Si entrásemos ahora mismo en el patio de un colegio y paráramos el partidillo para preguntar qué es lo mejor que se puede hacer con un balón, la mayoría respondería lo mismo: meterlo en la portería del contrario. Quizás alguna o algún genio en potencia diría que es preferible colarlo entre las piernas de un rival. De lo que no hay duda es que nadie contestaría lo que Toni Kroos lleva contestando con brutal perseverancia los últimos 15 años: lo mejor que puedes hacer con un balón es pasárselo a otro. Dice la RAE que un pase es “la entrega de la pelota entre jugadores de un mismo equipo”, pero no dice que desde hace una década el que mejor los da es Kroos, y solo por eso ya habría que salir a las calles a protestar. El alemán ha logrado construir sobre ese gesto tan sencillo una carrera complejísima e impecable, en la que hay más oro y trofeos que en la bodega de un barco pirata. En una asistencia de Kroos, si miras bien, está escrita la solución de todos los misterios que la física no ha conseguido resolver. Su fútbol se compone de certezas. Un hombre vestido de blanco científico y con la cabeza llena de operaciones matemáticas que nunca conducen al resultado incorrecto. Para el Madrid, cuando los partidos se nublan, acudir a él es como ir a las últimas páginas del libro de acertijos: la manera más rápida de encontrar la respuesta. Por eso las fotos que mejor lo definen no son esas en las que aparece corriendo o levantando la Champions, sino esas otras que lo congelan con el cuero controlado, la cabeza erguida y un dedo señalando hacia alguna parte: ese índice sabe cosas, como dónde hay que lanzar la bomba para acabar con el enemigo. Hace peores a los entrenadores, porque nunca consiguen leer la acción antes que él, y mejores a los delanteros, porque saben que con un tío así a su espalda nadie les parará los pies. No hay nada mejor que cuando lo mejor todavía tiene que ocurrir. Los pases de Kroos son la antesala de la felicidad. El momento de escoger el postre. El ruido que hace la lata de cerveza al abrirse. Esos segundos previos a que la canción llegue al estribillo y, por fin, reviente. Kroos es la orquesta que sonó en la mejor fiesta de tu vida. El día que deje de tocar, la pregunta es qué harás tú para seguir bailando.
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Fotografía de Getty Images.
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