Tras el primer tercio de la liga 2023-24 en Segunda División, el Burgos C.F. era el mejor equipo como local de la competición, pero con diferencia también era el peor visitante con cero puntos: muy lejos quedaban las diez primeras jornadas de imbatibilidad de José Antonio Caro en la temporada anterior, cuando algunos le acusaron de haber pactado con el mismo diablo para proteger su portería. Difícil de explicar esa acusada diferencia entre jugar en casa o fuera de ella. Mientras a domicilio los jugadores parecían corderos, en casa mordían como lobos: en el partido ante el Alcorcón el Burgos dio la vuelta a un ignominioso 0-2 al descanso, para remontar con cuatro goles en un trepidante cuarto de hora inicial del segundo tiempo.
Cualquiera diría que la animosa afición burgalesa, en torno a 9.000 espectadores por partido, tiene bastante que ver con el éxito como local de los jugadores blanquinegros, el estadio municipal del Plantío siempre se ha caracterizado por ser un campo donde el público está muy encima, y la reciente remodelación –de la que aún queda pendiente la vetusta tribuna– no ha restado un solo ápice a este campo típicamente norteño de aspecto británico, inaugurado en 1964, y que ha sido testigo de nueve temporadas de fútbol de Primera División.
A fin de cuentas, pertenecer a la masa social de un equipo de fútbol es algo más que el tercer escalón de la Pirámide de Maslow; lo podríamos elevar hasta el quinto, la “autorrealización”
¿Y qué tienen en Burgos que no tengan los demás? Pues más o menos lo mismo que tienen los otros equipos, porque a fin de cuentas lo que importa son las piernas, no las gargantas, aunque éstas también ayuden. Además, las canciones de ánimo vienen a ser muy similares en casi todas partes: “Burgos yo te quiero/ te vengo a ver/ Burgos yo te quiero/ te vengo a ver otra vez”; “Donde tú vayas voy/ donde tú vayas voy/ pero hoy hay que ganar”; “¡Y mete un gol!/ vamos Burgos mete un gol/ vamos Burgos mete un gol…”. Cambie el topónimo por cualquier otro de la geografía española (mejor si es bisílabo), y podrá trasladarlo a otras hinchadas.
Como rasgo distintivo, la leyenda cuenta que el famoso saludo entre gradas “¡Hola Fondo Norte!/ ¡Hola Fondo Sur!” lo inventó en los años ochenta la extinta Peña Pacheta del Real Burgos; hoy le han tomado el relevo La Hinchada del Arlanzón, Hijos del Frío, Frente Kolocón, la de Medina, Trompón Norte, etc., que al final de los partidos, elevando las palmas al mismo compás, corean el consabido “Era nuestro destino/ estar aquí otra vez/ bajamos al infierno/ para luego volver/ Cabeza de Castilla/ orgullo y tradición/ somos hijos del frío/ hinchas del Arlanzón/ oeoeoe…”. Todo un brindis al barro que tuvo que tragar el equipo tras años en Segunda B y hasta en Tercera División, para poder llegar a la Segunda A con aquel gol de Saúl Berjón en la prórroga ante un filial del Athletic en el que ya jugaba Nico, el pequeño de los Williams.
Como rasgo distintivo, la leyenda cuenta que el famoso saludo entre gradas “¡Hola Fondo Norte!/ ¡Hola Fondo Sur!” lo inventó en los años ochenta la extinta Peña Pacheta del Real Burgos
Con el paso de los partidos de liga, el equipo se encuentra tan próximo de perder en casa, como de ganar fuera, el aficionado es consciente de que el objetivo es mantener la categoría, y tampoco espera florituras, sino raza y efectividad, por eso cuando el once castellano se achanta sale a relucir el también clásico “¡Échale huevos!/ Burgos ¡échale huevos!” para tirar de lo que hay que tirar cuando ya se acaban los argumentos futbolísticos. Y es que a fin de cuentas, pertenecer a la masa social de un equipo de fútbol es algo más que el tercer escalón de la Pirámide de Maslow, yo lo podría elevar hasta el quinto, la “autorrealización”, por eso últimamente se escucha desde el Fondo Sur del Plantío esa coplilla importada del fútbol austral “El Burgos es/ toda mi vida”.
Al término de la redacción de estas líneas, el Burgos rascaba en Ferrol el primer empate fuera de casa de la temporada, con un tanto de Fer Niño en el descuento del partido…
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