donde los niños juegan sin saberlo al atletismo, el balón era demasiado rudo para las chicas.
Haremos un trato, le dice una Bunny adolescente a Monica, la madre, molida de trabajar en una granja de pollos. Si apruebo los exámenes, me dejarás jugar. Por supuesto, lo consiguió
Haremos un trato, le dice una Bunny adolescente a Monica, la madre, molida de trabajar en una granja de pollos. Si apruebo los exámenes, me dejarás jugar. Por supuesto, lo consiguió. Alta, rápida y habilidosa, la llamada de la selección no sorprenderá a nadie. Un torneo en Florida, y la mirada de un entrenador universitario al que le habían dado un chivatazo. Tienes que verla. Cuando se conocieron, ella le contó que esa tarde, en un lugar lejano que era el suyo, habían disparado a su sobrino.
Bunny Shaw se sacó la carrera mientras llevaba a Jamaica al Mundial. Hoy es la mejor jugadora del Caribe, pero sus botas aún pisan dos mundos, entre las luces de todo un Manchester City y la penumbra de una selección que todavía reclama dignidad. En medio, el muro de la desigualdad, esa pandemia silenciosa y desatada.
Ahí espera el siguiente obstáculo del fútbol femenino.
SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA
Fotografía de Getty Images.