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El Schalke 04, entre la vida y la muerte

Son días duros para los equipos históricos. El fútbol moderno, los problemas económicos y las crisis mundiales en muchas ocasiones han provocado que veamos a gran cantidad de conjuntos míticos en lugares a los que pocas veces nos tenían acostumbrados. La famosa frase “cualquier tiempo pasado fue mejor” se hace latente a la hora de hablar de clubes cuyas vitrinas están copadas de trofeos, o que por su estatus y su carrera en la élite, se nos hace extraño verlos fuera de la primera división. De esta manera, equipos como Zaragoza, Deportivo, Girodins de Burdeos, Santos o Hamburgo están sumidos en una espiral de desgracias de la que parece complicado que salgan a corto plazo. Al menos, su existencia no parece correr peligro por el momento. Tristemente, el Schalke 04 no cuenta con la misma suerte.

La situación del equipo forjado en las minas de Gelsenkirchen, más que crítica, se podría definir como agónica: de vida o muerte. El actual técnico del conjunto germano Karel Geraerts manifestó sobre la situación actual de la entidad que “los próximos seis meses serán vitales”. Parecería difícil de explicar cómo el segundo club con mayor masa social de Alemania, el cual roza el lleno cada jornada metiendo a más de 60.000 personas en su estadio, puede estar al borde del colapso institucional. Además de su mal momento en la tabla de la 2. Bundesliga, donde sólo está a dos puntos del descenso, los mineros acumulan una deuda de 165 millones de euros. Esta gran brecha económica imposibilitaría que al club se le conceda la licencia necesaria para competir en la tercera división del fútbol alemán en caso de descender, además de provocar que todos los futbolistas de la actual plantilla quedasen libres. El Schalke se está desangrando y el hospital no parece estar a la vuelta de la esquina.

 

Los próximos meses serán claves para conocer si el Schalke logra la salvación o termina descendiendo a tercera, lo que provocaría su total desaparición

 

Por poner en contexto lo trágico que ha sido este derrumbamiento de los últimos años, en la temporada 2017-18 los teutones fueron subcampeones de la Bundesliga, llegando a octavos de Champions al año siguiente. Pero, para acabar de aclarar un poco esta situación, nos debemos remontar a la campaña 2020-21, una temporada histórica para los ‘Royal Blues’. El problema de todo este embrollo es que fue históricamente mala. El Schalke puede presumir o avergonzarse de haber realizado en aquel año la tercera peor marca de toda la historia de la Bundesliga, sumando 16 puntos en 34 jornadas. Por si esto fuese poco, entre esa temporada y la anterior los mineros estuvieron 30 partidos consecutivos sin ganar; o lo que es lo mismo, 2.700 minutos sin celebrar una victoria; o lo que es lo mismo, la segunda peor racha de partidos sin conocer la victoria desde los 31 del SC Tasmania en 1966.

En aquella fatídica campaña, la primera completa post COVID, el Schalke manifestó que su deuda acumulada era todavía más grande que ahora, aproximándose a los 200 millones de euros, lo que llevó al Gobierno de Renania del Norte de Westfalia a avalar el club. La crisis del coronavirus y la mala gestión institucional provocaron esta terrible brecha llena de carbón dentro de la prospección de los de Gelsenkirchen. Además, la guerra de Ucrania se sumó al descalabro montado en las filas del conjunto germano, causando que la entidad rompiese lazos con la empresa de gas rusa Gazprom, o lo que es lo mismo, que sufriera otra pérdida de ingresos considerable.

Otro de los factores desencadenantes del descarrilamiento del vagón minero del Schalke, ha sido una más que cuestionable política de fichajes y venta de talento. Muchos de los diamantes forjados en la cantera de Gelsenkirchen terminaron marchándose totalmente gratis haciendo perder al club un importante impulso económico. De esta forma, buenos jugadores como Matip, Goreztka, Nübel, Meyer y Kolasinac partieron a coste 0 creando una potencial pérdida de unos 120 millones de euros para el club entre 2016 y 2020. Si la gestión de ventas fue mala, la de compras tampoco la mejoró demasiado. Muchas de las grandes apuestas económicas del club terminaron en fichajes inflados que, a la larga, acabaron dejando la entidad por mucho menos dinero de lo que habían costado o totalmente gratis, desencadenando en un balance negativo de 91 millones de euros entre 2015 y 2022.

Este cúmulo de desgracias no impidió que en su regreso a la 2. Bundesliga, el Schalke saliese campeón tan sólo unos meses después de su caída. Su regreso a la élite del fútbol alemán la pasada campaña fue un soplo de esperanza para el club y sus aspiraciones de reconstrucción. Las cosas desde el principio fueron difíciles, pasando casi la totalidad de la temporada sumidos en los puestos de descenso. A pesar de todo, los de Gelsenkirchen llegaron vivos hasta el final de curso, aferrándose hasta la última gota de oxígeno de sus maltrechos pulmones mineros. La caída a segunda se hizo esperar, pero se consagró frente al RB Leipzig con una contundente derrota en la última jornada. El histórico club germano, que llevaba desde 1991 sin pisar la categoría de plata, vio como la 2. Bundesliga se volvía a convertir en su yacimiento de trabajo habitual por segunda vez en tres años.

 

No es fácil explicar cómo el segundo club con mayor masa social de Alemania, que roza el lleno cada jornada metiendo a más de 60.000 personas en su estadio, puede estar al borde del colapso institucional

 

Volviendo en el DeLorean hasta el presente, la temporada del Schalke ha sido un descalabro casi desde el día en el que el balón echó a rodar. Tan solo siete jornadas después del arranque del campeonato, Thomas Reis fue destituido, dejando al equipo en puestos de play-off de descenso. Con la llegada de Geraerts, las cosas no han terminado de cuajar del todo, y seguro que hará falta apretarse mucho más el cinturón para dar impulso a una plantilla donde únicamente un futbolista (Ralf Fährmann) lleva más de tres años formando parte del club. Los refuerzos obtenidos en el mercado invernal no invitan a ser demasiado optimistas, pero en esto del fútbol ya sabemos que nunca hay nada escrito.

Es evidente que si la salvación termina lográndose, los de Gelsenkirchen tendrán la oportunidad de, como dicen los anglosajones, “live to fight another day”. La luz al final del túnel de la mina todavía es lejano y el peligro de derrumbamiento seguro que estará presente prácticamente hasta la última jornada de liga. Si el descenso se acaba consumando, los jugadores de la actual plantilla podrán seguir sus carreras en otros equipos, pero los verdaderos hinchas del club verán se cómo se les será arrebatada una parte importante de su vida, por culpa de unos futbolistas y unos directivos que no han estado para nada a la altura de la grandeza del Schalke 04. Las cartas están sobre la mesa y la partida ya ha sobrepasado su ecuador, veremos si estos meses vitales de los que Geraerts hablaba no terminan siendo fatales.

 


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Fotografía de Getty Images.

Ignacio Gesteira

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