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Ser portera

Los errores de Votíková, portera del PSG, ante el Olympique de Lyon volvieron a reavivar el debate sobre el nivel de las guardametas en el fútbol femenino

Semifinales de la Women’s Champions League. Pero no el partido en el que el Barça volvió a romper el récord de asistencia, sino el otro encuentro. Aquel que enfrentaba a Olympique de Lyon frente a Paris Saint-Germain. Un duelo de primerísimo nivel que concluyó con 3-2 para las siete veces campeonas de Europa. Con dicho marcador, cualquiera que no viese el encuentro daría por hecho que fue un auténtico partidazo. Y lo fue durante parte del duelo. Sin embargo, la sucesión de errores acabaron condicionando, y de qué manera, la eliminatoria. Fallaron pases sencillos, hubo problemas de comunicación entre compañeras, errores en las coberturas, problemas para fijar las marcas, penaltis evitables… Errores que se pueden dar en cualquier partido, pero que pasan desapercibidos ante el infortunio de Barbora Votíková, cancerbera de la escuadra parisina.

Involuntaria protagonista, la guardameta del PSG erró y de qué manera en los tres goles que encajó. En el primer tanto no logró blocar un disparo centrado y, tras salir despavorida a por el rechace, derribó clarísimamente a su rival. Penalti y la confianza se tambaleaba. En segunda instancia, un fatídico saque de meta no cogió altura y cayó en los pies de Hegerberg, quien de inmediato puso a correr a Macario. La estadounidense de origen brasileño entró en el área y le pegó seco al esférico. El balón entró por el palo corto de la guardameta, quién podría haber hecho algo más tras su error en el servicio de puerta. Y de nuevo la confianza prendía de un hilo.

Pero el acabose llegó al poco de reanudarse el encuentro en la segunda mitad. Macario olía la herida y se disponía a hacer sangre. Tiró un buen recorte a Dudek, pero la central del cuadro parisino le leyó las intenciones. Tras no caer en el quiebro de la brasileña, la defensora polaca cedió el balón a Votíková… Y llegó el desastre. La guardameta se preparó para despejar, pero Dudek apareció frente a ella. A riesgo de que su despeje impactase en su compañera y se alojase en el fondo de las mallas, la cancerbera quedó paralizada y el esférico pasó entre sus piernas. Corrió hacia la línea de gol y la detuvo con el pie, pues de lo contrario sería cesión. Pero en ese punto, y tras intentar despejar tímidamente con la puntera, Macario ya había sumado su segundo gol de la tarde.

Criticar el error puede ser una acción moralmente reprobable, aunque coherente. Se entiende que, en caliente, ver cómo tu equipo encaja un tanto como ese, puede provocar frustración, cabreo u otra sintomatología relacionada con la ira. Por ende, cuando en este caso, la profesional falla, se tiene la costumbre de recriminárselo. Pensándolo bien, bastante tendrá la damnificada con lo que le acaba de ocurrir, pero existe esa manía de recordárselo con más ahínco. Sin embargo, dicha tradición no está establecida solo en el balompié. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con otras profesiones en las que se trabaja por y para el público. Pobre del mecánico que coloque mal la junta de culata. Tiemble con motivo el cirujano al que le tiemble el pulso.

 

Cuesta de aceptar que una mujer haya alcanzado el sueño con el que muchos se iban a dormir cada noche. Les jode que sean ellas las que asomen por el túnel de vestuarios, las que pisen el verde, las que rompan récords

 

Lo que ocurrió entre Dudek y Votíková fue un error de libro, impropio de unas semifinales de la máxima competición europea de clubes. A la inseguridad de la checa hay que sumar esa carrera incoherente de la polaca en dirección a su compañera. “Es que las porteras de fútbol femenino no tienen nivel”. De nuevo ese insostenible runrún volvía a copar debates cansinos en la red social que acaba de comprarse Elon Musk. “Deberían hacer las porterías más bajas”, mencionaban otros, como si ese grotesco gol se hubiese colado por la escuadra de la meta parisina. “Luego quieren cobrar igual que los hombres”, llegaba, como no, el comentario absurdo por antonomasia. “Por eso a nadie le interesa el fútbol femenino”, aburrían otros.

