”Buenas noches, agente. Soy Ashley Cole”. El policía se fijó en los ojos vidriosos del conductor que acababa de estamparse contra un poste de luz. No era tonto y, además, le gustaba el fútbol. Aquel tipo balbuceante no era Cole, sino Jermaine Pennant. Nunca sabremos por qué le pareció una buena idea identificarse como su íntimo amigo y excompañero en el Arsenal, pero no funcionó. Pennant reventó el alcoholímetro y pasó 30 días en la cárcel.
Sabemos mucho de la vida de Pennant, porque las armaba muy gordas y era imposible no enterarse. De airear las que en su momento no trascendieron se encargó él mismo publicando su autobiografía, un hito reseñable para alguien que había reconocido dificultades para leer y escribir. Un año en el Zaragoza le bastó para dejar huella en España: muy celebrada -y casi con tintes de leyenda urbana- es la escena del Porsche abandonado durante meses en la estación de Delicias.
Un año en el Zaragoza le bastó para dejar huella en España: muy celebrada es la escena del Porsche abandonado durante meses en la estación de Delicias
Pennant acumuló condenas por conducir rápido, bajo los efectos del alcohol, sin licencia o sin seguro. También un par de combos con todos los agravantes juntos. Decenas de entrenadores intentaron hacerle pensar en fútbol, pero todos acabaron rindiéndose. Jermaine siempre iba rápido, muy rápido, y no tenía miedo de estrellarse.
Este artículo está extraído del #Panenka129, un número que sigue disponible aquí
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Fotografía de Getty Images.