No existe un intérprete más preciso ni un diplomático más eficaz que el balón. El fútbol es una fuente de progreso y esperanza. Pero Myrto Uzuni, nacido en Berat (Albania) el 31 de mayo de 1995, todavía no conocía el poder de este deporte, centrado como estaba en sobrevivir en un lugar que no era el suyo. Era solamente un niño, un inmigrante ilegal, un sin papeles… y estaba en Grecia. “Pagamos 20.000 euros para cruzar la frontera. Éramos cinco en la familia, entramos a través de un bosque, porque Albania no está en la Unión Europea“, recuerda a Panenka.
La de Uzuni es una de esas historias de superación que brillan con luz propia. En el origen, por lo tanto, hubo oscuridad. El exilio familiar respondía a la búsqueda “de una vida mejor“, pero en su nuevo destino, el fútbol tuvo que pasar obligatoriamente a un segundo plano. “Todos ganábamos poco dinero, pero teníamos que pagar la luz, el agua, el alquiler, todo. El fútbol era mi sueño, pero en aquel momento incluso dejé de entrenar“, admite. Renunciar a su pasión fue un golpe que, además, sufrió en silencio: “Muchas noches lloraba solo, en mi habitación, en el baño, sin que nadie me viera. No quería que mis padres se sintieran mal“. Pero no iba a rendirse. “Todo aquello me dio fuerza para ser el jugador que soy hoy. Nunca, nunca, nunca pensé en dejarlo. Sabía que sólo había una solución, y era mía, de nadie más. Aquello me iba a hacer más fuerte“, revela.
¿Pero cómo progresar en el fútbol sin poder practicarlo? En el país heleno, entrenaba sólo cuando podía; el trabajo era prioritario, a veces con jornadas de 14 horas: “Trabajé de camarero, fregando platos, en las aceitunas, limpiando casas, garajes… todo en negro“. En un torneo donde fue el máximo goleador, el Olympiacos FC, uno de los grandes del fútbol griego, se fijó en él. Pero no tenía los papeles en regla. Sin documentos de residencia, estaba perdido. Su padre, de repente, lo entendió todo: “‘Eres un buen jugador y tienes que intentarlo’, me dijo. Regresamos a Albania“, reconoce. Sin casa, sin dinero, “en números negativos“… Pero Myrto no iba a desaprovechar esa oportunidad. No iba a rendirse.
“Todos ganábamos poco dinero, pero teníamos que pagar la luz, el agua, el alquiler, todo. El fútbol era mi sueño, pero en aquel momento incluso dejé de entrenar”
Fichó por el club de su ciudad, el Tomori Berat. No tardó en pasar del filial al primer equipo, en un ascenso a base de goles. Todavía recuerda su primer sueldo: “165 euros al mes. Di todo el dinero a mis padres, que estaban muy orgullosos y felices por mí”. Cambió el Berat por el Apolonia, donde logró su primera distinción al máximo goleador, y, después de dos meritorias temporadas, se incorporó al KF Laçi. En total, seis años de progreso deportivo y económico en su país natal. La familia aliviaba al fin sus penurias. Su próximo destino iba a ser Croacia, con una mejora evidente en sus emolumentos. “Me fichó el NK Lokomotiva de Zagreb y en dos años marqué la diferencia en la liga croata”. Tanto fue así que atrajo la atención del GNK Dinamo de Zagreb, aunque finalmente fue el Ferencváros TC el que tocó su fibra competitiva: “Me dijeron que querían jugar la Champions. Llevaban 30 años sin poder clasificarse”. Dicho y hecho. En el histórico club magiar explotó como goleador y logró su primer título, la liga de Hungría.
El curso siguiente debutaría en la máxima competición continental, un hito que sublimaría enfrentándose a su referente absoluto, el portugués Cristiano Ronaldo. Ocurrió en la fase de grupos, ante la Juventus FC y en Turín. Sin pretenderlo, Uzuni se hizo mundialmente conocido. “Marqué el primer gol del encuentro y lo celebré exactamente como él [carrera, salto y grito]. Al principio pensó que era una provocación, pero luego le dije que no era así, que siempre lo había admirado. Al final del partido, lo entendió perfectamente y nos intercambiamos las camisetas. Fue un sueño”, rememora. Un año después, y convertido en la estrella del equipo, llegaron varias ofertas por él. Era el mercado de invierno de la 21-22, y una de estas propuestas provino del Granada CF. “No me lo pensé dos veces. El FC Copenhague me ofrecía casi el doble de dinero, pero yo sólo pensaba en mi sueño, porque durante años estuve viendo a Cristiano Ronaldo y a Messi jugando en LALIGA“, confiesa. Todavía no lo sabía pero en una de las ciudades más bellas de la geografía española, la exuberante Alhambra a un lado y Sierra Nevada en un fondo de postal, a Myrto le esperaba un club y una afición que lo elevarían a la categoría de ídolo.
“Soy de esas personas que no se olvidan de quienes le ayudan cuando no tienen nada. El Granada CF había cumplido mi sueño y no podía fallarle al club”
En aquellos meses frenéticos, en los que a la adaptación a una de las mejores ligas del mundo se le unió la urgencia del equipo por sumar como fuera, logró estrenarse como goleador en la máxima categoría, pero el descenso irrumpió como un fantasma en la última jornada. “Llevaba cuatro meses aquí y bajamos. El club tenía problemas, el ambiente no estaba bien. Pero yo soy fuerte, y siempre aprendo cuando las cosas no salen como uno desea”, recuerda sobre sus inicios en el fútbol español. Aquel verano la continuidad de Uzuni, todavía con cartel, se tambaleó. Y él lo tuvo claro: “Soy de esas personas que no se olvidan de quienes le ayudan cuando no tienen nada. El Granada CF había cumplido mi sueño y no podía fallarle al club“. El gesto de fidelidad caló, pero fueron sus goles los que acabaron convenciendo a la afición nazarí. “Esa pretemporada les dije a los compañeros que iba a marcar 20 o 25 goles. Y ellos me respondían que me estaba quedando con ellos, que era imposible, porque en LALIGA HYPERMOTION los equipos están muy juntos. Pero yo siempre he creído en mi calidad”, razona. Finalmente fueron 23 tantos, una cifra con la que se erigió en el máximo anotador de la categoría. Convertido en el jugador franquicia del club, su camiseta, con el ’11’ en la espalda, fue la más vendida. “Aquí todos me quieren, es increíble”, explica, emocionado.
Futbolista pasional que juega con el corazón, el de Uzuni es el relato de un jugador hecho a sí mismo. De no poder ni entrenar a jugar en una gran liga europea. De tener que abandonar su país de niño a defenderlo cada vez que se enfunda la camiseta de la selección (quién sabe si también en la próxima Eurocopa, donde Albania está cuajando una gran fase de clasificación). Su fútbol mezcla el instinto, la entrega y el carisma, como cuando le pidió matrimonio a su pareja en el Nuevo Los Cármenes en la fiesta del ascenso a la LALIGA EA SPORTS. “Siempre ha estado a mi lado, en los buenos y en los malos momentos. Merecía esta sorpresa”, cuenta. El agradecimiento vale también para los seguidores que lo paran por la calle o interactúan con él a través de las redes sociales. La gente lo adora. “En Granada me siento como en casa“, concluye. De niño, no siempre tuvo claro qué era eso.
Texto de Roger Xuriach y Carlos Martín Rio / Ilustración de Gastón Mendieta