Cuando una portera falla, aparecen como setas ese sector que detesta profundamente este deporte. Porque no se critica el error. Desgraciadamente, se desacredita el deporte entero. Se menosprecia el esfuerzo y la constancia del resto de futbolistas. O se ignoran otras acciones de un nivel superlativo. Pues, en definitiva, el único objetivo es verter negatividad sobre el fútbol femenino. Nadie en su sano juicio criticaría a un gremio al completo por el error de un profesional. Pero eso sí ocurre en este deporte. Porque molesta. Estorba. Cuesta de aceptar que una mujer haya alcanzado el sueño con el que muchos se iban a dormir cada noche. Les jode que sean ellas las que asomen por el túnel de vestidores, las que pisen el verde, las que rompan récords. Así pues, cada error que cometen, en este caso una portera, es bálsamo para sus frustraciones.

Y, por el otro extremo aparece la defensa a ultranza del sector que de forma sistemática obvia los errores en la meta. Aquellos que aprecian golazos en aquel lanzamiento a puerta que sale centrado, al medio de la portería y con la guardameta mal colocada. Véase, por ejemplo, el tanto de Mapi León a Misa en los cuartos de final de esta misma edición de la Women’s Champions League. El centro se envenenó, Misa midió mal sus pasos, se vio sorprendida y el esférico se coló por arriba. Error de cálculo que no quita que la guardameta del Real Madrid sea una de las mejores del panorama nacional y que sus actuaciones, de forma regular, fuesen soberbias. Por otro lado, un gol con fortuna que no quita que la central culé sea capaz de colocar el esférico en la mismísima escuadra si así lo desea. Pero de nuevo se incendiaban ambas posturas en redes sociales. El mismo debate de siempre. Los mismos comentarios de siempre.

En la visita de Lluís Cortés al programa humorístico de La Sotana, el que fuese técnico del Barcelona intentó explicar el caso de las guardametas y arrojar algo de luz sobre si el nivel era menor que el de las jugadoras de campo. “Hace unos años, esa diferencia entre las porteras y las jugadoras de campo era mayor”, comenzó. “Porque no jugaban tantas chicas al fútbol como ahora. Las que lo hacían, jugaban con chicos. En un equipo de diez chicos y una chica, ¿Cuál es la única posición que no quiere ocupar la chica? La de portera”.

La reflexión del actual seleccionador de Ucrania va más allá. “Muy pocas o prácticamente ninguna empezaba a ser portera antes de los 14 o 15 años. Cuando, por norma, la federación obligaba a que jugasen en equipos femeninos, entonces una tenía que ser portera, pero no tenían el bagaje de haber jugado antes. Lo que pasaba es que esa portera llegaba a primera división con veinte años y solo había jugado cinco o seis en esa posición”, aseguraba Cortés. “Pero eso está cambiando. Ya hay equipos femeninos desde alevines en los que ya se forma específicamente a las porteras. Y, de hecho, el nivel de Sandra Paños es muchísimo más alto que el de la mejor portera de hace veinte años”.

Vendrán más debates como el de este fin de semana pasado. Es inevitable, pues equivocarse es humano y se producirán nuevos errores. No habrá el mismo debate cuando la guardameta logre una atajada divina. Y es que qué difícil es alojarse bajo tres palos y una malla de red. Qué pereza sostener la presión de poder convertirse en el motivo por el que las redes sociales ardan. En esta ocasión, Votíková fue la víctima del chaparrón. Parecía que había dejado de importar todo su trabajo en esta temporada. Pero en ello consiste, injustamente, ser portera.  “Barbora nos clasificará la semana que viene”, salió Didier Ollé-Nicole, técnico parisino, en su defensa. Qué importante es recibir, también, el apoyo de técnicos y compañeras, en momentos como ese. Porque ser guardameta también es levantarse. Es imponerse y sobreponerse. Es dejar de lado los debates… Qué cansado. Y qué movida, esto de ser portera.

 


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Fotografía de Imago.