Pareció que el gol lo marcó Ana Montoya. Todas las cámaras fueron a su rostro enrojecido por los colores que le sacó Iker Muniain. La noticia, más que el primer gol del vasco con San Lorenzo, fue la reacción de su chica. Tras el penalti, se cruzaron automáticamente sus miradas, lo cual nos recordó que el fútbol también es un juego de amor. De chaval, nada me emocionaba más que una chica mirándome jugar. Cómo no sabía ligar, tenía que hacerlo desde el campo. Cada cual usa sus armas. Las mías eran la zancada, el dribling y el gol de jugada individual. Mi pelo tenía que estar mojado. Mi rostro fingía cansancio. Exageraba el dolor de las patadas. Gritaba. Me tiraba a la piscina. Podía hacer cualquier cosa con tal de proyectar hacía la chica de mis sueños mi espíritu luchador. Aunque este fuera impostado. Es lo que tiene el amor, que te empuja a hacer tonterías. Disfrutaba cuando ella me aplaudía, pero todavía más cuando sufría por mí. El momento culmen se producía en el gol y en su debida celebración: mi dedo apuntando hacia mi amor. Es decir, hacia una adolescente con brackets

Advertisement
PUBLICIDAD
mascando pipas en una grada de cemento, sin asientos, vacía y desangelada como las calles del barrio un domingo por la tarde. Ahora recuerdo aquello como una entrañable pantomima. Era un cobarde, un loco por el fútbol, un niño que trataba de expresar sus emociones encerrado en un terreno de juego. Entonces el fútbol podía con todo. No como ahora, que, por ‘amor’, tienes que perdértelo por culpa de un compromiso familiar, una fiesta de cumpleaños o un belly painting. Aunque no lo queramos, hay un momento en la vida en el que el fútbol pasa a segundo plano. Ocurre algo inevitable entre la chavalada: sus primeros partidos coinciden con sus primeros brotes de amor y testosterona. Es la adolescencia la etapa en la que el fútbol está más cerca del amor. Y de lo que no es amor. Hasta Jane Austen hubiera sacado una novela tomando apuntes en un campo de fútbol. “Prendidos por un penalti”, titularía yo esta. Y hasta me atrevería con la sinopsis: “Felices y enamorados, Iker y Ana exploran las costumbres de un nuevo país en el que tanto pesa el fútbol como el amor”.


SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA


Fotografía de Getty Images.

Lluís Inarejos

Entradas recientes

Cómo Descargar y Configurar la Aplicación Móvil de PinUp Bet

La app de Pin Up Casino México te deja apostar en deportes y jugar en…

1 día hace

Futbology: una escapada por el País Vasco

Si llega el fin de semana y tenemos ganas de divertirnos, búscanos en la grada…

1 día hace

Y Griezmann comió en la mesa de Messi

Griezmann igualará a Messi como el extranjero que más partidos ha disputado en la Liga…

1 día hace

Brazalete Files #14 | La fuga de Argelia

Queremos contar historias que tengan el fútbol como hilo conductor. Con ese fútbol que mueve…

1 día hace

Cultura urbana a lo Panenka

En 2003 un grupo de consultores franceses y brasileños recibieron el encargo de analizar las…

2 días hace

Assane Diao, el diamante del Lago di Como

El delantero hispano-senegalés brilla en la Serie A tras marcharse del Betis, marcando cinco goles…

2 días hace