Una de las cosas más interesantes de este fútbol modificado es que se nos da la opción de ver en sus partidos la retransmisión original, que es mucho mejor dadas las circunstancias, sin ambientación artificial ni público hecho por CGI, así que se escucha todo lo que dicen jugadores y entrenadores, facilitando saber quién ordena y quién obedece, mientras narrador y comentarista no estén permanentemente hablando. Así, nada más arrancar el Tottenham-Manchester City, y hablamos del primer ataque del partido, aparece una voz, la primera de todas las que se van a escuchar, que grita: “Push, push!”. Poco después se le escucha decir a la misma voz otra cosa completamente opuesta cuando su equipo defiende en el área: “Hold, hold!”. Entre medias, en otra jugada, orienta con el brazo al poseedor de balón por si no ha visto que el espacio que señala es la mejor opción, y cuando no grita, interviene desatascando la salida o impidiendo una progresión. Como en el cine, miramos las áreas de un partido de fútbol como la pantalla de una película, pero lo que vemos, lo que se nos muestra, es decisión de un director que suele estar en el centro del campo, y que tiene la potestad de enseñarnos hasta donde él quiere. En el Tottenham, Pierre Emile-Hojbjerg es el que grita ‘¡corten!’.
Siguiendo con el paralelismo se va a entender bien lo que está suponiendo este mediocentro danés de 25 años en este Tottenham, y sin el que José Mourinho iría mucho más lento en su camino a volver a ser quien fue, pues en el centro del campo, como en el cine en la silla del director, se dirigen los rodajes. Cuando uno ve una película, normalmente ocurre una de estas tres situaciones: una en la que el director se queda quieto y fija el plano para que la acción la lleven acabo actores moviéndose, otra en la que él mueve la cámara y se muestra activo mientras los actores permanecen quietos o una tercera donde las dos situaciones ocurren al unísono: se mueve el director, se mueve ‘el equipo’. Dependiendo de la ecuación, el ritmo de la narración es de una u otra forma, siendo lo primordial que exista una organización, que todo esté en su sitio. Por ejemplo, Toni Kroos es el director de juego del Real Madrid y apenas se mueve de su posición, mientras Koke es el director de juego del Atlético cuando está permanentemente abandonando la suya. Uno actúa dirigiendo, el otro dirige actuando. El Tottenham, cuyo director de juego hasta ahora venía siendo Harry Kane, su delantero centro, depende tanto de él que en su ausencia pierde toda la iniciativa, orden y continuidad para comenzar a rodar, un problema que José Mourinho no sabía como solucionar hasta que se fijó en el mediocentro del Southampton entrenado por Ralph Hussenhuttl.
¿Qué ha pasado entonces para que Pierre Emile-Hojbjerg se haya convertido en el director de juego y sea causa directa del buen momento ‘spur‘? Como diría el de Setúbal, es simple. Los equipos de José Mourinho suelen comprender la competición de la siguiente forma: en ataque, teniendo plenos poderes desde el inicio para configurar su plantilla o intentando aprovechar lo que dispone, el portugués anhela el ataque rápido, que no únicamente contragolpe o juego directo, que también lo son, para crear una ocasión de gol. Sus mejores equipos se han caracterizado por la velocidad y el movimiento, esto es, si el rival le daba espacios o el robo era en mitad de cancha, salía al espacio; si el rival se los cerraba, agredía con la pelota buscando la profundidad con combinaciones rápidas. Sus posesiones, de mucha calidad en su mejor momento, se convirtieron en vanguardia porque eran o parecían transiciones, siendo siempre el mejor equipo del mundo en esta cuestión. Por otro lado, su prospecto como entrenador daba gran prioridad a mirar al rival cuando éste era de su altura o técnicamente superior. De esta forma, Mourinho buscaba el reto psicológico y apuntaba a comprobar hasta donde estaba dispuesto el oponente cuando buscaba la portería y la victoria. Con frecuencia su misión residía en hacerse teóricamente pequeño para desactivar el plan de partido clásico al que su oponente se acostumbraba en su día a día. En la forma y simplificado, se resumía, como diría Pep Lijnders, segundo entrenador de Klopp, en que su equipo era la viva imagen y el carácter de su técnico. Sin embargo, en su reciente apagón, principalmente en el Manchester United, José Mourinho transmitía la sensación de que no tenía poder de elección en sus planteamientos y que el que solía elegir carecía de la energía, el impulso y el compromiso adecuados. Algo estaba fallando en el mensaje.
Hojbjerg le está permitiendo a Mourinho ser competitivo sea lo que sea lo que esté ocurriendo: fase del juego, reacción del rival, minuto de partido
Mientras ha ido recuperando la conexión con el jugador hasta lograr el estímulo competitivo necesario para replicar sus métodos, el técnico luso ha encontrado un punto de apoyo valiosísimo para multiplicar su poder de elección. Así, cuando el Tottenham pasa a la acción por decisión propia, y esa acción puede ser replegar con continuidad, presionar en zona intermedia o salir desde atrás de un modo más directo, raso o elaborado, casi todo tiene que ver con lo que hace su mediocentro. Pierre Emile-Hojbjerg le está permitiendo a Mourinho ser competitivo sea lo que sea lo que esté ocurriendo: fase del juego, reacción del rival, minuto de partido. Mientras el portugués ha recuperado la energía gestual trasladada al campo, con los jugadores ganando en concentración y alejándose del error, es el danés el que, con su ascendencia y toma de decisiones, más acerca al acierto a los suyos, un equipo que cuenta con jugadores discontinuos en sus decisiones, caso de Sissoko, Aurier o Dier. Y todo ello, con un estilo que representa lo que Mourinho ama: la verticalidad en ataque, el ‘pase Premier’ y la organización y el protagonismo en defensa.
“Ralph quiere que sus centrocampistas sean flexibles, que corran largas y cortas distancias, que sean dinámicos y que también tengan el enfoque táctico para poder cambiar la formación durante un partido o leer a un oponente y entender cómo juega. Se trata de tomar conciencia de hacer que siempre sea difícil para el rival”. Palabras de Pierre-Emile en su paso por Southampton, y que responden a un oficio: el de dirigir el ritmo al que quiere jugar un equipo. El mismo que hoy lidera y organiza Hojbjerg, debe decirse, estaba plagado de oportunidades y trampas para las ideas de Mou: atacantes idílicos, soñados, para un equipo veloz y versátil, y defensores desordenados, inconsistentes y desconcentrados para la lucha por los títulos. Entre medias, buenos peloteros pero ningún mediocentro de prestigio, que ejerciera de tutor del juego y de director de la película.
Pierre Emile-Hojbjerg lidera en toques, pases, ‘tackles’ y recuperaciones al Tottenham, es el segundo centrocampista con más pases por encuentro de toda la Premier League, y el primero en ‘tackles’, pero sobre todo es la forma de este Tottenham. Su equilibrio no sólo se entiende por su lugar en el campo y su mesura entre la intervención y la prudencia, sino por su increíble poder de colocación. Hojbjerg no es un mediocentro que pueda medirse a campo abierto y hacia los costados con cualquier velocista, no es ese físico ni esa mentalidad, no es elástico ni ágil, sino uno que se ubica y decide con más calidad que sus iguales. De ahí la mejor colocación colectiva, la mayor competitividad del bloque y la mayor capacidad de elegir qué película toca rodar cada domingo. Porque detrás de la cámara de Mou, ahora está él.
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Fotografía de Imago.