“Bon dia! A las 12:15 sería cojonudo”, responde, vía mensaje, el artillero hispano-senegalés Mamadou Sylla (Kédougou, 1994), un tío normal, una de las grandes armas de un Girona que para seguir soñando con un billete para el play-off de ascenso a Primera debe protagonizar un brillante final de curso. “Las victorias son como una medicina, como una vacuna. Dan tranquilidad. Confiamos en que la victoria en Las Palmas, contra un rival directo, sea un punto de inflexión que nos dé confianza para comenzar a encadenar victorias y para acercarnos al play-off, que es el objetivo”, afirma el ’18’ rojiblanco; a las puertas de una semana, con tres partidos, “clave, no definitiva, pero clave, que marcará mucho dónde, en qué lucha, va a estar el equipo en lo que queda de temporada”.
“Pero el primer objetivo, el único ahora mismo, es ganar al Albacete”, matiza Sylla antes de avisar que “aquí cuesta muchísimo ganar, y ahora todo el mundo necesita puntos y cualquiera puede ganarte. Si no estás concentrado y no juegas bien puede pasarte como nos ha pasado en partidos anteriores en los que la gente quizás pensaba que sería fácil ganar. Ante Las Palmas dimos un paso adelante, sí, pero siempre que hemos hecho un buen partido al siguiente no sé qué le ha pasado el equipo. Es difícil de explicar, pero lo cierto es que no tener regularidad nos ha penalizado mucho a lo largo de la temporada, y si no la conseguimos se hará muy difícil estar arriba. Hemos ganado partidos por orgullo y porque el equipo siempre lucha, pero con eso muchas veces no es suficiente. Sabemos que no hemos jugado bien en muchos partidos, y que hay que jugar mejor. Este equipo quiere aspirar a algo más que a lo que ha ofrecido hasta ahora. La temporada está siendo difícil, y el sentimiento a veces es de frustración e impotencia, porque no llegamos a dar con la tecla, porque las cosa no salen, pero debemos concienciarnos de que no podemos permitirnos más fallos. Esta es la idea. Si ganamos un partido y perdemos el siguiente no llegaremos al play-off. No es que crea que tengamos que ganar los 12 partidos que quedan, pero tenemos que afrontar cada uno de ellos como una final en la que nos lo jugamos todo. Y creer. Sobre todo, creer. Aunque estemos a siete puntos del Rayo, debemos creer que aún se puede. Creer es lo más importante. Creer, luchar y trabajar”.
Después de más de tres meses sin ver portería, Sylla, pichichi (7) y máximo asistente (4) del cuadro de Francisco Rodríguez, se ha reencontrado con el gol en las dos últimas fechas, contra Lugo (1-1) y Las Palmas (1-2). “Ver cómo la pelota entra en la portería es una sensación difícil de explicar. E incomparable. Tu autoestima se dispara, sientes una explosión de felicidad dentro de ti. Es casi como una droga. Cuando la descubres, no puedes parar. Ni quieres. Lo único que quieres es el siguiente gol. Y otro y otro y otro. Las semanas se te hacen largas y necesitas que llegue el siguiente partido, tanto cuando marcas como cuando atraviesas una mala racha. Con cada gol haces realidad un sueño de la infancia, de aquellos años en los que estaba en casa y veías alguien marcando y celebrando un gol por la tele y te imaginabas en su sitio. Esto es precisamente lo que me está pasando. Pero a la vez sé que tengo mucho margen de mejora, que puedo hacerlo mucho mejor. Tendría que estar sobre los diez goles ahora. Estos dos últimos llegan en un momento clave y me han dado muchísima fuerza para esta recta final de la liga”, prosigue el ’18’ rojiblanco, que en verano puso fin a una aventura de cuatro años en el extranjero para volver a casa de la mano del Girona; con el que firmó hasta 2022, satisfaciendo así un viejo anhelo de la secretaría técnica encabezada por Quique Cárcel, y con el que hoy sueña con ascender a Primera División. “Sería increíble. Sería increíble”, repite.
Después de un curso complicado en la que apenas disputó ocho partidos y no llegó a marcar ni con la camiseta del KAA Gent belga ni con la del Orenburg ruso, el delantero de Kédougou sonríe. Podría hacerlo más, pero en el pasado también lo ha hecho menos. “En Rusia lo pasé muy mal; lejos de casa, solo. Casi no jugué, y cuando se retomó la competición pillé el covid. Fue muy difícil, y lo pasé muy y muy mal, incluso más allá del tema futbolístico. Cambia muchísimo para un futbolista sentirte en casa o no. Ahí todo es fútbol. Como no tienes nada más solo es fútbol, fútbol y fútbol. Es fútbol las 24 horas. Aquí todo es más fácil, con los amigos y la familia al lado. No me gustan las excusas, no me sirven, pero los últimos años no han sido fáciles, siempre pasaba algo, y aquí he encontrado un poco la felicidad, la estabilidad y la confianza que perseguía”, añade un Sylla que antes de recalar en el KAS Eupen en 2016 jugó 17 partidos con el primer equipo del Espanyol en la 15-16, con un gol contra el Levante en la Copa.
“Jugábamos en la calle, y todos queríamos ser El Hadji Diouf. Como no podíamos comprar su camiseta, un día cogí una camiseta vieja y escribí su nombre y su número en la espalda con un boli”
El ariete hispano-senegalés creció en las canteras del Granollers, el Barça, el Mataró y, sobre todo, el Espanyol, pero el fútbol ya lo había descubierto en su Kédougou natal, al sureste de Senegal; muy cerca de las fronteras con Mali y Guinea Conakry. “Jugábamos en la calle, y cualquier cosa nos servía como pelota. Todos queríamos ser El Hadji Diouf. Como no podíamos comprar su camiseta, un día cogí una camiseta vieja y escribí su nombre y su número en la espalda con un boli. Muchos niños jugaban descalzos. Yo tenía botas porque mi padre ya estaba aquí y teníamos una vida un poco mejor. También teníamos tele, y recuerdo ver, sobre todo, la Liga de Campeones y el Mundial del año 2002. Senegal hizo muy buen papel. Y también recuerdo cuando llegué a Barcelona, con nueve o diez años. Mi padre nos recogió a mi madre y a mis hermanos en el aeropuerto y estuve todo el viaje hasta Granollers mirando por la ventana del coche. Alucinando. Fue como aterrizar en otro mundo. En un mundo nuevo. Ahí hay mucha arena; aquí, mucho cemento”, acentúa.
Y, convencido, concluye: “Siempre mantengo los pies en el suelo. Sé lo mal que lo he pasado. El camino no ha sido fácil, pero siempre que las cosas se ponen difíciles pienso en todo lo que he pasado y en que lo que vendrá no será peor que lo que he pasado, seguro. Seguro. La tarde que jugué 90 minutos en el Bernabéu con el Espanyol pensé mucho en mi infancia. Jugando en el Bernabéu, me vino la imagen de cuando jugábamos en las calles de Kédougou con tetrabriks. Me emocioné. Me sentí orgulloso de mí mismo, de mi camino. Con dedicación, humildad, trabajo y esfuerzo todo es posible. En la vida nada es imposible”.
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Fotografías cedidas por el Girona FC.