Siento una admiración inmensa, casi infinita, por aquellos que hacen parodia de sus defectos físicos. Juegan claramente en una liga superior. Juan Carlos Onetti, por ejemplo, tenía una frase preparada siempre que recibía a un periodista para una entrevista: “Discúlpeme que lo atienda con dos dientes, pero los otros se los presté a Vargas Llosa”. El humor divierte, entretiene y sana, pero sobre todo protege: su función definitiva, la más sofisticada, es actuar como escudo ante la mirada punzante del otro. Un ser humano, con el tiempo, puede dejar de fumar, de escuchar El Canto del Loco o de ponerse sudaderas con capucha. Pero lo que no podrá dejar de hacer nunca es meterse con el físico de los demás. Así de hijos de puta somos. Wayne Rooney colgó las botas en 2021. Atrás quedó un delantero que le pegaba al balón como si fuera una piñata llena de caramelos. El máximo goleador de la historia del Manchester United
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Fotografía de Getty Images.
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